Cuando supieron de la columna de rebeldes que se aproximaban a Alepo y la desbandada de las fuerzas del régimen que durante años prometió proteger a los cristianos, imaginaron lo peor. “Viendo la rapidez con la que venían, acá todo el mundo, sobre todo los cristianos pensaron: 'Nos van a matar'. Lo que más afecta al miedo del hombre es la imaginación”, desliza Hugo Alaniz, sacerdote argentino que reside desde hace años en la segunda ciudad del país, en un crisol de credos heridos por 13 años de guerra civil.

Hace semana y media el enclave cayó en manos de la oposición, liderada por la organización islamista Hayat Tahrir al Sham. Fue la primera plaza estratégica que la alianza rebelde arrebató al régimen de Asad antes de avanzar hacia Hama y Homs y finalmente alcanzar en tiempo récord Damasco. Sus progresos alarmaron a la comunidad cristiana. “Acá sabían cómo habían actuado antes estos grupos. Las familias con niñoas especialmente, decían: '¿qué va a pasar?' Ha sido un momento muy crítico para esta gente y nuestro trabajo ha sido, primero, tratar de ayudar a que hagan algo contra la desesperación, porque no se sabía qué iba a pasar pero también había que intentar de dominar un poquito esos miedos”, esboza Alaniz.

Una comunidad diezmada por la guerra

A lo largo de una semana de conversación con El Independiente, el padre ha ido reflejando cierta sensación de calma. La minoría cristiana representa alrededor del 2,5% de la población siria. La mayoría pertenece a la Iglesia Ortodoxa Griega de Antioquía y la Iglesia Ortodoxa Siria. La contienda ha diezmado a la comunidad, que como el resto de habitantes ha sufrido el éxodo y diáspora. Al comienzo de la guerra vivían unos 200.000 cristianos en Alepo. Hoy apenas llegan a los 30.000 fieles. “Empezamos con mucho miedo, algo normal, y poco a poco se ha ido calmando. Ahora reina cierta tranquilidad”, comenta el sacerdote vinculado al Instituto del Verbo Encarnado, una orden cristiana establecida en Argentina en 1971 y con misiones por todo Oriente Próximo.

El padre Hugo, en una imagen de archivo.

En sus mensajes a la población, los rebeldes han tratado de mitigar el miedo a su llegada tras décadas en las que el régimen de Asad se promocionó como el único protector de mapa multiétnico del país. El líder de HTS, Abu Mohamed al Jolani, lanzó un mensaje conciliador durante su visita a la ciudadela de Alepo pidiendo a sus combatientes “calmar las preocupaciones de nuestro pueblo, de todas las comunidades”. “Alepo siempre ha sido un punto de encuentro de civilizaciones y culturas, y lo seguirá siendo, con una larga historia de diversidad cultural y religiosa”, manifestó.

El sacerdote argentino confirma que el trato con los nuevos dirigentes de la ciudad ha reducido el terror inicial. “La convivencia entre cristianos y musulmanes sigue siendo buena. Lo peor esa ahora la inestabilidad y la subida de los precios. Todo es dos o tres veces más caro. Hemos podido distribuir algunas ayudas, pero ahora resulta muy poco. Estamos aquí al lado de nuestra gente, tratando de hacer el apoyo emocional en estos momentos. Pedimos que no haya más víctimas. Ojalá que sea un momento de transición en paz”, señala.

Un vendedor ambulante cerca de la ciudadela de Alepo. | Efe

La convivencia entre cristianos y musulmanes sigue siendo buena

Los sermones en las iglesias de Alepo también han instado a sus parroquianos a no inquietarse en plena mudanza. “No temáis, queridos hermanos. Hemos recibido garantías de todas las partes. Seguid viviendo con normalidad y todo seguirá como antes, incluso mejor”, lanzó uno de los arzobispos de la ciudad. En sus declaraciones públicas, Al Jolani ha mantenido el tono. En Mahardeh, una ciudad predominantemente cristiana en el centro de Siria, suplicó a sus residentes que no huyeran mientras sus combatientes atacaban la cercana ciudad de Hama. “Garantizaremos su protección y guardaremos sus propiedades”, indicó.

Las circulares que el grupo y el resto de facciones a cargo de la transición han emitido desde entonces han pedido a sus militantes que se abstengan de lanzar comentarios ofensivos e incluso de imponer la modestia en la vestimenta para la población femenina. Unas órdenes que han sorprendido a los cristianos. En su primer declaración el pasado domingo, el Consejo Nacional de Transición subrayó su compromiso de “construir un Estado libre, justo y democrático en el que todos los ciudadanos sean iguales sin discriminación”. “Llamamos a todo el pueblo sirio a unirse y unir nuestras manos en esta etapa histórica, y afirmamos que la nueva Siria no se limitará a nadie, sino que será una patria para todos. ¡Viva Siria libre y orgullosa! Que la paz, la misericordia y las bendiciones de Dios sean con vosotros”.

Imagen de Alepo. | Ep

"El futuro es una incógnita"

El cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Damasco, pidió la protección de los cristianos sirios cuando hace dos semanas arrancó la ofensiva. La minoría cristiana no ha olvidado las acciones del autodenominado Estado Islámico y del califato proclamado a caballo de Siria e Irak. Su reguero de destrucción de lugares de culto, persecución y secuestro de cristianos sigue siendo pensado entre la comunidad.

Con la perspectiva de los últimos días, a Alaniz le sigue sorprendiendo la velocidad con la que avanzaron. “Lo más increíble es la rapidez y que no hubiera oposición del ejército y de las fuerzas armadas del gobierno de Siria”, admite quien, como el resto de Siria, vive esta nueva era con más interrogantes que certezas. “Es difícil hablar del futuro porque es toda una incógnita. Es algo muy nuevo acá”, desliza.

“Nosotros convivimos con musulmanes, muchos de ellos amigos y muy serviciales. De todos los países árabes que he vivido, esta ciudad, Alepo, me ha impresionado mucho por la buena convivencia que hemos tenido en estos años, pero ahora tenemos este gobierno que no sabemos qué es. Es una incógnita. Esperamos que podamos, al menos, vivir nuestra fe con cierta dignidad también, porque hasta ahora también la gente ha perdido hasta eso. Y que podamos vivir una vida normal, de fraternidad con los demás, y que no se repitan las historias de años pasados en otros lugares, como Mosul. Ojalá que esto sea para bien”, concluye.