La guerra civil siria es un laberinto tan complejo que pocos desde Occidente tienen los elementos suficientes para esbozar siquiera un análisis que no caiga en el sectarismo o la frivolidad de acabar defendiendo la necesidad de proteger un régimen autocrático como el de Bashar Asad, que resistió durante décadas a base de unos despiadados servicios de inteligencia, el miedo colectivo y una élite que, lejos de democratizarse o aceptar algunas de las demandas voceadas en 2011, lo apostó todo a la persecución brutal de cualquier ejercicio de oposición y el auxilio de Rusia e Irán.
Una de las figuras clave de la polifónica oposición siria, integrada por seculares, izquierdistas, islamistas o kurdos, es Hadi al Bahra, presidente de la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria, más conocida como Coalición Nacional Siria, el principal movimiento opositor a Bashar Asad. Al Bahra (Damasco, 1959) es graduado en ingeniería por la Wichita State University de Kansas (EE.UU.) y fue negociador jefe en las conversaciones de Ginebra que buscaron sin éxito un entendimiento entre el régimen y la disidencia.
Una ofensiva "esperada desde hace meses"
Al Bahra conoce bien los entresijos de la ofensiva que desde el pasado miércoles ha permitido a los rebeldes sirios liderados por Hayat Tahrir al Sham (HTS) y grupos aliados, incluidos algunos respaldados por Turquía, tomar Alepo y avanzar hacia el sur en un insólito golpe a Asad y sus dos principales aliados internacionales, Rusia e Irán. “Lo que está ocurriendo en Alepo se esperaba desde hace meses, como resultado natural de la arrogante política del régimen de Asad, indiferente al sufrimiento del pueblo sirio, con todos sus espectros y componentes, y de su continua negativa a participar positivamente en los esfuerzos del proceso político facilitado por la ONU en Ginebra”, señala Al Bahra en conversación con El Independiente.
La Coalición Nacional Siria controla el noroeste de Alepo.“Asad intentaba dar la impresión de que había ganado, pero en realidad no consiguió ninguna victoria”, comenta Al Bahra. “Siria está dividida en cuatro zonas de influencia y cuatro gobiernos diferentes, y en cada zona hay fuerzas militares de uno de estos países: Rusia, Estados Unidos, Turquía e Irán, además de la intervención militar de Israel”, desliza. Una fragmentación del territorio que es resultado de una guerra que estalló en 2011 después de que Asad reprimiera violentamente las demandas populares surgidas al calor de la Primavera Árabe. Desde entonces, la contienda ha dejado alrededor de 600.000 muertos; más de 6 millones de desplazados internos y otros tantos millones de refugiados; más de 200.000 desaparecidos.
“De hecho, Siria es un país dividido, y la brutalidad del régimen y su enfrentamiento al pueblo revolucionario con fuerza excesiva y los crímenes que cometió contra manifestantes pacíficos y civiles provocaron la huida de más de una cuarta parte del pueblo sirio en busca de refugio en países fuera de Siria, y otra cuarta parte se convirtieron en desplazados internos dentro de Siria a zonas fuera del control del régimen”, recuerda el disidente.
La mitad de los sirios que viven dentro de Siria residen ahora en zonas fuera del control del régimen
“La mitad de los sirios que viven dentro de Siria residen ahora en zonas fuera del control del régimen, el otro cincuenta por ciento reside en zonas del régimen, pero los recursos naturales se encuentran fuera de esas zonas, y la corrupción y la mala gestión prevalecen en el gobierno del régimen de Asad”, subraya. El sábado los rebeldes ocuparon Alepo, la mayor ciudad de Siria de la que fueron expulsados en 2016, y siguieron hacia Hama, donde el ejército de Asad logró detener el avance. Desde entonces, la aviación siria y rusa bombardean el enclave.
Una olla a presión
“Cuando los sirios se dieron cuenta de que los gobiernos árabes habían aceptado normalizar sus relaciones con el régimen, y algunos países europeos habían empezado a dar indicios de su intención de volver a entablar relaciones con Asad, todo ello hizo que los sirios perdieran la esperanza en la existencia de cualquier oportunidad de un futuro para ellos en su patria, lo que llevó a un gran número de ellos a buscar refugio, y a otro grupo a dirigirse a zonas bajo la influencia de la oposición, lo que sometió a esas zonas a una gran presión demográfica que no se corresponde con sus infraestructuras, además de la escasez de sus recursos”, relata Al Bahra.
Un proceso que, a su juicio, explica ahora el avivamiento de la guerra civil siria cuyos frentes habían permanecido sin apenas cambios desde 2020. Desde 2023 Damasco ha intensificado los ataques en Idlib y otras zonas controladas por la oposición. “Lo que ha agravado recientemente la situación es que Asad y sus aliados de las milicias iraníes han intensificado sus ataques contra las zonas de la oposición para desestabilizarlas, lo que ha generado una gran presión popular que exige que las fuerzas militares de la oposición tomen medidas para poner fin a los crímenes de guerra cometidos por el régimen en sus zonas, así como la necesidad de ampliar la zona administrada por la oposición en proporción a su población”, apunta.
“Un grupo cada vez más numeroso, tanto de las zonas del régimen como de las de la oposición, consideran ahora necesario activar el proceso de negociación política para lograr una transición política en Siria hacia un sistema democrático de gobierno que satisfaga sus aspiraciones de justicia y libertad, les permita permanecer en su patria o les resulte atractivo para los refugiados regresar a ella”, opina Al Bahra.
Tras años de parálisis, la contienda -en mitad de un Oriente Próximo en llamas, con un débil alto el fuego en el Líbano y la operación militar israelí sin fin en la Franja de Gaza- vuelve a primer plano, unida a la crisis humanitaria de una población que se siente olvidada. “Todas estas condiciones llevaron a la cúpula militar de la oposición a decidir el lanzamiento de una operación militar para disuadir la agresión llevada a cabo por el régimen de Asad y las milicias iraníes, liberando las zonas desde las que se lanzan estos ataques”, asegura Al Bahra.
La operación -encabezada por Hayat Tahrir al Sham (HTS), que rompió lazos con Al Qaeda en 2016- comenzó el miércoles y nadie entre quienes la urdieron confiaban en un progreso tan rápido ante la desbandada de las tropas gubernamentales. “Cuando comenzó la operación, los combatientes de la oposición se vieron sorprendidos por el rápido derrumbe de las posiciones del régimen y de las milicias iraníes y la huida de sus combatientes, lo que les llevó a decidir ampliar la operación militar para incluir la liberación de Alepo”, concluye Al Bahra.
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