Cuando hace una semana Donald Trump anunció su plan para expulsar a los palestinos de Gaza y construir una suerte de 'Riviera' en Oriente Próximo, el presidente estadounidense ya deslizó que la factura del destierro forzado y el “renacimiento” de la Franja debían asumirla “los países árabes ricos”. Una mención especialmente directa a Arabia Saudí, el reino con el que Trump y familia han forjado negocios a lo largo y ancho del mundo y al que el republicano busca embarcar en la fantasía de Gaza mientras batalla con su sueño de que la monarquía de los Saud reconozca finalmente Israel.
Un trofeo que, sin embargo, Riad aleja de la ecuación al mismo tiempo que rechaza en público el plan de Trump bendecido por la ultraderecha israelí y el primer ministro Benjamin Netanyahu. El reino de Mohamed bin Salman, el todopoderoso príncipe heredero y líder “de facto” del país, es uno de los más estrechos aliados y uno de los pocos que puede pararle los pies a Trump. Muestra de su relevancia, Trump anunció a última hora de este miércoles que será Arabia Saudí el escenario de su primer encuentro con su homólogo ruso Vladimir Putin en mitad de sus esfuerzos para acabar con la guerra en Ucrania.
El ministerio de Asuntos Exteriores saudí necesitó apenas hora y media para refutar el anuncio del republicano. En un extenso comunicado, la diplomacia saudí rechazó la idea. “El establecimiento del Estado palestino es una posición firme e inquebrantable", dijo el miércoles el Ministerio de Asuntos Exteriores saudí en una extensa declaración. “Su Alteza subrayó que el Reino de Arabia Saudí no detendrá su incansable labor hacia el establecimiento de un Estado palestino independiente con Jerusalén Este como capital, y que el Reino no establecerá relaciones diplomáticas con Israel sin ello”, agrega la declaración.
Nadie en Arabia Saudí tiene interés en vender el Estado palestino. Esa es la última y más importante moneda de cambio que tienen los saudíes
"No van a dar un giro de 180 grados"
“Nadie en Arabia Saudí tiene interés en vender el Estado palestino. Esa es la última y más importante moneda de cambio que tienen los saudíes en términos de autoridad y legitimidad en el mundo árabe y musulmán. Es una baza muy importante que no pueden tirar por la borda con un presidente que, obviamente, solo va a estar en el poder durante cuatro años”, apunta a El Independiente Andreas Krieg, profesor titular de la Escuela de Estudios de Seguridad del King's College de Londres. “No van a dar un giro de 180 grados en sus demandas solo porque Trump haga un comentario. Los saudíes son lo suficientemente estratégicos como para entender que tienen que adoptar una visión a largo plazo. Tienen su propia posición de negociación, y Trump está aportando la suya. Por el momento, hay muy poca superposición en estas dos posiciones de negociación”, subraya el analista.
El papel de Arabia Saudí es determinante en el juego que ha establecido Trump y en un diseño de Oriente Próximo que no casa con la concepción de saudíes y el resto de monarquías del golfo Pérsico. Tras los Acuerdos de Abraham que supuso la normalización de relaciones de Emiratos Árabes Unidos y Bahréin con Israel, la meta de la administración Trump es ahora sellar un acuerdo similar con Arabia Saudí. Un trato que lleva años negociándose y que muchos observadores consideran cercano cuando el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 lo hizo saltar por los aires.
La apuesta renovada de Trump es lograrlo ahora, pero los analistas consultados por este diario lo consideran poco probable, en una coyuntura regional distinta a la de hace 15 meses. “Queda un largo camino por delante para la normalización. El alto el fuego era una condición más de las condiciones que los saudíes necesitan. Y son dos: pasos creíbles hacia la creación de un Estado palestino y un tratado entre Estados Unidos y Arabia Saudí. Los pasos creíbles son hoy muy vagos para permitir las negociaciones. Y no es fácil”, apunta a este diario el analista saudí Abdulaziz Alghashian.
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La normalización de los saudíes con Israel, remota
“Los cálculos de Arabia Saudí para normalizar sus relaciones con Israel no han cambiado porque, en primer lugar, el alto el fuego no es un acuerdo de paz”, desliza Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson. La fragilidad de la tregua ha quedado al desnudo esta semana con unos reproches mutuos entre Hamás e Israel que mantienen en suspenso el canje del sábado y la amenaza de Netanyahu de reanudar la guerra. “Por delante hay cuestiones muy espinosas, complicadas y complejas sobre la reconstrucción de Gaza y su gobierno. Por lo tanto, creo que hasta que no se aborden estas cuestiones, no creo que haya ningún movimiento de Arabia Saudí para normalizar las relaciones con Israel”, arguye Hassan.
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A juicio de Jon Hoffman, investigador del Cato Institute, “actualmente no hay pruebas que sugieran que Arabia Saudí haya cedido en su principal punto de fricción para la normalización, a saber, el compromiso israelí con una vía creíble hacia un Estado palestino”. “A esto se suma la continua y feroz oposición de Israel a un Estado palestino. Aunque la normalización entre Arabia Saudí e Israel se presenta como una panacea para los problemas de la región, a menos que una de estas partes cambie su postura sobre la cuestión de un Estado palestino, el acuerdo entre Tel Aviv y Riad seguirá siendo lejano, por ahora”, pronostica.
El plan de Trump para Gaza, censurado por la comunidad internacional, complica aún más cualquier intento de redibujar el mapa de Oriente Próximo con el reconocimiento saudí del Estado hebreo. “La normalización entre Arabia Saudí e Israel está más lejos que nunca”, comenta el analista Ghanem Nusiebeh. “No veo cómo el gobierno de Netanyahu aceptará un Estado palestino. Sería impensable que Arabia Saudí normalizara sus relaciones con Israel sin una solución al problema palestino. Desde la perspectiva saudí, la pelota está en el tejado de los israelíes”, añade.
La reconciliación entre Arabia Saudí e Irán de 2023 fue un punto de inflexión; la región no quiere volver a la era anterior a 2021 de máximas tensiones y hostilidades
Apuesta por la estabilidad regional
En los últimos años Arabia Saudí ha sellado sendas reconciliaciones, primero con Qatar -que fue sometida a un bloqueo regional liderado por Emiratos- y más tarde con Irán. “La mayoría de los estados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se están posicionando cada vez más como mediadores y actores diplomáticos en la región. Arabia Saudí ha asumido un papel de liderazgo en la promoción de la estabilidad regional a través de la diplomacia desde 2023, alejándose de su anterior enfoque de confrontación a partir de 2015, en consonancia con su objetivo de liderazgo regional en asuntos económicos y políticos”, subraya Mehran Haghirian, director de Iniciativas Regionales de la Fundación Bourse & Bazaar, centrado en la resolución de conflictos y la diplomacia en el Golfo Pérsico.
Una apuesta por la estabilidad regional que también coincide con la de otros actores de la península Arábiga. “Qatar ha desempeñado un papel de mediación crucial en conflictos como la guerra de Gaza y en las relaciones entre Estados Unidos e Irán. Emiratos Árabes Unidos equilibran sus lazos económicos tanto con Irán como con Israel, al tiempo que mantienen sólidas relaciones económicas globales. Omán continúa su papel histórico como mediador neutral, facilitando el diálogo entre los actores regionales. Aunque cada estado desea afirmarse a nivel regional y global, ninguno busca el conflicto militar como solución”, detalla Haghirian.
El plan de Trump para Gaza pone en jaque ese paradigma y amenaza ese enfoque que privilegia los negocios. En una carta conjunta hace una semana, los jefes de la diplomacia de Emiratos, Qatar, Egipto, Jordania y Arabia Saudí expresaron su "rechazo categórico a cualquier plan dirigido a desplazar a los palestinos de Gaza, como propuso el presidente Donald Trump". "Oriente Medio ya sufre el mayor número de personas desplazadas y refugiados del mundo y cualquier nueva operación de desplazamiento exacerbará la inestabilidad regional y aumentará los riesgos de extremismo y disturbios", alega la misiva.
“Desde 2021, los países del Golfo Pérsico han seguido un claro camino de distensión y diplomacia con Irán. La reconciliación entre Arabia Saudí e Irán de 2023 fue un punto de inflexión, y los compromisos diplomáticos en curso son una señal de que la región no quiere volver a la era anterior a 2021 de máximas tensiones y hostilidades. Las recientes reuniones en Doha y Riad tenían por objeto tranquilizar a Irán sobre la neutralidad de los Estados del Golfo en el conflicto. Estos esfuerzos buscan evitar cualquier represalia iraní, especialmente contra la infraestructura energética crítica del Golfo, que es vital para sus economías. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos no quieren otra serie de ataques de grupos respaldados por Irán como los que se produjeron en 2019 y 2020”, insiste Haghirian.
Las petromonarquías, no obstante, no son un bloque monolítico. Emiratos y Bahréin, al reconocer a Israel, iniciaron una senda que no ha encontrado -de momento- seguidores. “Qatar, Kuwait y Omán siguen resistiéndose a la normalización sin una resolución de la cuestión palestina. Esta divergencia muestra que el CCG no es una unión de políticas idénticas, sino más bien una agrupación en la que cada estado sigue sus propios intereses estratégicos. Aunque han surgido alianzas más pequeñas, como el trío Arabia Saudí-Emiratos Árabes Unidos-Bahréin, dentro del CCG sobre cuestiones específicas, tampoco han sido duraderas. Lo que une hoy a los seis estados del CCG es su urgencia compartida por hacer realidad sus ambiciosas agendas de desarrollo, que serían imposibles de lograr en medio de un conflicto militar en el Golfo Pérsico o sus alrededores”, concluye Haghirian.
Una dinámica que abona la ficción del plan de Trump. Sin el apoyo y la financiación de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar resulta complicado descifrar de dónde sacará Trump un presupuesto para hacer realidad su megaoperación inmobiliaria en la devastada Franja de Gaza.
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