Por segundo año los cristianos palestinos celebran la Navidad con el ruido de la guerra en Gaza, que se ha cobrado más de 45.000 muertos. Los ecos de la tragedia, que durante estos últimos doce meses ni siquiera ha conocido un breve alto el fuego, resuenan también en Cisjordania ocupada, en el hogar de Rana Abu Farha, una periodista cristiana palestina.
“No hay justificación para matar a un número tan elevado de civiles de esta forma tan brutal, matándolos de hambre o en ataques contra sus tiendas de campaña. Lo que ha estado pasando es una locura”, desliza Abu Farha, presentadora de televisión desde su casa de Belén, la localidad palestina donde el Nuevo Testamento sitúa el nacimiento de Jesús. Según uno de los últimos censos publicados, los cristianos palestinos representan alrededor del 2% de la población de Cisjordania, en torno a 47.000 personas. En Gaza, antes de la ofensiva israelí, había unos 3.000 feligreses.
Para Abu Farha, la escala de la operación militar israelí en Gaza -con la franja completamente devastada- “ni siquiera es aceptada por ningún ser humano que crea en las cuestiones básicas de humanidad”. “Es un genocidio. Qué decir cuando se trata de la religión cristiana y de los cristianos que creen en la paz, que creen en el sacrificio de Jesucristo y en lo que hizo, sacrificarse por los demás”. “Esto sucedió en Jerusalén, cerca de nosotros, donde hoy tienen lugar todas las otras cosas y lo opuesto por parte de Israel. Siempre me pregunto cuál es la idea de apoyar al sionismo, cuando el sionismo se basa en la creencia de que el judaísmo todavía está esperando que el salvador venga a salvarlos y a darles su tierra prometida”.
La periodista denuncia que haya clero en Occidente y partidos políticos de supuestas raíces cristianas, como Vox en España, que muestren simpatía e incluso apoyo a las acciones del Gobierno de Benjamin Netanyahu. Los de Abascal tienen lazos con ministros israelíes como Amichai Chikli. “Los cristianos creemos que el salvador vino y cumplió su promesa y por eso nació Jesús en Belén, creció en Nazaret y murió y resucitó en Jerusalén. Entonces, ¿por qué el cristianismo sigue apoyando la idea del sionismo? Siempre he tenido este tipo de pregunta. El cristianismo se basa en el amor; en dar y aceptar al otro, en la no violencia... Es doloroso para mí como cristiana”, arguye.
¿Por qué el cristianismo sigue apoyando la idea del sionismo?
Su mensaje está lleno de interrogantes. “Me pregunto por qué tantos cristianos y tantas iglesias de todo el mundo, especialmente en EE.UU. y en parte en Europa, como en España, apoyan a Israel en sus acciones”. “No tengo problemas con la presencia y la existencia del Estado de Israel conforme a las fronteras de 1967, pero no la ocupación en Cisjordania, Jerusalén, Gaza ni las palabras, las acciones, las brutales acciones del estado de Israel”. “Creo en la solución de los dos Estados, y esta es mi opinión, y conozco a muchos palestinos, ya sean cristianos, musulmanes o de la Autoridad Palestina que lo consideran así. Incluso hemos llegado a un acuerdo para reconocer a Israel en las fronteras de 1967”, agrega.
La pesadilla de vivir en Cisjordania
“A mí me gustaría escuchar la respuesta de aquellos que hoy en España apoyan a Israel”, admite. Abu Farha lamenta las restricciones diarias que enfrenta en Cisjordania, en mitad del continuo expansionismo de los asentamientos israelíes. “Quieren forzar a que nos vayamos. Es una estrategia sistemática en la mentalidad de la ocupación. Unas acciones ilegales, según la legalidad internacional y las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU”, lamenta.
La reportera rememora pasajes de violencia diaria, de restricciones de movimiento debido a los puestos de control del ejército israelí y de hostigamiento y medio por la presencia de colonos armados. “Son demasiadas cosas, desde los problemas para moverse hasta las redadas diarias a Belén y los pueblos de alrededor. Desde el 7 de octubre de 2023 [fecha de los ataques de Hamás en el sur de Israel] la situación se volvió aún peor y más agresiva”, reconoce.
Abu Farha recuerda como uno de los momentos más duros de su biografía el asedio al que las Fuerzas de Defensa de Israel sometieron a la simbólica Iglesia de la Natividad de Belén durante un mes en 2002. “Fue uno de los muchos incidentes que dejaron malos recuerdos que afectaron a mi vida y a la de muchos otros en Belén y Cisjordania. La invasión fue un shock para nosotros, como cristianos, en primer lugar, porque siempre creímos en la idea de tener la iglesia más sagrada del mundo, que es la iglesia de la Natividad en Belén. Nunca pensamos que los israelíes se atreverían a venir e invadirnos, a invadir la iglesia, matar a decenas de personas alrededor de la iglesia y en la iglesia, incluido uno de ellos, que era el hombre que solía hacer sonar las campanas en la iglesia. Le dispararon mientras tocaba la campana a la hora regular de la iglesia. Recuerdo esto y recuerdo que escribí un pequeño libro sobre ello. Documentaba los acontecimientos diarios de lo que sucedía allí porque yo vivía muy cerca del templo”, rememora.
22 años después, la periodista reconoce vivir con el sentimiento de frustración e ira, con el dolor de un muro que separa a Belén y Jerusalén, una ciudad a apenas 15 minutos en coche y a la que solo puede desplazarse con un permiso cada vez más difícil de obtener. “Durante décadas Belén fue considerada un barrio de Jerusalén. Los cristianos de Belén y Jerusalén, como minoría en Palestina, solían estar juntos como familias y se casaban entre ellos. Después de los cambios políticos de 1967, de la década de 1980 y de la construcción del muro en la de 2000, se cerraron las ciudades, separando a las familias”.
Con la esperaza de un Estado palestino mutilada por el control y avance israelí, la periodista reconoce “mantener la esperanza de vivir en paz”. “Siempre tendré la esperanza de tener el derecho de movimiento, el derecho de elegir la forma en que quiero vivir en mi propio país, donde nací y crecí. Pero depende del fin de la ocupación. Nadie vivirá en paz a menos que se acabe con la ocupación. Terminar con la ocupación significa también terminar con los asentamientos, retirarse del territorio, dar a los refugiados el derecho a decidir si quieren volver a su país o no. Después tendremos que hablar de la igualdad de derechos y de la solución de los dos Estados. Como palestina y cristiana, mi fe me obliga a tener esperanza”, concluye.
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