Quién iba a pensar que la salvación de la Rusia de Putin vendría de Estados Unidos. Donald Trump está haciendo realidad los sueños de Vladimir Vladimirovich sobre Ucrania cuando faltan apenas cuatro días para que se cumplan tres años de la invasión del país liderado por Volodimir Zelenski. El presidente estadounidense está dispuesto a aceptar la pax rusa, que es una auténtica capitulación del país agredido. Y para éxtasis de Putin y sus propagandistas, ahora culpa a Ucrania de iniciar la guerra y se ha enzarzado en una pelea verbal con Zelenski a quien llama dictador por no convocar elecciones en un país en guerra. Sin un reproche a Putin que lleva en el poder desde hace dos décadas y solo se enfrenta en las urnas a rivales liliputizados previamente.

El guion que está siguiendo el magnate que asumió por segunda vez la Presidencia de EEUU hace justo un mes podría haberlo firmado el propio Putin. Primero toma la iniciativa de llamar al líder ruso, antes de escuchar seriamente las propuestas de Zelenski y los países europeos sobre un eventual alto el fuego. Y le trata como a un igual, un auténtico líder, como él.

A Putin esas palabras de Trump sobre cómo hablaron sobre la historia de sus gloriosas naciones le debieron sonar a música de Tchaikovski, uno de sus compositores favoritos. De igual a igual, a pesar de haber provocado una guerra en Ucrania que amenaza a los aliados de EEUU. A pesar de ser perseguido por la Corte Penal Internacional. A pesar de las sanciones aprobadas por el propio Congreso y por la UE.

Sergey Radchenko, profesor en la Johns Hopkins School of Advanced International Studies, indica en el Financial Times cómo Putin ha dejado de ser el niño castigado al final de la clase. "Trump es quien tiene prisa y quien está dispuesto a dar pasos que podrían ser contraproducentes a corto plazo para los intereses de EEUU. Putin puede esperar". Sigue siendo el dueño del tiempo.

Putin maneja los mandos

Putin tiene tomada la medida a Trump. En su entorno había quienes empezaban a ponerse nerviosos porque el presidente de EEUU empezó su mandato ocupándose de otros asuntos como la guerra comercial con México y Canadá, o por el control del Canal de Panamá o la toma de Groenlandia, sin atender a su promesa de acabar la guerra en Ucrania "en 24 horas".

Putin sabía que valía la pena la espera. Mientras tanto, le regaló unos caramelitos. Rehenes que tienen las dictaduras para estas ocasiones. El líder ruso considera a Trump manipulable y muy sensible a estos gestos. Hay quienes asegura, como The Moscow Times, que ha ido más allá y le ha prometido recursos en el Ártico. Ya sabemos lo que vale la palabra de Putin.

Como buen ex agente de la KGB, Putin conoce bien a Trump. Sabe que le gusta la adulación y, sobre todo, el espectáculo. El magnate sigue siendo el personaje de The Apprentice. Mide a los demás por sus habilidades para hacer negocios con él. A su estilo. Es curioso que tanto Marco Rubio como Mike Waltz tras conversar por primera vez con la delegación rusa insistían en que Trump es "el único que puede lograr la paz en Ucrania". ¿Es lo que quiere? ¿Figurar como el gran artífice de la paz?

Putin no tiene problema en concederle el papel estelar si a cambio él consigue lo que quiere: no se trata de territorios, sino del control de Ucrania, algo que no ha logrado en el campo de batalla. Y la reconfiguración de la arquitectura de seguridad europea. Es decir, la retirada de las tropas de EEUU de los países que ingresaron en la OTAN después de 1990, entre ellos los Bálticos, Polonia, Rumanía o Bulgaria. Y Trump está dispuesto a pensárselo. Ya dijo su secretario de Defensa, Pete Hegseth, en Varsovia, la semana pasada que las tropas de EEUU no estarán para siempre.

¿Cómo lo puede conseguir? Con un acuerdo en el que Ucrania no consiga garantías de seguridad firmes y que impliquen la convocatoria de elecciones antes de que haya condiciones para realizarlas con transparencia y equidad. Trump ha comprado también a los rusos la narrativa del Zelenski dictador y sin apoyo popular. Y Zelenski, que realmente cuenta con más del 50% de respaldo, ha perdido los nervios al decirle a Trump que vive en una burbuja de desinformación.

Está visto que Zelenski, que ha dominado bien la escena hasta ahora, empieza a perder los nervios. Es tal la injusticia y la impotencia que no es de extrañar. Mientras tanto, sus aliados en Europa son lentos como monarquías decimonónicas a la hora de actuar.

Trump, puro show

En realidad, quien domina en la relación es Vladimir Vladimirovich Putin. Como en esa mesa con las dos delegaciones en Riad, dominaba Serguei Lavrov, un viejo zorro con 20 años de experiencia diplomática en uno de los países que dominan el campo de la desinformación desde hace lustros. Según el historiador Timothy Snyder, que acaba de presentar su ensayo Sobre la Libertad, "a Trump le gusta ser el número dos, le encantan las relaciones públicas, estar delante de la cámara, recibir halagos, pero al final sirve al jefe. Musk le dominará en la escena doméstica y Putin en el exterior".

En realidad, Trump no tenía ni tiene un plan para Ucrania. Ha nombrado a un enviado especial, Keith Kellogg, a quien ha dejado sin puesto en las primeras conversaciones. Sus primeros espadas dicen A por la mañana y B por la tarde. Rubio habla de que los europeos se sentarán en la mesa y Kellogg dice que no. En realidad, todo depende de Trump. Solo busca una portada en The New York Times. Y lo que cree que será una plataforma para ganar el Nobel de la Paz. ¿Quién puede merecerlo más que él si logra acabar la guerra después de tres años de sangría?

Sobre el terreno Rusia no avanza

Para desesperación de europeos y ucranianos Putin nunca ha estado más cerca de ganar la guerra. En Riad han sentado las bases para restablecer la relación bilateral. Y lo han hecho dos delegaciones encabezadas por el jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, y el secretario de Estado, Marco Rubio, antes senador por Florida. Sobre Cuba y Venezuela Rubio sabe pero no tiene experiencia ni en el trato con rusos ni sobre la realidad ucraniana. La cumbre entre Putin y Trump se está preparando y no se descarta que se celebre este mes de febrero.

"Como un jugador de póquer, a Putin le gusta proyectar fuerza y confianza. En realidad sus cartas no son tan buenas como quiere hacer creer a sus rivales y depende de como termine la guerra puede tener complicaciones internas", señala The Economist.

En el campo de batalla, Putin no ha logrado doblegar al Ejército de un país mucho menos poderoso. Los ucranianos estaban preparados para la invasión porque ya libraban una guerra contra Rusia desde 2014 cuando se anexionó Crimea y apoyó a los prorrusos en el Donbás. Más de la mitad de los 7.300 tanques heredados de la época soviética han quedado destrozados en la guerra. De los que quedan solo 500 pueden acondicionarse rápidamente. En Rusia podría contar con tanques T-80.

El año pasado perdió el doble de sistemas de artillería que los dos años precedentes. Cada vez es más caro reclutar soldados y una movilización general no sería popular. Según los sondeos, los rusos quieren acabar la guerra.

"Militarmente Rusia hace lo que puede con lo que tiene. El Ejército de Putin era un gigante con pies de barro y sigue siéndolo. Ha empujado poco a poco en el Donbás. Ha conquistado diez kilómetros cada año. A este paso la guerra duraría más que la vida de Putin", señalaba recientemente el almirante Juan Rodríguez Garat en Espejo Público.

Datos económicos dudosos

Si bien es cierto que el golpe de las sanciones no ha sido tan efectivo ni rápido como Occidente esperaba, gracias los altos precios de las materias primas y la eficacia de su banco central, se han reasignado recursos masivamente al complejo militar. La inflación es de dos dígitos y los tipos de interés alcanzan su récord en dos décadas, un 21%.

Los datos económicos son dudosos. Según un informe del Banco Central filtrado a Reuters, puede llegar una recesión. Oleg Vyugin, ex subdirector del Banco Central, afirma que el Gobierno deberá elegir pronto entre recortar el gasto militar o una inflación galopante, informa The Economist.

Las exportaciones, que el año pasado ascendieron a 417.000 millones de dólares, se ven presionadas por las sanciones y la bajada de los precios de las materias primas. En diciembre cayeron un 20% interanual. La capacidad de agresión de Rusia pude verse limitada a medio plazo.

Por todo ello, es el peor momento para que Trump caiga en las redes de Putin y deje a Ucrania a su merced. La traición también se extiende a los aliados a quienes empieza a ver como enemigos, salvo excepciones como la italiana Giorgia Meloni o el húngaro Viktor Orbán. Meloni hasta ahora ha defendido claramente a Ucrania y a Zelenski, al contrario que Orbán. Puede ayudar a tender puentes. Si aún fuera posible.

La semana que viene viajarán el británico Keir Starmer y el francés Macron a Washington. Hay voces entre los republicanos como el ex vicepresidente Mike Pence que han advertido al presidente sobre su error sobre Zelenski y Ucrania. Pero su gurú actual para asuntos internos, Elon Musk, aplaude que se quiera desembarazar del presidente ucraniano.

Corren malos tiempos para los que luchan por la libertad y buscan justicia. Los maestros de la desinformación y la fuerza bruta ganan la partida.