En un avión que regresaba a Turquía en 1999 con Abdullah Öcalan como prisionero, este declaraba que amaba a su país y que "lo serviría si fuera necesario". Más de un cuarto de siglo después, el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo), podría cumplir su promesa. Está previsto que Öcalan haga un llamado a esta organización terrorista –considerada como tal por Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea– para que deponga las armas.

Desde hace unos meses se viene gestando este proceso de paz entre Turquía y el grupo kurdo. El derrocamiento de Bashar Asad en Siria ha aumentado el 'peligro' de que ahora las fuerzas kurdas sirias supongan una amenaza para la unidad de Turquía. Es por ello que el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, está tratando de reactivar las conversaciones de paz con los kurdos.

Abdullah Öcalan está encarcelado en la isla-prisión de Imralı, en el mar de Mármara (Estambul), desde que fue capturado por los servicios secretos turcos el 15 de febrero de 1999 en Kenia. Ya no dirige las operaciones cotidianas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), pero sigue siendo venerado por los comandantes del movimiento. "El líder Apo –así lo llaman los miembros del PKK– hará una declaración importante e histórica el 15 de febrero y la convertirá en el comienzo de un intento de solución", afirmó la semana pasada Murat Karayılan, uno de los principales comandantes del PKK, según los medios de comunicación kurdos. Esta llamada de Öcalan no se produjo el sábado 15 de febrero, por lo que se estima que podría llegar unos días después. La elección de estas fechas se debe a que, el 15 de febrero, fue el aniversario de su detención en Kenia.

No son las primeras negociaciones de paz

Ya en 2013, Erdogan y el PKK comenzaron a acercar posturas para llegar a un acuerdo. Las conversaciones no fructificaron por "un atentado terrorista en Suruç, en la frontera con Siria, además del nuevo escenario regional y la reactivación de la violencia en el país vecino", subraya Valeria Giannotta, experta en política y relaciones internacionales de Turquía. Asimismo, la falta de marco legal, junto con los errores de ambas partes, contribuyeron a este fracaso, según Gülüstan Kiliç Koçyi̇gi̇t, vicepresidenta del partido DEM –prokurdo–.

Koçyi̇gi̇t pidió en su día la liberación de Öcalan para permitirle participar en negociaciones a un "nivel igualitario". "Sin una base legal, el gobierno puede hablar de paz y solución hoy, y mañana puede ser un puño de hierro en un guante de terciopelo y derivar en una política muy diferente", apostilló la vicepresidenta del DEM en su oficina del Parlamento turco.

Cuando las conversaciones colapsaron hace una década, la mayoría de los combatientes del PKK en Turquía se fueron a Siria para unirse a las filas de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), una milicia que lucha por la autonomía kurda siria. El YPG se unió a un intento liderado por Estados Unidos para erradicar el movimiento del Estado Islámico y terminó controlando alrededor de un tercio del país. Turquía ahora quiere que el YPG se disuelva y que los militantes del PKK entre sus filas abandonen Siria.

En los últimos meses, el aislamiento al que se sometía a Öcalan –desde el fracaso del último proceso de paz– se ha roto con la visita de varias delegaciones del DEM autorizadas por el Ministerio de Justicia. Según algunas fuentes locales, también ha habido contactos directos entre el líder del PKK y enviados del Gobierno.

Un giro ultraderechista

Erdogan ha hablado poco públicamente sobre la cuestión kurda. No obstante, su aliado ultranacionalista, Devlet Bahçeli, expresó su deseo de que Öcalan fuese liberado con la condición de que el PKK se desarme y participe en una resolución política. Bahçeli nunca ha estado a favor de hacer concesiones a los kurdos y este cambio de postura se puede deber a un interés político. "Erdogan y Bahçeli buscan reformar la constitución por sus conveniencias políticas y ahora mismo no tienen el suficiente apoyo para ello por la gran polarización que hay en Turquía", explica Giannotta. "El apoyo de los kurdos es fundamental, por eso ha habido este cambio de postura de Bahçeli", añade.

El socio de Erdogan aseguró que "si se declara el fin del terrorismo", Öcalan podría beneficiarse del "derecho a la esperanza". Esto quiere decir que sería liberado o puesto bajo arresto domiciliario, ya que pesa sobre él una condena a cadena perpetua. Sus palabras dieron pie a que el partido DEM solicitara visitar a Öcalan en la cárcel para tratar el asunto y romper así con su aislamiento. "Estoy dispuesto a tomar las medidas positivas necesarias y hacer el llamamiento requerido", declaró tras la visita de la delegación prokurda. Agregó que tiene la "competencia y determinación" para desarrollar el proceso.

Los kurdos representan casi una quinta parte de los 90 millones de habitantes de Turquía. El conflicto entre el PKK y la república turca ha dejado alrededor de 40.000 muertos y ha contribuido a la marginación económica del sureste de Turquía –de mayoría kurda–, así como la presión contra instituciones y miembros de la sociedad civil por la sospecha de ser miembros de la guerrilla. Si bien los objetivos del PKK décadas atrás incluían la independencia del Kurdistán turco, estas exigencias se han ido suavizando. La meta ahora es que el Gobierno turco reconozca la identidad y la cultura kurda en la constitución del país y permita la enseñanza del idioma kurdo en las escuelas. También exigen el derecho a la autodeterminación kurda, o lo que llaman "autonomía democrática", un estatus que transferiría más poderes del Gobierno de Ankara a las autoridades locales en el sureste de Turquía.

Mientras que el partido prokurdo DEM y Öcalan han acogido con agrado la invitación de Bahçeli, parece que en Qandil, los montes del Kurdistán iraquí donde se refugia gran parte del grupo armado, no ha sido tan bien recibida. Murat Karayılan –uno de los principales líderes del PKK–, ha advertido que no cesarán su actividad armada hasta que Öcalan en persona se reúna con ellos y se establezcan ciertas garantías. "Ni aunque fuese por videollamada. Öcalan tiene que hablar con libertad. Si no lo hace en persona, ¿cómo se puede convencer [a los combatientes del PKK] que dejen las armas?", declaró en una entrevista con el canal Sterk TV, emisora cercana a la guerrilla. "¿Cómo podemos discutir la cuestión del desarme sin un alto el fuego?", agregó. Su intervención ha provocado la duda de si Öcalan, considerado por DEM la "llave" para resolver el conflicto, sigue teniendo influencia sobre los combatientes tras pasar un cuarto de siglo encarcelado.

La importancia de los cambios en Oriente Medio

Los cambios regionales que han provocado la guerra en Gaza y la caída el pasado diciembre del régimen de Bashar Asad –cuyo padre acogió durante años a Öcalan hasta que las presiones de Turquía le obligaron a expulsarlo– podrían haber impulsado al Gobierno de Erdogan a negociar el fin del conflicto con el PKK. El desarrollo de la tecnología militar turca ha permitido que, en los últimos años, las Fuerzas Armadas turcas neutralicen la actividad del PKK dentro del territorio turco, y la lucha contra el grupo armado kurdo se haya trasladado al norte de Irak y a Siria.

Rojava –como los kurdos se refieren a las zonas bajo su control en Siria– se ha convertido en el mayor símbolo para el nacionalismo kurdo. Este área tiene una gran resonancia internacional tras la derrota de los yihadistas del Estado Islámico por parte de las milicias kurdas. Allí se ha establecido un sistema de autonomía en el que se ha garantizado un papel importante a las mujeres en la esfera política y militar. Esto incluye cierta participación democrática, aunque siempre dentro de los estrictos límites fijados por organizaciones vinculadas al PKK y dentro un modelo de fuerte culto a la personalidad de Öcalan –lo que es rechazado por buena parte de la población árabe y los kurdos no simpatizantes con la ideología öcalanista–.

El Gobierno turco ha reiterado que no permitirá que las milicias kurdosirias controlen su lado de la frontera, ya que las considera una rama del PKK. "Es un proceso tan diferente. La situación en Líbano no es la misma, Irán ha perdido poder [en la zona]. Siria ha cambiado. Turquía quiere resolver sus propios problemas para convertirse en una potencia regional", relató Tuncer Bakirhan, colíder del DEM.

El nuevo Gobierno sirio, que cuenta con apoyo total de Turquía, pretende unificar el control de todo el territorio y exige a las milicias kurdas que se disuelvan e integren en el nuevo ejército. Además, el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha comenzado a preparar planes para evacuar a sus 900 soldados en esa zona, lo que eliminaría el último obstáculo para una intervención militar turca en el norte de Siria, en caso de que las negociaciones entre las milicias kurdas y Damasco no den resultado.

"No se puede apuntar con armas a los kurdos en Kobane (Siria) y hablar de paz en Turquía", señaló en el Parlamento Gulistan Kiliç Koçyigit. Sin embargo, Ankara nunca olvida la perspectiva nacional de los asuntos. Si bien el proceso podría contribuir a la estabilidad regional, el cese del conflicto con el PKK también podría acabar brindando apoyo a Erdogan en las urnas –el voto kurdo ha sido clave en la última década–, lo cual le permitiría el cambio constitucional necesario para perpetuarse en el poder.

"La cuestión kurda es compleja, debe abordarse desde las dinámicas internas de Turquía, pero también regionales", señaló la vicepresidenta del DEM. Un aspecto que no está claro, de momento, es qué obtendrán los kurdos en este proceso. Una encuesta del centro de estudios SAMER realizada en el sureste del país y en las ciudades turcas con más presencia de población kurda, señala que menos de un tercio de la población espera que el actual diálogo derive en un proceso de paz.