El viernes, convertido ya en ritual, cientos de manifestantes se congregaron en los alrededores de la mezquita de Al Huseini, en el centro de Amán. Ni siquiera la lluvia y el cielo encapotado les disuadieron. Hileras de agentes de policía les seguían de cerca, muestra de la tensión. Desde que la guerra en Gaza estallara en octubre de 2023, Jordania ha sido escenario de algunas de las protestas más multitudinarias en un Oriente Próximo cuya opinión pública está sometida a múltiples mordazas. El reino de Abdalá II, que firmó la paz con Israel en 1994, es un actor clave: acoge a millones de refugiados palestinos y, como estrecho aliado de Washington, lleva décadas tratando de navegar en aguas turbulentas.
La monarquía hachemita está acostumbrada a ejercitar un difícil ejercicio de equilibrismo que, en su primer mes en la Casa Blanca, Donald Trump está poniendo a prueba a cañonazos. El plan sugerido por el republicano para consumar la expulsión de los palestinos de la Franja de Gaza y hacerse con ella para su sueño de construir la 'Riviera' de Oriente Próximo se ha topado con la negativa de Abdalá II, consciente de la fragilidad de las lealtades tribales y su apoyo a la causa palestina sobre la que se asiente su propia legitimidad. “Trump busca liquidar la cuestión palestina. Es algo extremadamente serio. Es una declaración de guerra y una amenaza para nuestra propia seguridad”, admite en conversación con El Independiente Mohamed Halaiqah, ex vice primer ministro de Jordania con décadas de experiencia en los pasillos del poder local.
"La última palabra"
“Jordania ha dicho su última palabra sobre el plan: no es no. No vamos a aceptarlo. No importa el precio que haya que pagar por negarse. Si Trump nos quita la ayuda económica, sobreviviremos. Nos dolerá pero no nos matará”, agrega este veterano político. El sentir es compartido con otros analistas y funcionarios jordanos consultados por este diario. Hace unas semanas Trump recibió al monarca jordano en la Casa Blanca. Fue un encuentro particularmente tenso para un país que ha mantenido relaciones sólidas con administraciones de ambos signos. En una estrambótica rueda de prensa, Trump defendió a grito limpio -en su habitual estilo- su plan de “limpiar” Gaza, “un sitio de demolición”. Abdalá II asistió impasible, esquivando las preguntas y sin entrar en la confrontación.
Al rey le tendieron una emboscada en Washington. Trump está tratando de empujar a Jordania en una dirección hacia la que el reino se niega
“Al rey le tendieron una emboscada en Washington. Trump está tratando de empujar a Jordania en una dirección hacia la que el reino se niega”, desliza Daoud Kuttab, un curtido periodista palestino afincado en Amán. Fuentes jordanas describen que el episodio incomodó tanto a Abdalá II que llegó a oídos del círculo más inmediato de Trump. El secretario de Estado Marco Rubio y el senador Lindsey Graham mediaron discretamente para tratar de rebajar la hostilidad del presidente. La administración Trump terminó enviando un mensaje a los jordanos como muestra de su aprecio. “Un mensaje inusual porque no era el día nacional de Jordania ni nada parecido”, deslizan estas fuentes.
El monarca hachemita ha evitado enfrentarse en público a las declaraciones de Trump, optando por una estrategia opuesta a la que ha firmado esta semana el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. “Sería estúpido enfrentarse a un tipo como éste, tan mezquino y vengativo”, comenta Kuttab. En cambio, Abdalá II aceptó en público acoger a 2.000 menores de edad gazatíes para recibir tratamiento médico en el reino -un movimiento que ha sido habitual desde el inicio de la guerra pero que Trump jaleó como una victoria propia- y lidió con él en privado. Le emplazó a esperar al plan alternativo que los países árabes -liderados por Egipto, Jordania y Arabia Saudí- diseñan y que deberían presentar el 4 de marzo en una conferencia en El Cairo. Este viernes Trump comenzó a recular públicamente. “Le pagamos a Jordania y Egipto miles de millones de dólares cada año. Estoy un poco sorprendido por lo que dijeron, pero lo hicieron”, declaró en una entrevista en Fox News. "Te diré que la forma de hacerlo es mi plan. Creo que es el plan que realmente funciona. Pero no voy a forzarlo. Simplemente me sentaré y lo recomendaré", añadió.
Una demografía sensible
La amenaza de cerrarle el grifo, que el magnate ha lanzado contra Amán en varias ocasiones, preocupa en un país con serios problemas económicos que, resultado de su posición geográfica, ha tenido que digerir sucesivas oleadas de refugiados con escasos recursos hídricos y energéticos. Fue el destino principal de los palestinos que fueron expulsados de la Palestina histórica por la creación del Estado de Israel en 1948, a los que concedió la nacionalidad jordana, y ha ido recibiendo los palestinos forzados a huir como consecuencia de las guerras árabe-israelíes de 1967 -la ocupación israelí de Cisjordania y la anexión de Jerusalén Este- y la década de 1980. A ellos, en cambio, Amán no les otorgó la ciudadanía sino un pasaporte temporal. En 1988, Amán renunció a reclamar Cisjordania -sobre la que había ejercido la soberanía hasta 1967-; cortó los últimos vínculos administrativos y legales; y anuló la ciudadanía de algunos palestinos que residían en el territorio. Desde entonces, las crisis en Cisjordania -las intifadas y el fracaso del proceso de paz-, la guerra civil en Siria o la violencia en Irak han ido sumando refugiados.
“Desde el punto de vista económico, Jordania es frágil. Nunca hemos acogido siguiendo un plan maestro. Es algo con lo que siempre hemos convivido, con los refugiados como respuesta a las crisis en la región, pero sin planificarlo. La idea ahora es que no podemos acoger más”, recalca en conversación con este diario Amer Al Sabaileh, analista jordano. El país, aliado occidental desde su independencia de los británicos en 1946, recibe anualmente unos 1.450 millones de dólares en ayuda militar y económica de Estados Unidos, lo que la convierte en uno de los principales receptores de ayuda estadounidense. “Hacemos mucho por ellos, y ellos lo van a hacer”, arguyó Trump como media de presión.
Hay que ser muy ingenuo para pensar que Jordania y los jordanos aceptarán su propuesta de añadir otro millón de palestinos a este equilibrio demográfico tan delicado
“La ayuda que recibimos de Washington es significativa. Representa alrededor del 6% de nuestro presupuesto. Es mucho. La situación en la región no nos ha permitido un gran crecimiento económico. Tenemos que importar para cubrir nuestras necesidades energéticas. Nuestro coste es alto y la gente realmente vive en una situación muy difícil. La pobreza es alta. El desempleo es alto. Así que estamos pagando un precio por la situación regional y por la escasez de ayuda árabe y, de nuevo, probablemente por algunas políticas económicas internas”, opina Halaiqah, titular de varias carteras económicas en el Gobierno jordano en la década de 2000. “Pero, pase lo que pase, no podemos permitirnos aceptar ese plan, aunque el precio sea dejar de recibir ayuda financiera de Estados Unidos. No podemos poner en riesgo nuestra propia seguridad”.
Aceptar cualquier concesión que suponga el desplazamiento de los gazatíes, en mitad además de la peor ofensiva israelí en Cisjordania en años y con la amenaza cierta de la anexión israelí de todo el territorio palestino, supondría arrojar combustible al fuego. “Es una amenaza existencial. No es algo que se pueda cambiar con dinero o ayuda financiera o cualquier otro tipo de apoyo estadounidense. Si se produjera, abocaría a ver la guerra palestino-israelí transformada en una lucha interna en la propia Jordania entre los diferentes componentes de la opinión pública y las élites gobernantes. Hay que ser muy ingenuo para pensar que Jordania y los jordanos aceptarán su propuesta de añadir otro millón de palestinos a este equilibrio demográfico tan delicado del país”, replica a este diario Oraib al Rantawi, director y fundador del Centro Al Quds para Estudios Políticos.
La compleja demografía jordana es una de las claves del precipicio hacia el que Trump parece dispuesto a empujar al país. Hace décadas un primer ministro cifró en 43% el porcentaje de palestinos en el censo total, que hoy se sitúa en 11 millones de habitantes. “Hoy el porcentaje de palestinos es un tabú”, admite a El Independiente Jalal al Huseini, investigador del IFPO (Instituto Francés de Oriente Próximo). La distribución de los palestinos -camuflada en el censo según su origen y su año de llegada al reino- complica los cálculos de su peso real. “Ese es uno de los pocos tabúes de este país. Se pueden hacer unos cálculos matemáticos basados en la historia a lo largo de los años para llegar a la conclusión de que la mitad de la población es lo políticamente correcto y lo que que satisface a todo el mundo”, responde diplomáticamente Al Rantawi. “Pocos saben que este país ya acoge a más de 220.000 gazatíes, que llegaron desde Egipto”.
"Jordania para los jordanos"
El rechazo al plan de Trump también parte de una doctrina que a lo largo de los años se ha establecido y que Abdalá II resumió hace unas semanas bajo la consigna “Jordania es para los jordanos; Palestina para los palestinos”. “El temor jordano es terminar aceptando la narrativa israelí que insiste en que Jordania podría o debería convertirse en el estado palestino alternativo. Es el argumento que dicen en Israel para deshacerse de los palestinos y de su propio problema”, argumenta Al Huseini. “Ha sido un pilar de la ideología sionista y es un pretexto promovido con fuerza desde el ascenso al poder del Likud”. “Desde entonces el rey y otros dirigentes políticos jordanos se ven obligados a repetir varias veces al año que Jordania no es un Estado alternativo. Desde 2001 la política es no más refugiados palestinos. Lo que pretende Trump validaría el hecho que Jordania niega”.
En los confines de Jordania sigue pesando además el recuerdo traumático de las tensiones con los palestinos. El rey Abdalá I, bisabuelo del actual monarca, fue asesinado en 1951 en la mezquita de Al Aqsa por un palestino furioso por las informaciones que apuntaban a que había entablado negociaciones secretas con Israel. Husein, padre de Abdalá II, también recibió críticas por su relación con el Estado hebreo y sobrevivió a tentativas de asesinato y asonadas. Las fricciones con milicias de la Organización para la Liberación de Palestina fueron especialmente graves en la década de 1970. Varios secuestros de aviones en Jordania exigiendo la liberación de palestinos detenidos en Europa llevaron a Husein a decretar la ley marcial y enfrentarse durante meses a las facciones palestinas, que terminaron abandonando el país rumbo al Líbano. La relación con Hamás tampoco ha resultado fácil. Algunos de sus líderes recalaron en el país y establecieron su cuartel general. En 1999 el régimen jordano cerró sus oficinas, expulsó a sus líderes prohibió las actividades políticas del grupo en el país. Abdalá II ha ido modulado su tolerancia al partido islamista local, el Frente de Acción Islámica, rama local de los Hermanos Musulmanes. En las elecciones legislativas del pasado año fue uno de los triunfadores.
El temor jordano es terminar aceptando la narrativa israelí que insiste en que Jordania podría o debería convertirse en el estado palestino alternativo
Abdalá II, cuya dinastía hachemita es originaria de la península arábiga y descendiente del profeta Mahoma, ha tratado de presentarse como defensor de la causa palestina -son las raíces de su esposa, la reina Rania- mientras preservaba el acuerdo de paz con Israel. Un pacto que no está en peligro mientras no se consuma un desplazamiento forzoso.
El monarca que sobrevivió a la Primavera Árabe y a una crisis en Palacio a principios de esta década sabe del “arriesgado juego” que propone el republicano. “Pero tenemos cartas para jugar. No es solo el dinero que recibimos de EE.UU. Tiene la dimensión de la lucha contra el terrorismo y la seguridad. Tenemos 14 bases militares estadounidenses. Recuerde lo que dijo Clinton en vísperas de una navidad: sin el apoyo de seguridad jordano los estadounidenses no disfrutarían de un año nuevo agradable y seguro. Si Washington quiere ir demasiado lejos con su presión, también hay riesgos para ellos”, advierte Al Rantawi.
“Además, hay otros socios a los que llamar: la UE, China o Rusia”, añade. Antes de recalar en la Casa Blanca, Abdalá II hizo escala en Bruselas y se garantizó un acuerdo de asociación por valor de 3.000 millones de euros para Jordania en los próximos dos años. “El monarca goza de un apoyo popular muy fuerte para negarse a hacer lo que le pide Trump. La cuestión es la voluntad política de utilizar las cartas”, concluye.
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