Fatma Aydemir, escritora y periodista nacida en Alemania, es la tercera generación de migrantes kurdos de Turquía. Sus novelas abordan temas como la migración, la identidad cultural y los conflictos generacionales en el contexto de la diáspora turca en Alemania. Debutó con su novela Ellbogen en 2017, una obra que explora las tensiones sociales y los desafíos de los jóvenes inmigrantes en Europa. Es conocida por sus ensayos incisivos y su columnas en medios alemanes, donde reflexiona sobre cuestiones de género, racismo y pertenencia.
En su nueva novela, Demonios (Random House), Aydemir se adentra en la complejidad de una familia turco-alemana fracturada por secretos, traumas y expectativas insatisfechas. La obra sigue las historias de seis parientes, cada uno lidiando con sus propios "demonios" internos y el legado de la migración. Con una prosa íntima y potente, construye un retrato colectivo que aborda temas universales como la pérdida, la identidad y la desconexión intergeneracional. Demonios ha sido aclamada por su profundidad emocional y su capacidad para capturar las sutilezas de la experiencia humana en un contexto multicultural.
Pregunta.- Su libro aborda las diferencias entre generaciones de migrantes turcos. ¿Cómo lo vive usted misma?
Respuesta.- Soy parte de la primera generación de migrantes que ha nacido en Alemania. Tuve muchas más oportunidades y un mayor acceso a esta sociedad y a la educación que el resto de mi familia. De hecho, fui la primera en mi familia en ir a la universidad. Siendo la tercera generación de migrantes y comparándome con la generación de mis padres o de mis abuelos, me siento muy privilegiada. Mis padres y mis abuelos me dicen: "te quejas todo el tiempo de Alemania y del racismo, pero tienes todo lo que necesitas, ¿por qué te quejas?". Tienen toda la razón. Las cosas están mejorando en términos de que podemos ir al colegio, tener buenos trabajos..., pero yo diría que las personas de origen kurdo no tenemos las mismas oportunidades que un alemán blanco, por ejemplo. Es por ello que ahora que hemos conseguido más derechos, debemos seguir reivindicando una igualdad entre migrantes y autóctonos porque es que ahora nos escuchan, no estamos silenciados y marginados como hace 20 o 30 años.
No tenemos las mismas oportunidades que un alemán blanco
P.- ¿Cómo equilibran las familias migrantes la preservación de las tradiciones turcas con la adaptación al entorno alemán?
R.- Yo crecí en un hogar musulmán y con raíces kurdas de Turquía, como la familia de mi libro. A la vez, iba al colegio, tenía amigos y me empapaba de la cultura de Alemania. Tengo la sensación de que las familias inmigrantes de clase trabajadora se adhieren mucho a sus tradiciones y cultura, y hablándoles en su idioma a sus hijos para que lo aprendan. Esto es porque creen que de esta manera sus hijos se sentirán de Turquía y no de Alemania, para en caso de volver a Turquía que estén integrados como unos ciudadanos más. Pero para mí esta idea de "esta es la cultura turca" y "esta es la cultura alemana" resulta muy artificial. Para ser honesta, ni siquiera puedo decirte cuáles son las tradiciones alemanas o turcas, porque estas ideas son muy nacionalistas y no creo que haya "fronteras" tan fuertes. Algo que me parece muy interesante y que intentaba describir en el libro es la idea de que la cultura turca o kurda es algo artificial en el sentido de que la diáspora la contiene. Es decir, estás en tu casa y quieres mantener tu tradición durante generaciones, pero cuando vuelves a Turquía te das cuenta de que la gente vive, piensa y habla de las cosas de forma diferente. Las culturas son más fluidas de lo que se piensa.
P.- ¿Crees que las generaciones más jóvenes de la diáspora turca sienten más conexión con Turquía o con Alemania?
R.- Cada vez que la economía alemana no va bien, la retórica es muy racista. Está presente en los medios de comunicación y en la política. Por supuesto, los jóvenes están muy influenciados por eso al darse cuenta de que no se les ve como parte del país, aunque hayan nacido ahí. Este sentimiento de no ser aceptados como parte de una sociedad, les lleva a identificarse más con el país de origen de sus padres aunque no sepan mucho de él. Lo conocen, pero es sólo la imagen que tienen de cuando van allí de vacaciones, no conocen la realidad exacta. También hay una tendencia a romantizar Turquía por no conocer bien el país, por ejemplo, y eso lleva a una idea romántica de diferentes tradiciones que pueden ser muy conservadoras. Entiendo por qué ocurre esto, pero la verdad es que no me gusta porque, de alguna manera, es lo contrario del progreso. Mirar siempre hacia el pasado y hacia lo que la gente ha estado haciendo durante generaciones es interesante conocerlo, pero creo que no es bueno.
P.- Tu primer libro también trata sobre la emigración de Turquía a Alemania. ¿Te gustaría seguir esta línea temática en tus próximos libros?
R.- La verdad es que no lo sé. En este momento lo que estoy escribiendo es algo completamente diferente, pero siempre me pasa que la historia que empiezo a escribir nunca termina siendo la que se publica. El motivo porque Ellbogen y Demonios tratan sobre inmigrantes turcos es porque es un tema muy importante para mí. Las personas que emigraron de Turquía tienen etnias, lenguas o religiones distintas. A algunas de estas personas no se les permitía practicar esto en Turquía, como puede ser el caso de los kurdos, y cuando emigraron a Alemania de nuevo les oprimieron. Es como que han tenido que experimentar lo mismo dos veces y me parece fundamental hablar de esas historias. Al final los kurdos sufren racismo, aunque obviamente no por todos los alemanes ni por todos los turcos. Pero es interesante analizar el racismo que hay entre comunidades diferentes de inmigrantes; las personas que están oprimidas oprimen a otras minorías, es una cadena de opresión continua. Aún así, no estoy segura de si mis próximos trabajos van a ser sobre eso.
Las personas que están oprimidas oprimen a otras minorías; es una cadena de opresión continua
P.- ¿Cómo cree que ha cambiado la percepción de los turcos y kurdos en Alemania desde los años 70 hasta hoy?
R.- Cambió, por supuesto, porque la población también cambió. Cuando mis abuelos llegaron a Alemania o cuando esta familia de la que estoy hablando en el libro llegó a Alemania por primera vez, fue sólo 20 o 30 años después del Holocausto, es decir, de este genocidio de las personas que no son vistos como alemanes. Los inmigrantes cuando llegan a Alemania dicen: "trabajaré, ganaré dinero y volveré a mi país" y los alemanes están de acuerdo porque piensan: "bueno, levantan nuestra economía, así que no está tan mal que vivan aquí por un tiempo y cuando tengan dinero se irán". No se esperaba que se fuesen a adaptar a la sociedad y cultura o que fuesen a aprender el idioma, porque nadie quería que se quedasen. Pasó mucho tiempo hasta que hubo posibilidades reales de que se adaptaran realmente.
El racismo interiorizado que tenían los alemanes hace años lo he vivido de pequeña. Recuerdo que era casi imposible encontrar un piso para mi abuela porque llevaba el hiyab (pañuelo) en la cabeza. Los caseros le decían: "no, no puedes alquilar nuestro piso porque a los vecinos no les gustaría ver que conviven con alguien musulmán". Esto probablemente siga pasando en algún momento o lugar del mundo, pero ya no es la norma, por lo que hay ese cambio. También creo que la percepción de los turcos y kurdos que han crecido aquí ha cambiado porque, como comenté antes, ahora podemos expresarnos. Sin embargo, ahora hay muchos migrantes que son de países de los que no solían venir migrantes y a estos no se les está tratando bien porque son "extraños", así que los nuevos refugiados se enfrentan a realidades muy duras.
P.- ¿Cómo se vive ahora mismo en Alemania el cierre de fronteras a extranjeros?
R.- Estamos viviendo un momento muy crítico ahora mismo. La extrema derecha tendrá más apoyo en las próximas elecciones del que tenía antes. Digo que es un momento crítico no sólo porque los partidos de extrema derecha siguen siendo fuertes, sino porque los otros partidos conservadores comenzaron a hacer las mismas políticas y a fortalecerse también. Así que ya no importa quién sea elegido. Por supuesto, para las minorías es un momento aún más crítico. De hecho, mis padres están considerando volver a Turquía, por ejemplo. No creo que sean felices allí, pero ya no se trata de serlo. Es más la idea de protegerse a uno mismo del daño que podría hacer un gobierno de extrema derecha en el poder. Realmente no creo que sea una buena solución dejar el país, porque también es importante permanecer, organizarse y encontrar maneras de llevar a esta sociedad en una dirección diferente. Aún así, entiendo la postura del miedo que se siente y querer irte a otro lugar.
P.- En Alemania también ha surgido un movimiento de izquierdas que mira con recelo a los migrantes…
R.- Se autodenominan de izquierda, pero para mí eso no es izquierda. Quieren igualdad económica, pero solo para gente blanca. A mí me suena a fascismo. Ahora mismo tenemos un gobierno de centro izquierda al que poco tiempo le queda, por cierto. Pero este gobierno ha deportado a refugiados y está vendiendo armas a algunos países para que continúen con las guerras. Es responsable de que las guerras continúen, pero claro, no quieren que los refugiados de esas guerras vengan a Alemania. En términos de lógica, no tiene sentido. Creo que este ejemplo refleja muy bien que no se trata de un problema de izquierda, derecha o centro, es más bien un problema alemán. Creo que también lo es de la Unión Europea, que defienden mucho la idea de "todos juntos somos una Europa", pero a la vez están cerrándole las puertas a otras personas vulnerables que intentan llegar y que tienen derecho a hacerlo cuando lo necesitan.
P.- ¿Cómo ves el racismo que sufren los kurdos en Turquía?
R.- Es una historia muy compleja, porque durante muchos años estuvo prohibido decir simplemente que eras kurdo. Eso ya era visto como un acto de terrorismo y el Estado decía que no existían los kurdos en Turquía, es decir, negaban su simple existencia. Además, si se hablaba la lengua kurda, encarcelaban a la gente que lo hacía. Ahora mucha gente al azar en la calle recibe palizas por hablar kurdo, así que es un problema muy grande en realidad. Esto lo reflejo en mi libro, que muchas familias simplemente dejaron de hablar kurdo. No se lo enseñaron a sus hijos para protegerlos y hacer invisible de dónde vienen. La creencia es que si no saben el idioma no van a tener ningún problema y una vida mejor. Yo por ejemplo no hablo kurdo y mis padres tampoco, porque mis abuelos fueron esa generación de kurdos que ya no le enseñaron la lengua a sus hijos. Pero mucha gente de mi generación está yendo a academias a aprender kurdo para recuperar su identidad. Esta situación de ocultar su identidad ha ido cambiando en las últimas décadas. Ahora ha habido un auge del movimiento kurdo en Turquía y está bastante ligado al feminismo también, esto hace que ambos movimientos sean muy criticados.
Mucha gente de mi generación está yendo a academias a aprender kurdo para recuperar su identidad
P.- Justo ahora el feminismo en Turquía es muy necesario…
R.- Sí, está habiendo un aumento de la violencia machista. Estoy muy preocupada por lo que está pasando en Turquía, pero también en Alemania y en todas partes. Hay una autora alemana que se llama Christine Klem y habla de la idea de la paradoja feminista. Es decir, que cuantos más derechos obtengan las mujeres en la sociedad, más dura será la reacción del lado conservador. Estamos experimentando un momento en el que ya no es ridículo llamarse feminista, porque hace 20 o 30 años era así, y también en el que se está hablando mucho sobre la igualdad. El problema es, por ejemplo, que el próximo presidente de Estados Unidos sea una persona con un pensamiento tan misógino. Porque es muy peligroso pensar en lo normal que es que un hombre así pueda ser el líder de la democracia modelo de Occidente.
Volviendo a Turquía, creo que es un error asumir que la violencia contra las mujeres es un problema solo de Turquía o de Afganistán, por ejemplo. Por supuesto que hay una gran opresión a las mujeres en esos países, pero es un problema global. Y se convertirá en un problema aún mayor con los líderes políticos a nivel mundial que vamos a empezar a tener. La situación se volverá cada vez más dura para las mujeres.
P.- Alemania está blindándose ante los inmigrantes…
R.- Esto no va a terminar bien. Alemania y la Unión Europea están usando a Turquía como una muralla, haciendo que retenga a inmigrantes para que no entren en Europa. De esta manera, le permiten a Turquía hacer lo que quiera sin que tenga consecuencias, como abolir la prensa libre o encarcelar a todos los políticos opositores. Turquía y la UE tienen una amistad muy tóxica, tanto que ahora mismo Europa está repensando sus relaciones con Turquía.
Creo que las políticas ultraderechistas que vamos a empezar a tener en Alemania empeorarán la situación de los inmigrantes. Tendremos que encontrar la manera de sobrevivir a este período. Durante años hemos estado asustados y esperando a ver qué pasaba en las elecciones. Y ahora, si no gana la extrema derecha, los otros partidos conservadores van a hacer las mismas políticas, así que ya no importa. Lo harán durante cuatro años, destruirán muchas estructuras del país y luego espero que la gente aprenda de ello y podamos empezar de nuevo y pensar en nuevas formas de convivencia. Pero creo que los próximos cuatro años serán muy difíciles y espero que sólo sean cuatro años.
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