El frío fue un enemigo más temido que las tropas de Adolf Hitler. “Era el peor lugar en el que uno podía estar. Nevaba y hacía frío. Y me refiero a frío de verdad. La gente no sabe lo que es el frío. Nadie podía llegar hasta nosotros, o ni siquiera lo intentaban porque hacía mucho frío”, solía recordar el estadounidense Paul Rogers, uno de los últimos soldados supervivientes de una de las batallas más sangrientas de la II Guerra Mundial, la que se libró hace 80 inviernos en los bosques de las Ardenas de Bélgica, Luxemburgo y Alemania. Duró 40 días y acabó tal día como hoy de 1945.
Fue la última y desesperada ofensiva del III Reich. Su derrota, seis meses antes del desembarco de Normandía, allanó definitivamente el camino hacia la liberación. El 16 de diciembre de 1944, Hitler lanzó un intento agónico por dividir en dos las fuerzas estadounidenses y británicas y capturar Amberes. Los alemanes, que superaban en número y armamento a los estadounidenses, cosecharon un éxito inicial: abrir una brecha en la línea aliada y avanzar hacia el oeste.
Era el peor lugar en el que uno podía estar. Nevaba y hacía frío. Y me refiero a frío de verdad
Pero el efecto sorpresa dejó paso a un mes de combates. Los refuerzos aliados y la defensa estadounidense en Bastoña y St. Vith frenaron el avance alemán, al que castigaron la escasez de combustible, las duras condiciones del invierno -nieve, lluvia helada, vientos fuertes o ventiscas- y los problemas en la cadena de suministro. A principios de enero el contraataque aliado consiguió hacer retroceder a los alemanes y, a finales de mes, los aliados habían recuperado las posiciones que ocupaban seis semanas antes. Una de las rutas diseñadas por Liberation Route, la organización que mantiene la memoria de la II Guerra Mundial, recorre ahora esa batalla tan decisiva como costosa que decidió el curso del conflicto.
Luxemburgo: Cementerio y Memorial Estadounidense
Las de las Ardenas fueron unas escaramuzas que dejaron un reguero de pérdidas. El primer ministro británico Winston Churchill la consideró “sin duda la mayor batalla estadounidense de la guerra”. Los aliados sufrieron alrededor de 80.000 bajas mientras que las estimaciones del lado alemán las sitúan entre las 60.000 y más de 100.000. Fue la mayor y más sangrienta batalla individual librada por Estados Unidos en la II Guerra Mundial y la tercera campaña más mortífera de la historia estadounidense. El ejército nazi no pudo recuperarse del golpe.
“Y sigue habiendo desaparecidos en combate, especialmente entre aquellos que iban en los tanques, porque al arder los restos se perdieron”, relata a El Independiente Frank Rockenbrod, presidente del Museo Nacional de Historia Militar de Diekirch (Luxemburgo) y uno de los encargados ahora de defender la memoria de quienes perecieron. “En esos casos, lo más terrible es cuando nos llegan familiares de los desaparecidos y no podemos indicarles un lugar”, desliza.
Rockenbrod recorre el Cementerio y Memorial Estadounidense de Luxemburgo con la familiaridad propia de quien se mueve a oscuras por territorio conocido. En el camposanto, que administra Estados Unidos, reposan 5.076 estadounidenses. La mayoría de ellos murieron durante la Batalla de las Ardenas y, entre el mar de cruces, se halla la del rostro central de aquel combate, el general estadounidense George S. Patton. Durante años Rockenbrod ha ido reuniendo el testimonio de supervivientes y descendientes para elaborar una biografía de los nombres tallados en las lápidas. Más de medio millar de entrevistas que desnudan a la contienda de cualquier épica. “En esas conversaciones he conocido a gente tan fantástica que reconocían que no tuvieron la posibilidad de cumplir sus sueños. Llegaron aquí con 18, 24 o 30 años. Eran niños y la guerra es despiadada”, maldice.
Diekirch: Museo Nacional de Historia Militar
En el hoy apacible pueblo de Diekirch, de 6.700 habitantes en el noreste de Luxemburgo y a orillas del río Sauer, un grupo de vecinos comenzó a reunir objetos de la II Guerra Mundial. Fundado en 1984, el Museo Nacional de Historia Militar de Diekirch es hoy como internarse en una máquina del tiempo para revivir el pasaje más traumático del siglo XX europeo. A partir de la colaboración de veteranos de ambos bandos y testigos civiles, la institución ha desarrollado un itinerario en el que la pieza central es la Batalla de las Ardenas, con la exhibición de artillería, vehículos militares y equipos de comunicación, incluido un dispositivo de cifrado "Enigma" que aún funciona.
Rockenbrod, ligado al museo durante años, admite que uno de los testimonios más difíciles es el de aquellas madres o esposas que perdieron a sus hijos y maridos en el invierno de 1945 y recibieron a posteriori las cartas que les enviaban. “Todos estos tipos escribían muchas cartas, probablemente una al día o más, y tardaban hasta dos, tres, cuatro semanas en llegar a las familias. Así que hay que imaginar el dolor de una viuda que sabe que se le notifica por telegram su muerte y luego, cada día, les van llegando los correos”, narra.
Schumannseck: Ruta del Recuerdo
Schumannseck, hoy un cruce de carreteras cercano al municipio luxemburgués de Wiltz, fue escenario de los combates más mortíferos de la Batalla de las Ardenas. Su bosque aún guarda las heridas. Y, en contra de cualquier tentación de olvido, se ha establecido un sendero conmemorativo que, con siluetas en blanco y negro de soldados y civiles que huían, reconstruye el campo de batalla.
“Era importante defender los valores europeos 80 años después de la guerra. Pensamos cómo hacerlo y surgió la de las siluetas, porque apenas quedan ya supervivientes y debemos mantener sus testimonios”, comenta Rockenbrod, involucrado también en su puesta en marcha. Hasta 65 siluetas fotográficas a tamaño real emergen por una ruta a pie de 2,8 kilómetros en la que se muestran, además, instantáneas de objetos de la batalla hallados en el bosque. “Ahora que Europa está agitada por otra guerra, la de Ucrania, conviene recordar que la atrocidad de la guerra es la misma. Las armas de artillería siguen siendo las predominantes, hoy en día, son municiones más inteligentes. La sensación es que estamos en el mismo escenario. Es una guerra de infantería”.
Bastoña (Bélgica): Museo de la Guerra
Inaugurado hace 11 años, el Museo de la Guerra de Bastoña ofrece un viaje interactivo por el conflicto que sacudió Europa y tuvo réplicas internacionales. Su misión es acercar la contienda a las nuevas generaciones a través de pantallas y narraciones que tratan de arrojar luz sobre las sombras. Cuatro personajes ficticios, basados en testimonios reales, acompañan al visitante: un niño de 13 años, una maestra de escuela, un cabo de la 101ª División Aerotransportada estadounidense y Hans Wegmüller, un teniente alemán de la 26ª División Volksgrenadier.
En formato 3D el museo revive el Cuartel General Aliado del sur de Inglaterra en junio de 1944; el bosque de las Ardenas; y un ataque en el interior de un café local. Martin Gugnon es uno de los guías del museo y de los alrededores del centro, escenarios también de la batalla. “Recibimos a muchos tipos de público, entre ellos, interesados por la historia y familiares de soldados estadounidenses que lucharon aquí”, admite Cugnon en conversación con este diario. “Vienen en busca de rastros. Son visitas intensas porque siguen teniendo un vínculo emocional importante”, esboza.
Bastoña: Bosque de la paz, Memorial de Guerra de Mardasson, Bosque de Jack (le Bois Jacques)
Son algunos de los lugares en la geografía de Bastoña que quedaron marcados por la II Guerra Mundial. Las huellas de la batalla que sucedió alrededor de Bastoña son todavía visibles en el bosque de Jack (Bois Jacques) en Foy: trincheras y cavidades excavadas en el suelo para proteger a los soldados estadounidenses del fuego hostil. Su pervivencia muestra las complejas condiciones de los combates entre diciembre de 1944 y enero de 1945. El invierno fue duro y el frío intenso, con temperaturas a veces inferiores a 28 grados centígrados por la noche.
“Recuerdo una de esas visitas con especial emoción. Era una mujer cuyo padre estaba en la 17.ª División Aerotransportada, una unidad que llegó no solo como refuerzo, sino también como fuerza de contraataque en enero de 1945. Su padre había resultado herido de bastante gravedad durante esa batalla. Seguir sus pasos y adentrarse en el mismo bosque donde estaba cuando lo alcanzaron esos proyectiles fue un sentimiento muy fuerte para ella”, rememora el cicerone de aquella visita.
“La II Guerra Mundial sigue muy viva aquí. Sus heridas son algo que se ve todos los días, no solo con los familiares de las personas que lucharon allí, sino también con las familias locales. Por ejemplo, conozco pueblos donde todavía hay familias que no se hablan debido a las cosas horribles que sucedieron durante la guerra”, comenta Cugnon. “Es aún más relevante ahora que estamos viendo los efectos y enfrentándonos a los peligros de una guerra a las puertas de Europa, como es el caso de Ucrania. Por ejemplo, las lecciones que se han aprendido a través de la Segunda Guerra Mundial, no solo en la lucha, sino a veces también simplemente en tácticas de retirada las vemos ahora. Los mismos errores se están cometiendo de nuevo”, agrega.
La visita por Bastoña en busca de pesquisas de la guerra también debe incluir el Memorial de Mardasson, que conmemora la contraofensiva aliada de las Ardenas que se desarrolló entre el 16 de diciembre de 1944 y el 16 de enero de 1945. La mole recuerda a esos cerca de 80.000 soldados estadounidenses que murieron o resultaron heridos durante una batalla que sembró el terror en una región montañosa salpicada de zonas pantanosas.
El pueblo de Foy, a sólo 4 kilómetros al norte de Bastoña, en la carretera de Houffalize, fue ocupado por los alemanes del 21 de diciembre de 1944 al 13 de enero de 1945. Las tropas estadounidenses, en cambio, se instalaron en el bosque de Jack en Foy en su lucha por la liberación de Bastoña. Entre las aldeas que quedaron arrasadas por aquella fase final de la contienda, atrapadas en el fuego cruzado, Cugnon cita Houffalize, un trasunto de Guernica. “Hace unos años, tenían una gran copia de Guernica pintada en una de las paredes de la ciudad, que fue arrasada por las fuerzas aéreas estadounidenses en enero de 1945. 200 personas murieron”. La guerra dejó en total 3.000 muertos y un terreno baldío, minado de cientos de miles de piezas de artillería sin detonar.
Liberation Route Europe es un itinerario cultural certificado por el Consejo de Europa que conecta personas, lugares y acontecimientos para conmemorar la liberación de Europa de la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial. Con cientos de lugares e historias en nueve países europeos, la ruta enlaza las principales regiones a lo largo del avance de las Fuerzas Aliadas entre 1943 y 1945.
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hace 3 horas
La II GM sigue viva porque los ingleses, que no tienen recursos ni nada que vender, se dedican al malabarismo financiero, ‘pick a pocket or two’, con el Brexit se han hecho el harakiri, pretenden sacarles rentas a los hebreos que controlan las finanzas en el mundo occidental, y ocultar que sus ataques a Alemania, el 1º la guerra franco-prusiana de 1871, no tuvieron otro fin que deshacerse de un competidor industrial y comercial, como se lo avisó Engels en su obra sobre la situación de los trabajadores ingleses en 1845, que motivó toda la obra de K Marx.
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