Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que impondría aranceles a los productos europeos el pasado mes de enero, la Comisión Europea optó por la firmeza en su respuesta. "Responderemos de manera proporcionada si necesitamos defender nuestros intereses económicos", dijo el comisario europeo de economía, Valdis Dombrovskis, en una entrevista en el foro económico de Davos. "Estamos preparados para defender nuestros valores y nuestros intereses y derechos si termina siendo necesario". A la vez, advirtió del riesgo que las cuotas supondrían para todo el planeta: "Es importante mantener esta relación comercial y de inversiones porque si se produce esta fragmentación de la economía global, y existe el riesgo de que esto pase, el FMI estima que supondría una caída del PIB global del 7%", dijo el también vicepresidente de la Comisión.
La Unión Europea tiene dos opciones ante los aranceles de Donald Trump: o responder con más aranceles, entrar en una guerra comercial y ver los efectos que tendría, para posiblemente sentarse después a la mesa con el objetivo de intentar llegar a un pacto de desescalada -como sucedió en 2017-, o negociar desde un primer momento. Y por el momento ha decidido optar por lo segundo, porque su prioridad, asegura, es conseguir que los aranceles no entren en vigor. Para ello, la UE está dispuesta a ofrecer monedas de cambio: “evitar el dolor” se ha vuelto imprescindible.
Los veintisiete han decidido negociar pese a que el presidente estadounidense no parece dispuesto a dejar mucho espacio a la negociación. En el caso de México, Canadá y China, la Casa Blanca anunció un viernes que el sábado entrarían en vigor aranceles para los tres países. No fue hasta la seis de la tarde de ese sábado cuando el estadounidense firmó los gravámenes, retrasando su entrada en vigor al martes siguiente.
Con la Unión Europea, la estrategia ha sido similar, aunque en cierto modo le ha concedido más tiempo. Por un lado, la semana pasada aprobó aranceles al acero y el aluminio procedentes de cualquier país del mundo que entrarán en vigor el 12 de marzo. Sin sentarse a pactarlos antes, sin reuniones de por medio, sin pedir nada a cambio de no hacerlo. Por otro, ha dado a sus técnicos seis meses para calcular las cifras necesarias para poder imponer aranceles “recíprocos” a todos los países que hoy por hoy cobran algún tipo de tarifas a EEUU, como la UE. En el cálculo de esos aranceles Trump ha pedido que se incluyan otros factores en su opinión perjudiciales para la empresas estadounidenses como los impuestos -como el IVA, y pese a que lo pagan tanto las compañías extranjeras como las nacionales- o como aspectos regulatorios.
Trump está obsesionado con reducir el déficit comercial que EEUU mantiene con la UE y otros países, y por eso el presidente americano no ha cesado de repetir durante su primer mes en el cargo que la UE ha sido "muy, muy mala" con Estados Unidos. "Por eso va a haber aranceles. Es la única manera de que se haga justicia", ha insistido.
Mientras que Europa insiste en que los americanos son aliados estratégicos y que ambas potencias deben trabajar juntas en una solución pragmática, el magnate solo se fija en las cifras, y en 2023, la UE exportó bienes y servicios por valor de 502.000 millones de euros a Estados Unidos, mientras que importó de allí 340.000 millones de euros. El resultado de esa diferencia es lo que el estadounidense quiere revertir a toda costa porque, en su opinión, que EEUU importe menos de la UE sería beneficioso para las empresas estadounidenses y además la recaudación de aranceles le permitiría bajar impuestos.
El comisario de Comercio visita Washington
Por eso, la pregunta durante la última semana ha sido de qué manera puede la UE frenar los aranceles de Trump, que los economistas aseguran que dispararían los precios a nivel mundial. Y con el fin de responderla el comisario de Comercio de la Unión Europea, Maros Sefcovic, visitó esta semana Washington y trasladó a la prensa que ahora mismo la principal prioridad de la UE es esa, evitar los aranceles para evitar sufrimiento a ambos lados del Atlántico.
"Nuestra prioridad número uno es evitar este periodo de dolor"
En una rueda de prensa celebrada tras reunirse con los responsables de comercio de la Administración Trump, el comisario transmitió tranquilidad, optimismo y diplomacia tradicional europea, en lugar de seguir por el camino de las amenazas. “Nuestra prioridad número uno es evitar este periodo de dolor. Porque habitualmente lo que pasa es que tomamos medidas, imponemos contramedidas y a menudo, muy a menudo, las mismas personas tienen que sentarse en la mesa deben resolver la situación”, dijo ante las preguntas de los periodistas.
Ese dolor es a día de hoy difícil de calcular, apuntan los economistas, porque no está claro qué nivel de aranceles puede imponer Trump ni a qué productos, aunque su definición de sus aranceles recíprocos sugiere que prácticamente cualquier producto podría verse afectado. "Las industrias automovilísticas alemana e italiana serían las más expuestas a esta amenaza arancelaria. Nuestras estimaciones sugieren que sus exportaciones podrían caer en un 7,1 y un 6,6%, respectivamente, mientras que las exportaciones españolas y francesas experimentarían caídas más pequeñas, del 2,4 y del 2,3%", calculan los analistas de Oxford Economics en un análisis centrado en el sector.
Europa, dispuesta a comprar más gas natural
Sefcovic se mostró convencido de que todavía hay camino por recorrer, y, aunque no compartió que las partes se hayan fijado un calendario de negociación ni un plazo para llegar a un posible acuerdo, sí dejó entrever, sin cantar victoria, que percibió interés por parte de EEUU en desescalar la situación y bajar mutuamente los aranceles. A modo de ofrecimiento, el comisario aseguró que el club comunitario está dispuesto a comprar más gas natural licuado a Estados Unidos, sin concretar cuánto ni a qué precio.
Si entran en vigor los aranceles aprobados del 25% al acero y aluminio que entre en EEUU de cualquier país del mundo, 6.400 millones de euros anuales de importaciones europeas se verán afectados, como ya sucedió durante la primera Administración Trump. Entonces, la UE respondió con medidas similares hasta que el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, llegó a un acuerdo y el estadounidense suspendió los aranceles durante dos años con la condición de negociar un acuerdo comercial que sustituiría a los gravámenes, pero finalmente no se consiguió.
A día de hoy, la Unión Europea impone aranceles del 10% a los automóviles estadounidenses, cuatro veces más que el 2,5% que EEUU grave a los vehículos de pasajeros europeos, y la Administración Trump se ha quejado de los impuestos que obligan a pagar otro 17% más.
En base a la experiencia de la última vez, la UE esta vez prefiere aguantar las amenazas de Trump y mantener un tono conciliador, tranquilo y relajado al menos de puertas afuera, pero más allá de las declaraciones públicas también deja caer que algunas de las quejas del presidente no se corresponden con la realidad. Por ejemplo, el estadounidense mantiene que el déficit de su país con la UE está disparado, que eso supone que Europa se aprovecha de EEUU y que es imprescindible remediarlo. Pero realmente el déficit de EEUU de bienes es de 155.800 millones de euros, y en los servicios tiene un superávit comercial de 105.000 millones de euros, lo que compensa la mayor parte de ese déficit de bienes.
Entre ambos, el déficit estadounidense es de unos 50.000 millones de euros, algo que Europa ve posible equilibrar "y es relativamente fácil", según la UE, para lo que esta semana el comisario pidió centrar la negociación "en positivo" y no "en las medidas y contramedidas". Su impresión del comisario, tras sentarse a la mesa con el secretario estadounidense de Comercio, Howard Lutnick; el asesor económico de la Casa Blanca Kevin Hassett y el representante comercial Jamieson Greer, es que EEUU está abierto a "negociar todo", siendo su prioridad el sector automovilístico, para lo que probablemente habrá que llegar a un acuerdo en cuanto a estándares regulatorios.
Los elementos de la negociación
El presidente de EEUU ya ha dicho en varias ocasiones que buscará revertir el déficit comercial con la UE con aranceles o consiguiendo que la UE compre más petróleo y gas estadounidense. Y por su lado la UE ya había transmitido que estaba dispuesta a negociar con EEUU por los riegos que tendría una escalada arancelaria, pero hasta el momento no se había materializado esa negociación.
Sin embargo, no está muy claro cómo conseguir aumentar esas compras de gas natural. Estados Unidos ha sido el mayor proveedor de gas natural licuado a la UE y Reino Unido desde 2020 a 2023. Trump quiere que la UE aumente sus compras, pero podría no ser posible, dado que EEUU ahora mismo está produciendo todo lo que puede y su consumo doméstico está aumentando, en parte por el creciente número de sectores que necesitan energía para la inteligencia artificial, recuerda Reuters. Trump podría optar por el fracking, pero conseguir más energía por esa vía llevará tiempo.
Otra pieza que podría formar parte de la negociación sería el gasto en defensa, una partida que Trump cree que los países europeos deben aumentar y algo en lo que la mayoría de países europeos están de acuerdo, aunque el compromiso actual es a largo plazo. En el caso de España, nuestro país lleva prometiendo desde 2014 que aumentará su gasto en defensa hasta al menos el 2% del producto interior bruto (PIB). Entonces esperaba alcanzarlo antes de 2024. Diez años, dos invasiones rusas y una nueva guerra israelopalestina después, dicho gasto no llega al 1,3% del PIB, lo que desde lo sitúa como el país de la Alianza Atlántica (OTAN) que menos invierte en defensa. Y ahora la meta del 2% está en 2029.
¿Y si ambas potencias no llegan a un acuerdo? "A finales de 2023, la UE ya preparó un bazooka arancelario, el Instrumento Anticoerción o ACI, que podría invocarse si Trump intentaba imponer aranceles a un estado miembro específico. Pero reaccionar con el ACI llevaría un mínimo de ocho semanas, con lo que ahora el principal problema de la UE es la velocidad", recuerdan los economistas del banco ING Carsten Brzeski, jefe de macroeconomía, e Inga Fechner, economista senior experta en comercio internacional. En caso de decidir activarlo, el club comunitario podría intentar hacer daño a EEUU con aranceles a la soja, el bourbon, las motos o el zumo de naranja, pero también en productos del sector químico o farmacéutico, o incluso imponiendo una tasa de servicios digitales.
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