“Está difícil pero lo intentamos”. Es el mensaje que recibo poco después de aterrizar en Doha, la moderna capital de Qatar. Me llega a través de una aplicación de mensajería segura. Llevo semanas recordándole mi visita. Durante los días siguientes la comunicación apenas da sus frutos. Me resigno a pensar que la “situación fluida”, en mitad de la inesperada caída de Asad en Siria y los intentos aún tímidos de reanudar las negociaciones para un alto el fuego, me dejarán irremediablemente sin entrevista.
Tengo la maleta preparada y la esperanza extraviada cuando recibo el mensaje de confirmación: “Mañana a mediodía”. Mi interlocutor es Basem Naim, jefe de relaciones políticas de Hamás y uno de los rostros más destacados de la estructura de la organización islamista palestina en el exilio. Fue ministro de Sanidad de la Franja de Gaza y asume ahora las tareas de portavoz de un movimiento que ha perdido a lo largo de 2024 a sus principales estandartes, desde Ismail Haniyeh -liquidado por el Mossad en Teherán- hasta Yehia Sinwar, tiroteado por una patrulla israelí en Gaza.
En el árido extrarradio de Doha
Durante la mañana espero los datos con la ubicación del encuentro. Los recibo a la hora justa de ponerme en marcha. Hace un año ya me reuní con otro dirigente del buró político de Hamás. La entrevista se desarrolló también a mediodía en un centro comercial de la capital qatarí, en el discreto interior de una heladería. En aquella ocasión entrevistador y entrevistado, rodeado de un séquito de jóvenes espigados, conversamos protegidos de las miradas indiscretas por unos sillones propios de un restaurante de carretera americano.
Para mi sorpresa, en esta ocasión el GPS me conduce hasta una barriada del árido extrarradio de Doha. El coche se detiene en una hilera de casas idénticas, con sus portones de hierro negro y dorado y su arquitectura de piedra blanquecina, idéntica a la de cualquier otro distrito residencial del golfo Pérsico. El único elemento que me indica el lugar es un coche de policía apostado en una de las aceras. Me percato que estoy en el cuartel general del grupo en Doha, la oficina política que desde hace años actúa como representación de Hamás más allá de los confines de Gaza y Cisjordania.
Veo al uniformado camina hacia mí cuando unas de las verjas cede y asoma un joven de estricto traje negro, cuidada barba y gesto serio. “Parece sacado de Fauda”, me digo. “Te esperábamos. Pasaporte y documento de identidad, por favor”. Son las primeras que cruzo con él. Y casi las últimas. Me interno en el patio cementado -no recuerdo haber visto rastro de naturaleza- mientras quien ha hecho las veces de portero fotografía mi documentación. “Me la quedo. Te la devuelvo a la salida”, me avisa. Cuando subo el par de peldaños que me separan de la puerta y la puerta de la vivienda se abre, me encuentro con una sala diáfana y sin apenas decoración. En una de las paredes cuelga el único cuadro de la estancia: un retrato de Ismail Haniyeh, el líder político asesinado en julio en Irán, con la estética que se le dispensa a un “shahid” (mártir, en árabe).
Que me esté haciendo la entrevista aquí, en Doha, es una señal de que seguimos
Me indican la silla que preside uno de los costados de la mesa y uno de los anfitriones, de barba cana y más edad que el de la puerta, me invita a sentarme. “Prefiero quedarme de pie”, digo. Por lo que cuchichean me percato de que les preocupa el volumen de mi mochila, atestada con el trípode, la cámara, los micrófonos y el portátil. Me piden que la deje en la sala y que entre sin aparatos electrónicos. Me niego y se abren unas improvisadas negociaciones. Les explico que necesito tomar imágenes; grabar un pequeño vídeo y grabar el audio. El hombre de barba cana desaparece de escena y regresa poco después con la respuesta del doctor Basem. Acepta las condiciones.
Amenaza de cierre
La entrevista arranca poco después en una sala contigua, rodeada de sillones entre los que aparecen plantadas pequeñas mesas con hileras de botellines dispuestos con estricto orden. Por la forma en la que un ayudante asoma por la sala y deja una bandera con tazas de café en el centro de una de las mesas deduzco que se trata del autor del alineamiento de los botellines. Su esmero, pienso, le delata. Ha probado a situar la bandeja en varias posiciones hasta decantarse por la que la aparece dispuesta en paralelo al borde del tablero, meticulosamente en el centro, a la misma distancia de todas sus esquinas.
Basem toma asiento en el centro con el fondo de dos banderas, la de Palestina y la del movimiento y sobre el fondo ondulante que forman las cortinas que tapan la ventana. Una de las preguntas es precisamente por el lugar en el que nos hallamos, la sede de una oficina cuya permanencia ha alimentado durante los últimos meses los rumores de su cierre por parte de las autoridades qataríes. “Que me esté haciendo la entrevista aquí, en Doha, es una señal de que seguimos aquí”, responde. Creo que Qatar está bajo la presión de los estadounidenses, tal vez para presionar a su vez a Hamás. Pero al mismo tiempo los que están presionando saben que para llegar a un final de este conflicto, un alto el fuego, tienes que tener o mantener a tu contraparte. ¿Cómo se puede negociar con Hamás si Hamás se traslada, por ejemplo, a otro país? Se trata de presionar a Hamás, pero al mismo tiempo entienden que la presencia de Hamás en Qatar también es muy útil para ellos, y creo que Qatar ha transmitido este mensaje, y lo ha dicho públicamente, de que Hamás está aquí sobre la base de acuerdos con los estadounidenses y los israelíes para tener un canal de negociación”, arguye.
Será un honor para mí y para mi familia que acabemos con nuestra vida como mártires por una causa noble y justa
Basem se extiende durante 40 minutos bajo la mirada de uno de sus ayudantes, sentado frente a él, en el lado opuesto de la sala. Da sensación de estar tranquilo, incluso cuando le pregunto por la muerte de parte de la dirigencia. “¿Se están guardando las espaldas más que habitualmente?”, le interrogo. “Soy un conocido miembro de este movimiento desde hace décadas. Fui ministro de Sanidad y Juventud y Deporte y miembro del buró político. Siempre, también antes del 7 de octubre, hemos esperado ataques de los israelíes. Es la principal herramienta del Mossad: buscarnos y cazarnos, pero también consideramos que cualquiera comprometido con una causa nacional como la palestina tiene que saber que para luchar por la libertad y la dignidad hay que estar dispuesto a pagar precios a veces muy altos. Yo pasé por la guerra en Gaza y era posible ser asesinado en cualquier momento”.
“¿Y estaría decidido Israel a saltarse la línea roja de atacarlos en territorios como Qatar o Turquía?”, pregunto. “Ya se han saltado todas las líneas rojas. Israel se comporta como un estado canalla. Lo que creo profundamente, que parte de mi fe religiosa que la vida y la muerte, se decide sólo por un Alá y nadie puede decidir cuando su vida es comenzar. Y cuando tu vida se acaba, de esta manera u otra es una herramienta para implementar la voluntad de Alá. Yo podría haber muerto por un accidente de coche. Será un honor para mí y para mi familia que acabemos con nuestra vida como mártires por una causa noble y justa. Tienes que morir. Tienes que morir sin importar cómo, pero morir de la manera correcta por una causa noble creo que es una buena elección”, concluye.
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