El multimillonario Elon Musk asegura que quiere convencer a los estadounidenses de que deben tener más hijos. Ahora que es un aliado de Donald Trump y que va a tener su propio pseudoministerio, el empresario está entusiasmado porque se ve lo suficientemente influyente como para que el Gobierno de EEUU haga realidad sus ideas. No es nuevo que Musk está obsesionado con la natalidad y la descendencia, lleva años dejando claro que ese es su “gran tema”, pero es a partir de enero cuando cree que podrá impulsar ese “cambio de valores” imprescindible para que los jóvenes dejen atrás el individualismo que -cree- los caracteriza para que entiendan la importancia de criar.
“En lugar de enseñar a tener miedo al embarazo, debemos enseñar a tener miedo a no tener hijos”, ha tuiteado Musk esta semana, citando una publicación que hablaba de que Suecia y Reino Unido tienen hoy día la menor tasa de natalidad desde 1749 y 1938, respectivamente. “¿Por qué las tasas de fertilidad están cayendo tantísimo?”, se preguntaba el autor. Por el momento y de acuerdo con la información que es pública, el CEO de Tesla y SpaceX ha tenido 12 hijos con tres mujeres, incluyendo a uno por gestación subrogada. Con lo que no solo tiene claro que el mundo necesita más niños sino que él mismo lo está poniendo en práctica, y es lo que espera que muchos otros copien.
Lo que no está claro es cómo pretende hacerlo, ni si es consciente de que las bajas cifras de natalidad llevan décadas siendo un tema con difícil resolución. En todo el mundo.
El enfoque de Musk, sobre todo ahora que tiene a Trump cerca, tiene tintes nacionalistas: creen que necesitan mantener Estados Unidos fuerte gracias al trabajo de los nacionales, de lo contrario tendrán que depender de migrantes que “harán desaparecer” la cultura de los países a los que llegan. Por otro lado, ahora que Trump está planeando llevar a cabo la mayor deportación de la historia del país, van a ser necesarios otros ciudadanos que se encarguen de sacar adelante la economía. Su visión también tiene que ver con su obsesión por que sus genes permanezcan en la faz de la tierra todo el tiempo posible -por esa misma razón dona todo el esperma que puede, incluso se dice que se lo propuso a una pareja que le cayó simpática en una fiesta en Silicon Valley, algo que él niega-, pero ese es otro artículo.
El caso europeo y español
¿Qué sucede en otros lugares? ¿Es necesario mejorar las tasas de natalidad, o demográficamente ya somos suficientes? Primero pongamos cifras a este “problema” más cerca, en la Unión Europea. Las tasas de fertilidad están, de media, por debajo de los 2,1 hijos por madre, la que se establece como ratio de reemplazo para mantener estable la población, como también sucede en el resto de países desarrollados. No es un cambio de tendencia, de hecho, esa cifra dejó de ser una realidad en el Viejo Continente tras los años 70 y ha continuado rebajándose. Los datos de Eurostat muestran que en 2022 nacieron 3,88 millones de bebés en el club de los 27, por primera vez en décadas la cifra fue inferior a los 4 millones.
Este panorama tiene consecuencias en otros ámbitos: el pago de las pensiones, el gasto en sanidad y la disponibilidad de mano de obra son algunas de ellas. Y la inmigración es una solución en algunos casos, se utiliza como argumento político para dar la bienvenida a personas procedentes de otros países y, por contra, como en el caso de Musk, se critica el cambio étnico que puede producirse en las sociedades con la llegada de trabajadores extranjeros. En el caso de España, varios informes del Banco de España y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) han causado revuelo por decir que si las tasas de natalidad se mantienen serán necesarios millones de migrantes además de los que está previsto que lleguen para sostener las pensiones.
No obstante, según un informe del Centro Común de Investigación (JRC, por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea titulado Baja fecundidad en la UE: una revisión de tendencias y factores, la inmigración es solo una solución temporal, que no aborda los problemas de base que han llevado a esta situación en Europa: las condiciones laborales de los jóvenes, la falta de políticas para garantizar la conciliación o el desarrollo de nuevas carreras profesionales y vitales que también llevan a retrasar la paternidad y a reducir el número de hijos. “La investigación demográfica ha demostrado ampliamente que la migración no puede evitar de forma realista el envejecimiento de la población. Los migrantes pasan a formar parte de una sociedad que envejece y tienden a adaptarse a los regímenes de fecundidad de esa sociedad con el paso del tiempo. Lo que la migración puede hacer es compensar parcial y temporalmente la disminución del tamaño de una población”, apuntan los investigadores.
Ante esta realidad, países como Francia e Italia ya han hecho de la natalidad una política de Estado. A principios de este año, el primer ministro francés, Emmanuelle Macron, anunció un nuevo plan para el “rearme demográfico” del país, según publicó Le Monde. Este plan consta de dos políticas, la primera, un nuevo permiso de paternidad de hasta seis meses para ambos progenitores. La segunda, un plan nacional contra la infertilidad.
Por su parte, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, declaró que la “natalidad es una prioridad” para su gobierno. Una de las medidas que ha puesto en marcha es la prohibición de los vientres de alquiler, no solo en Italia, sino también para ciudadanos italianos que recurran a esta práctica en el extranjero. Además, también ha ampliado el permiso parental y ha propuesto que se reduzcan los impuestos para las mujeres que tengan al menos dos hijos. "Queremos dejar claro que una mujer que da a luz al menos a dos hijos ya ha ofrecido una contribución importante a la sociedad y, por lo tanto, el Estado compensa en parte pagando cotizaciones a la seguridad social", expresó la líder italiana.
En España, y pese a que la jubilación de la generación del baby boom va a producirse en la próxima década, tensionando las cuentas públicas por el enorme coste de las pensiones, no existe un plan para mejorar las cifras de natalidad. Al mismo tiempo, la esperanza de vida no deja de alargarse -en España va a subir seis años en los próximos 50, hasta los 89 años-. Lo que dice la Seguridad Social es que el sistema va a ser sostenible gracias a la reforma de las pensiones de los últimos años y a la llegada de extranjeros, especialmente gracias al aumento de las cotizaciones sociales que sostendrán los aumentos del gasto que se vienen provocados por la actual demografía española. Bruselas y los supervisores tienen dudas, pero solo podrán resolverlas en los próximos años.
¿Qué pasa si no conseguimos mantener los actuales niveles de población? Quienes están a favor de impulsar la natalidad argumentan que tendrá consecuencias terribles, porque los niños son necesarios para que crezca la economía y mejore la sociedad. Sin embargo, hay ecologistas que argumentan que disminuir la población es clave para proteger los recursos del planeta. Y otra postura apunta a que si continúa la tendencia actual, el mundo se verá abocado a ser dirigido por conservadores durante los próximos siglos, asumiendo que quienes más hijos están teniendo son de dicha tendencia política y que sus hijos también lo serán, con lo que animan a que las personas de izquierdas dejen de lado sus reticencias y tengan más hijos.
Pero volvamos a Estados Unidos. Si Donald Trump está dispuesto a obligar de alguna manera a los norteamericanos a tener más descendencia por la influencia de Elon Musk es aún un misterio. El magnate defiende la idea de que América sea más grande, lo que quizá lleva implícito que crezca en población, pero al mismo tiempo pretende deportar a 11 millones de migrantes… y a la vez quiere que sus ciudadanos sean más libres, piezas difíciles de encajar. De momento los jueces conservadores que designó para el Supremo en su anterior legislatura han conseguido tumbar el derecho al aborto a nivel federal y hoy día terminar un embarazo antes del parto está prohibido en casi dos docenas de estados -aunque nada apunta a que la medida vaya a mejorar las tasas de fecundidad-.
Estados Unidos es el único país desarrollado sin una baja pagada por maternidad o paternidad, lo que está demostrado que es una buena forma de favorecer la descendencia, pero Trump no ha prometido hacer nada al respecto. Sí es partidario de bajar los impuestos a las familias, como llevan haciendo los últimos presidentes del país, y podría aprobar alguna otra medida fiscal en esta línea. Con respecto al aborto, el presidente electo una vez estuvo a favor de prohibirlo, pero a día de hoy asegura que prefiere que sean los estados los que decidan en base a lo que digan sus votantes.
En cambio, el Proyecto 2025 del que Trump dice no saber nada está a favor de limitar las pastillas del día después, entre otras medidas conservadoras para impedir las interrupciones del embarazo y "favorecer" la creación de más familias. "Para mejorar la fertilidad necesitamos políticas creativas y grandes, junto con un cambio importante social y cultural", ha escrito el economista -obsesionado con la fertilidad- del Departamento de Agricultura de EEUU Lyman Stone en uno de sus artículos sobre el tema. Está por ver si será el caso en esta legislatura del republicano (y en el resto del mundo).
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