La Operación Last Fence sorprenderá a quienes se acerquen a la playa de Retín en la costa gaditana estos días. Cuatro mil militares de nueve países participan en las maniobras marítimas más importantes de la OTAN en 2025. Durante dos semanas simulan el apoyo a un país imaginario llamado Igainer con combates urbanos, ataques de aviones a fuerzas navales, guerra antisubmarina y amenazas con drones. Así llegará la OTAN a su 76 aniversario el 4 de abril. Este despliegue, en el que participan aeronaves de patrulla marítima de EEUU bajo el nombre de Dynamic Mariner/ Flotex 25, contrasta con el momento de mayor incertidumbre de la Alianza Atlántica de su historia.

Hace apenas un año la OTAN celebró su 75 aniversario con dos incorporaciones extraordinarias, Suecia y Finlandia. Eran dos países que durante años habían calibrado que, dada su situación geográfica, la mejor opción era la neutralidad. Finlandia es el país que comparte más kilómetros de frontera con Rusia. Pero la invasión rusa de Ucrania cambió su percepción de la amenaza: mejor estar dentro de la organización de defensa colectiva más exitosa del mundo.

El vínculo transatlántico

El líder ruso, Vladimir Putin, con su agresión a Ucrania, había conseguido forjar la identidad ucraniana, y a la vez dar un nuevo sentido a la Organización del Atlántico Norte. El Tratado de Washington, que luego dio paso a la organización, fue idea del ministro de Exteriores británico Ernest Bevin. Vislumbró cómo la unión transatlántica sería vital para que Occidente pudiera hacer frente a la Unión Soviética.

Como ha recordado Foreign Affairs, "Estados Unidos aceptó firmar el Tratado del Atlántico Norte, en abril de 1949, sólo a instancias de sus socios europeos, que temían el expansionismo soviético tras la Segunda Guerra Mundial. Inicialmente, se concibió como un tratado de seguridad colectiva, no como una alianza u organización permanente".

La invasión de Corea del Sur por Corea del Norte en 1950 sirvió como advertencia de que la Unión Soviética podía golpear a la OTAN sin previo aviso. Los responsables políticos estadounidenses no solo se dieron cuenta de que una disuasión y defensa efectivas requerían algo más que un compromiso escrito, sino también, y sobre todo, fuerzas permanentes bajo un mando común y un organismo político que pudiera movilizarlas rápidamente en caso de ataque por sorpresa. De esta manera, EEUU es quien perfila la OTAN bajo su dominio.

El impacto de Trump 2.0

Con la caída de la URSS, la OTAN perdió a su tradicional enemigo, y se empezó a enfocar en la amenaza terrorista y cibernética, pero Putin resucitó la amenaza rusa. Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha sido como un tsunami para las relaciones transatlánticas. En su primer mandato ya había exigido que los aliados europeos contribuyeran más y se había quejado por el excesivo peso que suponía la Alianza para el presupuesto de Washington.

Pero en este arranque disruptivo de su segundo mandato ha ido más allá, tanto que hay dudas de que sigan sintiéndose comprometidos con la defensa colectiva. Es inquietante cuando está cada vez más claro que Rusia es la amenaza más real a la que nos enfrentamos. Así como queda claro su vínculo con China, Irán y Corea del Norte.

El comisario europeo de Defensa, Andrius Kubilius, dijo recientemente ante el Parlamento lituano que Rusia podría poner a prueba el compromiso de ayuda mutua recogido en el Artículo 5 del tratado de la OTAN antes de 2030. En el Libro Blanco de la Defensa, supervisado por Kubilius y por la jefa de la diplomacia comunitaria, Kaja Kallas, se constata que Rusia supone "una amenaza estratégica significativa en el campo de batalla", que ha obligado a Europa a enfrentarse a una "guerra de alta intensidad en el continente europeo a un nivel no visto desde 1945"

La idea transaccional de las relaciones internacionales de Trump no encaja con una comunidad de valores como es la OTAN. Tanto Trump como su Administración trasladan el mensaje de que la seguridad europea no les concierne. ¿Dónde queda entonces el vínculo transatlántico?

Félix Arteaga, investigador principal en el Real Instituto Elcano, afirma que no ve el fin de la OTAN, ya que es la única organización que gestiona con éxito la defensa colectiva y eso interesa a EEUU y a Europa. "Poco a poco la contribución material y operativa de EEUU se va a ir reduciendo. Lo sabemos desde la Administración Obama. Eso sí es importante. Hay que diferenciar entre la contribución americana y las garantías que presta. A EEUU le interesa mantener las garantías de seguridad. La OTAN es el único instrumento de los americanos para influir en las decisiones europeas. Lo que está por ver es cómo será la transición".

La cumbre de La Haya

La próxima cumbre de la OTAN en La Haya en junio va a ser crucial. "Iniciaremos un nuevo capítulo para nuestra Alianza transatlántica en el que construiremos una OTAN más fuerte, más justa y más letal para hacer frente a un mundo más peligroso", dijo el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, esta semana en Varsovia. Rutte aseguró que EEUU sigue comprometido con el artículo 5 y que el vínculo transatlántico es la única garantía para hacer frente a las nuevas (y renovadas) amenazas.

Sin embargo, entre militares y politólogos hay serias dudas sobre el compromiso de Trump, quien favorece las tesis de Putin en la negociación sobre Ucrania y, aún más desconcertante, amenaza con invadir el territorio de un país de la OTAN, Groenlandia, o asegura que Canadá tendría que incorporarse a los Estados Unidos.

"Todos los ojos están puestos en la actitud y las declaraciones que hagan Trump y sus inmediatos colaboradores en la próxima cumbre de junio. Después de las vitriólicas palabras de JD Vance y Pete Hegseth en Múnich, en febrero, y de expresiones como 'odio tener que ayudar a los europeos' en el intercambio de mensajes entre Vance, Waltz y Hegseth filtradas recientemente, no podemos esperar una cumbre tranquila ni con resultados concretos, al menos no con resultados aceptables para todas las partes. Me temo un diktat de Estados Unidos a Europa", apunta el general (ret.) de Brigada Fran Dacoba.

Ahora con Trump todo es posible: tanto un reordenamiento de las relaciones, una fórmula estrictamente transaccional como la lenta desintegración de esta organización

MAREK MADEJ, PISM

Salida brusca o gradual

Ha sorprendido a los europeos cómo aborda Trump la relación con los aliados al otro lado del Atlántico. Va más lejos de exigir que eleven sus presupuestos de defensa, algo que ya hizo en su primer mandato. Ivo H. Daalder, ex embajador de EEUU en la OTAN, describe el problema en Foreign Affairs: "Trump ha cuestionado los dos principios básicos del compromiso de defensa colectiva de la alianza: que exista una comprensión compartida de las amenazas a los miembros de la OTAN y que la seguridad entre todos esos miembros sea indivisible". Daalder no descarta que Trump se retire de la OTAN. En teoría necesitaría el aval del Congreso, pero es difícil que el Supremo cortara las alas al presidente.

"Ahora con Trump todo es posible: tanto un reordenamiento de las relaciones, una fórmula estrictamente transaccional como la lenta desintegración de esta organización. Tal riesgo no está totalmente descartado, aunque no lo considero el más probable. Todavía existe la posibilidad de funcionar con una fórmula de 'supervivencia' donde opera formalmente la estructura de la OTAN, se celebran reuniones de los organismos pertinentes, pero en la práctica la cooperación es limitada", explica Marek Madej, investigador del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales (PISM) en Defence 24.

El problema es que una alianza transaccional, como concibe Trump, no encaja con el sentido de una comunidad de objetivos con valores comunes como es la OTAN. EEUU no sólo es el mayor y más importante contribuyente militar de la alianza, sino que además lleva mucho tiempo insistiendo en que los demás miembros acepten integrar sus capacidades de defensa dentro de esta estructura dirigida por Estados Unidos. El único que se desmarcó parcialmente es Francia.

Las tres D

En 1998 la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright impuso las llamadas tres D: no podía haber una disminución del papel de la OTAN, ni una duplicación de sus esfuerzos de defensa, ni una discriminación por parte de la UE respecto a los países no miembros de la OTAN en lo relativo a las compras de defensa. Es decir, cualquier intento de desarrollar la autonomía estratégica quedó abortado por Washington.

Ahora, sin embargo, EEUU quiere que Europa se haga cargo de su defensa porque sus prioridades son otras. Europa ha empezado a tomarse en serio que el cambio es irreversible. La idea de un ejército europeo es irrealizable si no hay unidad política. No hay voluntad de ceder soberanía así en la UE.

El gasto europeo en defensa ha crecido casi un 12% en términos reales en 2024, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS). Pero es cierto que el gasto militar europeo sigue representando menos de un tercio del gasto total en defensa de la OTAN.

Varios países han realizado esfuerzos concertados para aumentar sus propios presupuestos de defensa. Dinamarca ha dicho que dedicará bastante más del 3% del PIB a defensa en 2025 y 2026 en respuesta a la urgencia de la situación. Polonia está en un 4,7%. Sin embargo, España aún está muy por debajo del 2%. Según el secretario general de la OTAN, tanto Bélgica como España han mostrado su disposición de llegar al 2% en verano.

La disuasión nuclear

Según el almirante retirado Juan Rodríguez Garat, no solo se trata de invertir más en defensa. "Europa tiene que rearmarse no porque lo pide Trump sino por cómo es el mundo ahora, un mundo en el que prima la ley del más fuerte". Señala el almirante retirado cómo el gran problema es la disuasión nuclear. El paraguas nuclear de EEUU es el elemento disuasorio principal en el que se basa la Alianza Atlántica.

"El Libro Blanco no contempla la disuasión nuclear. Europa ha de convertirse en potencia nuclear. Francia tiene un arsenal estratégico, independiente. También el Reino Unido es una potencia nuclear, pero depende de EEUU, de la inteligencia americana. Si la Alianza se va a debilitar, Europa ha de abordar este problema", señala el almirante. El problema, más que económico, es de voluntad política.

Algo se mueve en este sentido. El presidente francés, Emmanuel Macron, se ha mostrado dispuesto a hablar sobre el arsenal nuclear francés con los aliados europeos. El futuro canciller alemán, Friedrich Merz, ha recogido el guante. El primer ministro polaco, Donald Tusk, ha planeado la necesidad de contar con armamento nuclear. El huracán Trump va a provocar, si su separación de los aliados europeos desemboca en ruptura, que la carrera por el armamento nuclear sume nuevos miembros.

Sea como sea, la OTAN no va a volver a ser lo que era. Como apunta Pol Bargués, coordinador de investigación del CIDOB, "dudo que ninguna otra Administración de EEUU vuelva a apostar por la seguridad europea como pilar central. La OTAN va a cambiar su sentido. Es un momento crucial para ver la transformación de la OTAN en otra alianza que su función principal no sea la seguridad europea. EEUU ha dado el paso. Esto lleva a otra arquitectura de seguridad en Europa". Lo que ideó un británico visionario en el siglo XX lo va a dinamitar un estadounidense aislacionista y pragmático en el siglo XXI.