La cuenta atrás para la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca se acelera. Oficialmente el segundo mandato del creador del movimiento MAGA (Make America Great Again) arranca el 20 de enero, pero ya ha realizado sus designaciones clave. Así sabemos que el senador Marco Rubio será el secretario de Estado, el primero de origen hispano, y su enviado especial para Ucrania, el general retirado Keith Kellogg. La cuestión clave en 2025 será cómo se definirán las garantías de seguridad de Ucrania: de ella dependerá la relación de Occidente con Rusia, el futuro de la UE como actor geopolítico, la relación transatlántica, la injerencia de China sobre Taiwán, y el auge o declive de autócratas de diverso pelaje desde Maduro a Kim Jong-un.

En clave interna, veremos si Trump respeta el estado de Derecho, y los medios de comunicación independientes pueden seguir siéndolo. En este segundo mandato controla la Casa Blanca, las dos Cámaras del Congreso, y a la vez la mayoría de los jueces del Supremo han llegado al cargo gracias a él.

El mundo libre está pendiente de cómo evoluciona EEUU con el triunfo del estandarte de la egopolítica, apoyado en una figura como Elon Musk, el multimillonario propietario de X. Veremos si los dos egos pueden trabajar juntos o entran en colisión. Si Trump rebasa las líneas rojas y deja de respetar los fundamentos del estado de Derecho, será una señal para todos los que le ven como un referente como Javier Milei en Argentina. Trump ha dicho que es su político favorito.

Precisamente en América Latina, el 10 de enero las miradas del mundo se fijarán en Venezuela, donde Nicolás Maduro quiere impedir a toda costa la toma de posesión del presidente electo, Edmundo González. Venezuela cada vez es más una nueva Cuba.

Rusia necesita a Ucrania para ser imperio

Para entender lo que se juega en Ucrania hay que recordar a un polaco afincado en Estados Unidos que fue consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter. Zbigniew Brzezinski (1928-2017), uno de los mayores expertos en Relaciones Internacionales, sostenía que Ucrania es vital para que Rusia se constituya como imperio, y al contrario, sin Ucrania, Rusia deja de ser imperio. Zbig, como le llamaba Carter, era un auténtico visionario. (Uno de los tres hijos de Brzezinski, Mark, termina ahora su mandato como embajador en Polonia, donde ha ayudado a defender la democracia).

Así se entiende que el control de Ucrania es vital para la supervivencia de Rusia y de Putin. El líder ruso no quiere una paz por territorios salvo para tomar impulso. Para impedirlo Ucrania ha de contar con las garantías de seguridad que ofrece la OTAN o bien un despliegue de tropas de países con armas nucleares. No hay otra opción.

En Ucrania esperan a Keith Kellogg en enero. El 24 de febrero se adentra en el cuarto año de guerra. Las autoridades ucranianas le trasladarán una idea fundamentalmente: si América quiere ser grande de verdad, ha de mantener la ayuda a Ucrania, como nos explica en una entrevista el jefe del comité de exteriores de la Rada ucraniana, Oleksander Merezhko, quien considera fundamental que EEUU siga contribuyendo a parar la agresión rusa.

Trump dijo en campaña que pararía la guerra en Ucrania en 24 horas. El presidente francés, Emmanuel Macron, que pretende compensar la decadencia nacional con un impulso internacional, se vio con Trump con motivo de la reinauguración de Notre-Dame. Macron hizo posible el encuentro con Zelenski y trasladó a Trump que los ucranianos y los europeos han de ser escuchados en caso de que haya negociaciones con el Kremlin.

Pero el propio Trump pronto se dará cuenta, y el general Kellogg es consciente de ello, que a quien menos le interesa la paz es a Putin. Es algo de lo que se olvidan quienes claman por la paz en abstracto olvidándose de quién es el agresor y quién es el agredido, y esto se aplica a la izquierda española o a la ultraderecha alemana, que confluye con la pardoizquierdista Sahra Wagenknecht. En Alemania hay elecciones el 23 de febrero y la guerra en Ucrania va a ser un tema electoral de peso.

El momento de la verdad para Europa

Será vital si Trump va a poner como condición de cualquier tregua que Ucrania tenga garantías de seguridad. Lo ideal sería que Ucrania lograra el ingreso en la OTAN cuando acabe la guerra (no es posible mientras sigan los combates). Ni EEUU ni Alemania son favorables así que varios países europeos se plantean que la alternativa sería una fuerza de interposición formada por tropas de varios países, algunos de ellos potencias nucleares.

Macron ha planteado la cuestión y el británico Keir Starmer no es reacio. En Polonia prefieren que ahora se concentren las energías en ayudar a Ucrania, que necesita vía libre para usar armamento de largo alcance en territorio ruso. EEUU, Reino Unido y Francia ya dieron luz verde, pero Alemania sigue siendo reticente.

La Unión Europea se juega su razón de ser como actor geopolítico en la defensa de Ucrania. Mientras los países nórdicos, los Bálticos y Polonia tienen claro que solo si Ucrania sigue siendo soberana se podrá impedir que Putin continúe con sus pretensiones imperialistas, en otros países de la OTAN, como España, se ve la guerra con más distancia.

Alemania se debate entre el apaciguamiento y el compromiso con Kiev. El candidato de la Unión, Friedrich Merz, que probablemente sea el próximo canciller, es firme en su apoyo a la defensa de Ucrania y quiere enviar Taurus. Si los europeos no están a la altura, y eso significa ofrecerse a garantizar la soberanía de Ucrania y aumentar el presupuesto de defensa, Trump reforzará el aislamiento de EEUU, aunque esto tampoco beneficia a la primera potencia global.

El efecto dominó en Taiwán

Si Putin se sale con la suya en Ucrania, debido al abandono de EEUU y la falta de coordinación europea, China interpretará que cuenta con vía libre para actuar sobre Taiwán si lo estima necesario. Desde las reformas de mercado iniciadas por Deng Xiaoping a finales de la década de 1970, el Partido Comunista ha basado su legitimidad en la mejora constante de las condiciones de vida de la población. Lo ha conseguido gracias a la exportación masiva de bienes subvencionados y copiando la tecnología occidental. Sin embargo, este modelo se derrumba.

El próximo año mostrará si Xi Jinping encontrará una idea alternativa para sostener el régimen. Muchos temen que recurra al nacionalismo radical: un intento de unir a la nación en torno a la idea de incorporar por la fuerza Taiwán al resto del país. China prefiere que la anexión sea pacífica pero no renuncia a ella, y si hay estancamiento económico, o se vislumbran problemas, y además comprueba que EEUU renuncia a defender la soberanía de Ucrania, podría pasar a la acción.

Una revolución en Oriente Próximo

En Oriente Próximo está en curso un cambio de paradigma. La caída del régimen de Bashar Asad confirma que Irán está perdiendo influencia en la región. Ya lo habíamos visto en el pulso con Israel a través de sus proxys, sobre todo Hizbulá en el Líbano. Los israelíes lograron este 2024 descabezar a la organización proiraní en el país vecino. Tampoco Irán ha podido acudir en ayuda de Hamás en Gaza. Queda por alcanzar la esperada tregua en Gaza, donde ni las labores de mediación de Qatar han logrado vencer la resistencia de los ultraortodoxos israelíes y la obstinación suicida de los radicales palestinos.

Mucho menos capacidad de acción se ha visto en Siria por parte de Irán. ¿Hasta dónde llegará este colapso de Irán? ¿Aprovechará el momento Donald Trump en colaboración con su aliado el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu? Lo que sí que ha anunciado Trump es la imposición de más sanciones a Teherán. El régimen se desangra económicamente y la insatisfacción popular es palpable, sobre todo, entre los jóvenes y las mujeres.

Pero la caída de Asad también ha dejado en evidencia que Rusia no puede atender varios frentes a la vez y que da prioridad a Ucrania. Es posible que en 2025 esto afecte a la influencia rusa en los países del Sahel. Francia se había retirado, pero la fragilidad rusa en esta región abre la vía a nuevos escenarios.