El cruce de las calles Nemanjina y Kneza Milosa, en el corazón de Belgrado, lleva más de 25 años exhibiendo sus tripas. Como la exposición impúdica de un terremoto o una hecatombe, como quien huye de casa sin el más mínimo reparo dejándolo todo atrás. El cuartel general del entonces ministerio de Defensa de Yugoslavia fue bombardeado por la OTAN el 29 de abril de 1999 hasta en dos ocasiones, en el lapso de 15 minutos. Y, salvo una pequeña demolición por razones de seguridad, había permanecido hasta ahora intacto como símbolo de “la cruzada” contra Serbia.
Su maltrecho esqueleto sigue acechando a los transeúntes que pasean por el agradable barrio de Savski Venac, incluidos a los uniformados que trabajan en las instalaciones contiguas del actual ministerio de Defensa serbio. Previsiblemente por poco tiempo. El Gobierno serbio, en funciones desde que hace una semana las masivas protestas estudiantiles tumbaran al primer ministro, ha vendido el inmueble a Affinity Global Development, una empresa propiedad de Jared Kushner, yerno del expresidente de Estados Unidos Donald Trump.
Este gobierno ha puesto el país en venta. Es su forma de comprar el apoyo internacional
Centro de la inteligencia militar
La adquisición del edificio que durante años quedó congelado en el tiempo -en mitad de la balcanización de la federación yugoslava y los reproches y suspiros de los serbios- es parte del combustible que anima la contestación callejera. “Este gobierno ha puesto el país en venta. Es su forma de comprar el apoyo internacional. Ofrecen edificios, terrenos y negocios gratis o como gangas. El edificio del ministerio de Defensa es buen ejemplo de este proceso”, denuncia a El Independiente Radomir Lazović, copresidente de Los Verdes-Izquierda y diputado en la Asamblea Nacional.
Construido en la década de 1960 y diseñado por el famoso arquitecto serbio Nikola Dobrovic, el apodado “edificio de la Secretaría Federal para la Defensa del Pueblo” -en realidad, la sede del Estado Mayor del ejército yugoslavo- sufrió serios daños durante los bombardeos de la OTAN en tiempos de Javier Solana como secretario general en un intento de frenar las campañas de limpieza étnica del hombre fuerte serbio Slobodan Milošević. Era el centro neurálgico de la inteligencia militar y las operaciones de la ahora desaparecida república socialista de Yugoslavia.
El edificio A fue el más damnificado -padeció un tercer bombardeo en mayo de 1999- mientras que, una vez liquidado el sueño de Yugoslavia, el B pasó a albergar el ministerio de Defensa de Serbia. El ala en ruinas fue durante años un recordatorio de aquellos ataques aéreos. Hace una década se retiraron escombros para estabilizar la estructura y se produjo una limitada demolición.
Su resurgir de las cenizas está vinculado ahora al imperio Trump, el flamante presidente estadounidense que puso sus ojos en la inversión hace más de una década. Según las autoridades serbias, el acuerdo alcanzado con su yerno consiste en el arrendamiento de las instalaciones durante 99 años. “El inversor ha asumido la obligación de que, si no completa la inversión dentro del período especificado en el contrato, devolverá el terreno y lo que se construya hasta entonces a la República de Serbia sin compensación”, el entonces ministro de Construcción serbio, Goran Vesic. Kushner se ha comprometido a levantar en el terreno un complejo conmemorativo “dedicado a todas las víctimas de la agresión de la OTAN” y sujeto a un concurso internacional de arquitectura. “El complejo conmemorativo será financiado por los inversores y será propiedad de la República de Serbia, que decidirá el contenido programático del complejo y lo gestionará”, agregó.
"Una muestra de corrupción"
“Es una muestra de corrupción”, opina en conversación con este diario el historiador Milovan Pisarri. “Es la evidencia que todo funciona a nivel personal. No hay visión para el futuro del estado. Solo hay intereses privados de la clase política dirigente del Partido Progresista Serbio”, desliza Pisarri. El boom inmobiliario ha arrasado la ribera de Belgrado, en la confluencia del Sava y el Danubio. Modernos edificios con capital árabe han ido redibujando el panorama, igual que las minas de litio han sido adjudicadas a empresas extranjeras o los negocios petroleros son propiedad de la rusa Gazprom. “Durante estos 25 años, esperaron una buena oportunidad para vender el edificio del ministerio de Defensa”, comenta Pisarri, muy crítico con la desmemoria que ha ido apoderándose de la capital serbia.
Trump entiende bien a los serbios
En la nueva vida del inmueble que una vez albergó el Estado Mayor de las fuerzas armadas de Yugoslavia también aflora capital de Oriente Próximo. Según los medios locales, el proyecto de remozado cuenta con 2.000 millones de dólares de financiación del Fondo de Inversión Pública, el fondo soberano saudí que ha extendido sus tentáculos por medio mundo y que es accionista de la española Telefónica a través de STC. “Es una buena inversión y una buen negocio para Serbia”, señala a este diario Rade Basta, ex ministro de Economía serbio que presume de lazos con la administración y que estuvo presente en la toma de posesión del republicano. “Se construirán apartamentos y locales. Trump entiende bien a los serbios”, agrega.
En el proyecto que aspira a resucitar el destruido inmueble -con un hotel de lujo y 1.500 unidades residenciales- también ha desempeñado un papel protagonista Richard Grenell, quien fuera brevemente director interino de inteligencia nacional en el primer mandato de Trump, embajador en Alemania y enviado especial a los Balcanes. Hace apenas unos días fue el emisario de Trump que negoció con Nicolás Maduro la liberación de seis estadounidenses retenidos en Venezuela.
En Belgrado han sido muchos los que han recordado que los bombardeos que arrasaron el inmueble se ordenaron desde Washington, el mismo lugar desde el que se diseña ahora su nueva existencia. “Es indignante que el lugar donde murieron y fueron bombardeadas personas se convierta en un sitio con jacuzzis y casinos”, denunció Aleksandar Jovanović Ćuta, un político opositor cuando se dio a conocer el proyecto. Las decenas de miles de firmas que reunió en contra del proyecto inmobiliario no sirvieron para detenerlo.
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