Entre este domingo 19 de enero y el domingo 2 de marzo habrán transcurrido 42 días. Exactamente las seis semanas que estipula el acuerdo de alto el fuego anunciado el miércoles en Doha para poner fin a los 15 meses de guerra entre Israel y Hamás. El 2 de marzo debería concluir la primera de las tres fases establecidas por un pacto que costó interminables rondas de negociaciones a Qatar y Egipto, los mediadores, y que solo desbloqueó el ultimátum que Donald Trump vinculó a su toma de posesión de este lunes en Washington.
Y ni siquiera el tictac de la cuenta atrás ha dejado expedito el camino. Desde el miércoles el acuerdo ha tenido que sortear los recelos y las acusaciones cruzadas de ambas partes de intentar torpedearlo. Su agónica aprobación el viernes por el Gabinete de seguridad primero y las largas deliberaciones del Gobierno israelí alimentan las dudas de los expertos consultados por El Independiente. Pocos apuestan por que el acuerdo sobreviva más allá de esta primera fase, que contempla la liberación de 33 rehenes israelíes, incluidas todas las mujeres (soldados y civiles), niños y hombres mayores de 50 años, a cambio de entre 990 y 1.650 presos palestinos. La reanudación de la guerra asoma hoy en el horizonte como el más probable de los escenarios.
La primera fase, la más fácil de implementar
“La implementación de la primera fase podría ser la más fácil. El desafío clave surgirá cuando empecemos con la implementación de la segunda y tercera fase”, advierte en conversación con El Independiente Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson. “El liderazgo decisivo de Donald Trump es realmente clave. Él es el único con poder e influencia sobre Netanyahu para presionarle continuamente para que cumpla el acuerdo. Pero lo mismo ocurre con Hamás. Así que aquí Egipto y Qatar, tal vez también Turquía, necesitan presionar continuamente a Hamás para que se atenga al acuerdo”, agrega el analista.
Netanyahu se halla, por enésima vez en el último año y medio, en mitad del fuego cruzado: a las exigencias de Trump -un presidente más próximo a su proyecto, que rechaza de plano la creación de un Estado palestino, pero a quien tiene más problemas para decir que no- suma la rebelión del sector más ultraderechista de su Gobierno de coalición, que le reclama el compromiso de reanudar la guerra una vez completada la primera etapa, y la presión de las familias de los rehenes, que le piden que el acuerdo se cumpla hasta el final y “hasta que el último secuestrado regrese a casa”.
“Soy escéptico en cuanto a que el acuerdo de alto el fuego vaya mucho más allá del primer intercambio de prisioneros por rehenes y de un redespliegue temporal de las fuerzas israelíes”, confirma a este diario James Gelvin, profesor de Historia Moderna de Oriente Próximo de la Universidad de California y un reputado experto por el conflicto palestino-israelí. Unas semanas después de iniciarse la primera fase -el día 16 de tregua-, se retomarán las negociaciones. Será la prueba de fuego para saber si sobrevive la tregua pactada ahora.
En esas conversaciones, Israel y Hamás, junto con los mediadores estadounidense, egipcio y qatarí, deben abordar la complicada cuestión de cómo se gobernará Gaza a partir de ahora. Israel rechaza que Hamás pueda seguir al frente. Si no se alcanza una acuerdo, Tel Aviv podría reanudar su operación militar en Gaza contra Hamás, incluso mientras decenas de rehenes siguen en manos de los militantes. Quedarían 65 rehenes.
El gobierno israelí afirma querer el fin de la guerra, pero también afirma que la guerra sólo terminará con la destrucción de Hamás
Los acuerdos en fases no funcionan
Tres razones abonan el escepticismo del Gelvin, el mismo que vocean académicos y diplomáticos. “En primer lugar, está el mal historial de los acuerdos que se supone que se desarrollan por etapas a lo largo del tiempo. Es fácil completar la primera fase: ya se ha negociado y se han decidido los parámetros. Después de la primera fase, las cosas se complican. No sólo las cuestiones a decidir son más polémicas, sino que para conseguir que ambas partes firmen el acuerdo en primer lugar la hoja de ruta suele ser ambigua. Tal es el caso ahora. Recordemos: El acuerdo de Oslo preveía un proceso gradual que debía conducir a una paz palestino-israelí en 1999. La última ronda de negociaciones tuvo lugar en 2015. La redacción de este acuerdo (si es que las versiones publicadas son exactas) también es ambigua. ¿Cuándo se liberará a los rehenes en la fase 2? ¿Antes o después de la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza? Ambas partes ya han ofrecido interpretaciones contradictorias”, alega el experto.
“La segunda razón por la que soy escéptico son los objetivos bélicos israelíes. El anexo del acuerdo habla de un 'retorno a una calma sostenible que logre un alto el fuego permanente...'. El gobierno israelí afirma querer el fin de la guerra, pero también afirma que la guerra sólo terminará con la destrucción de Hamás. Para Netanyahu, la liberación de los rehenes ha tenido una importancia secundaria, si es que tiene alguna importancia. Un miembro de alto rango del gabinete israelí ya ha dicho que recibió garantías del gobierno estadounidense de que Israel estaría justificado para romper el alto el fuego en caso de que Hamás violara sus términos. Dado que es probable que ninguna de las partes esté actuando de buena fe, tal violación debería ser fácil de encontrar o fabricar”, agrega Gelvin.
La administración Trump simplemente quiere ser capaz de afirmar que han detenido la guerra
El tercer motivo está basado en los recelos que despierta la nueva administración Trump, su proximidad con Netanyahu y con las contrapartidas que el republicado podría haber ofrecido al israelí, entre ellos, la anexión de Cisjordania y algún concesión en su guerra contra Irán. “Netanyahu puede contar con la escasa capacidad de atención y la credulidad de Donald Trump, que tendría que mantener la presión sobre Israel para llevar a buen término este largo proceso. ¿Alguien recuerda el plan de Trump 'Paz para la prosperidad' para un acuerdo entre israelíes y palestinos propuesto durante su primer mandato? Probablemente Trump tampoco lo recuerde. Tampoco es probable que el equipo que Trump ha reunido para tratar con Israel y Oriente Medio presione a Israel para que cumpla los términos del alto el fuego”, concluye.
Para Hassan, uno de los interrogantes que queda pendiente de dilucidar es si, satisfecha la primera fase, “Trump seguirá realmente comprometido como hasta ahora, si no cambia de opinión y se asegura de presionar continuamente a Netanyahu”. Las expectativas son altas, tal vez demasiado altas. La operación militar israelí, iniciada el 7 de octubre de 2023 tras el ataque de Hamás que dejó más de un millar de muertos y más de 200 rehenes, arroja un balance aterrador: alrededor de 47.000 gazatíes han fallecido; 11.000 desaparecidos, probablemente sepultados bajos los escombros y un enclave completamente devastado.
“Ciertamente, el pueblo palestino espera un alto el fuego permanente. No sólo el pueblo, sino también Hamás. Hamás no gana nada con seguir luchando y está claro que va a cumplir el acuerdo; sería irracional que lo hiciera de otro modo”, señala a este diario Muhannad Ayyash, profesor de Sociología de la universidad canadiense de Mount Royal. “Por supuesto, en cualquier aplicación de un acuerdo como éste, habrá casos de malentendidos y malas interpretaciones de los términos del acuerdo, pero suelen ser cuestiones menores y pueden resolverse a través de los mediadores si se negocia de buena fe”.
La cuestión sin resolver
A juicio de Ayyash, “el problema es que Israel no está negociando de buena fe”. “El gobierno de Netanyahu no quería firmar este acuerdo, pero se vio obligado a hacerlo por los estadounidenses. Los estadounidenses, por su parte, tampoco están interesados en los derechos y la autodeterminación de los palestinos. La administración Trump simplemente quiere ser capaz de afirmar que han detenido la guerra, pintándose como una fuerza de paz y orden en el mundo. No van a presionar a Israel para que aplique las fases 2 y 3, detenga la anexión israelí de Cisjordania o dé pasos hacia el establecimiento de un Estado palestino soberano”, arguye.
“En resumen, su preocupación es la óptica, no la sustancia. Mi conjetura es que después de la fase 1, Israel y los estadounidenses culparán falsamente a Hamás del fracaso del acuerdo, y el genocidio israelí de los palestinos continuará. Pero incluso si llegamos a las fases 2 y 3, Israel no renunciará a su objetivo de hacer la vida casi imposible a los palestinos de Gaza, y continuará con sus esfuerzos intensificados para anexionarse grandes franjas de Cisjordania. Lo que todo esto significa es que la cuestión central seguirá ocultándose, y la cuestión central es la colonización israelí de tierras palestinas. Si no se aborda esta cuestión central, nunca habrá una paz verdadera ni un alto el fuego permanente”, subraya este experto. Múltiples razones que llevan hacia un nuevo callejón sin salida el próximo 2 de marzo, cuando el tictac marque el cambio de fase.
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