Soterradas durante meses, las tensiones entre Argelia y sus vecinos del sur han terminando emergiendo. El detonante de la ahora guerra pública sucedió hace una semana. Mali, Níger y Burkina Faso, agrupados en la Alianza de los Estados del Sahel (AES), acusaron a Argel de haber derribado un dron maliense Bayraktar TB2, de fabricación turca, tras penetrar en su espacio aéreo en Tin Zaouatine, kilómetro y medio dentro del territorio argelino.

El domingo los tres países retiraron sus embajadores de Argel, que respondió el lunes adoptando la misma medida y cerrando su espacio aéreo a Mali. Los tres países han acusado a Argel de “acto irresponsable” que violaba el derecho internacional. El primer ministro y general Abdoulaye Maiga, líder de las autoridades militares de Malí, aseguró que “esta acción demuestra, si es que hacía falta alguna prueba, que el régimen argelino patrocina el terrorismo internacional”. En una contundente réplica, el Ministerio de Exteriores de Argelia acusó al gobierno de transición de Malí de haber encerrado a su país en una espiral de desolación, inestabilidad y depredación. “La junta de golpistas que gobierna en Mali está intentando en vano convertir a nuestro país en el chivo expiatorio de los reveses y desgracias por los que el pueblo maliense está pagando el precio más alto”, señaló la diplomacia argelina.

Desde entonces el fuego cruzado de las declaraciones públicas ha alimentado la escalada y ha mostrado con crudeza la pérdida de influencia del régimen argelino en una zona en la que Rusia, Marruecos o Emiratos Árabes Unidos juegan su bazas. “En el Sahel, al menos dos estados extranjeros —Marruecos y Emiratos Árabes Unidos— junto con Rusia, a veces adoptan una mentalidad de suma cero y acogen con satisfacción acontecimientos como el que está ocurriendo ahora entre Argelia y Mali”, señala a El Independiente Jalil Harchaoui, investigador asociado del Royal United Services Institute for Defense and Security Studies.

Rusia juega por libre

Los últimos acontecimientos certifican, además, unas dinámicas que desafían las alianzas hasta ahora tradicionales. “Aunque Argelia ha gastado miles de millones en armamento ruso, la suposición de que se coordina con las fuerzas Wagner en el norte de Mali es falsa, y la nueva disputa entre Bamako y Argel lo deja aún más claro”, subraya Harchaoui. “Los argelinos llevan mucho tiempo en desacuerdo con la violencia utilizada por el ejército maliense en el norte de Mali. La crisis visible que se muestra ahora entre la junta militar de Bamako y el Estado argelino solo pone de manifiesto un malestar más profundo que persiste desde hace más de un año”, agrega.

Ese malestar es una de las claves del conflicto en la turbulenta región del Sahel, un avispero que es testigo de cambios de lealtades. De hecho, la AES se formó el año pasado tras la sucesión de golpes de estado y la salida de Mali, Burkina Faso y Níger del bloque regional conocido como Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), con casi medio siglo de existencia. Los tres países llevan años asolados por grupos armados afiliados al autodenominado Estado Islámico y a Al Qaeda.

Durante más de una década Argelia se desempeñó como mediador clave entre el Gobierno de Mali y los rebeldes tuareg. Sin embargo, los dos golpes militares que padeció Mali en 2020 y 2021 trastocaron esa vieja alianza. Los generales se alejaron de Argelia y Francia y se acercaron a Moscú. Las autoridades argelinas han denunciado el uso por parte de Mali de mercenarios rusos y drones armados cerca de Tin Zaouatine, la ciudad fronteriza en el norte del país donde fue detectado el dron.

Los golpes de Estado como origen del choque

Desde los golpes de Estado en Mali en 2020 y 2021, las cosas han ido de mal en peor”, reconoce a este diario Yahia Zoubir, analista estadounidense. “La junta ha hecho trizas los acuerdos de Argel y Bamako de 2015, que habían aportado cierta estabilidad al norte de Mali, donde algunos grupos tuaregs se han opuesto al gobierno central. La junta ha rechazado los esfuerzos de mediación de Argelia. Lo peor es que han acusado a Argelia de terrorismo. La junta está trabajando con el grupo Wagner, pensando que puede sofocar la rebelión tuareg. Argelia se opone a la presencia de Wagner y sigue creyendo que, a pesar de algunas imperfecciones, el Acuerdo de Argel sigue siendo la mejor manera de restablecer la paz en Mali”, sostiene Zoubir.

“Resulta curioso que Malí, uno de los países más pobres del mundo, esté lanzando hostilidades continuas contra Argelia. La reciente historia sobre el derribo del dron maliense es un buen ejemplo. La junta de Malí está tratando de llevar a Níger y Burkina Faso contra Argelia, pero ha fracasado. Níger mantiene buenas relaciones con Argelia, que le proporciona una ayuda sólida. Sospecho que Malí está escuchando a algunas fuerzas externas”, apunta el analista.

Los ministro s de Exteriores de Mali, Níger, Burkina Faso y Rusia en un encuentro a principios de abril en Moscú. | Efe

Otros países entre bambalinas

Unas tesis que comparte Abdelkader Abderrahmane, analista geopolítico y consultor en asuntos de paz y seguridad en el Sahel y el norte de África. A la presencia en la región de Rusia, Turquía o China -con importantes intereses económicos- se suman otros actores. “Hay cuestiones geoestratégicas en juego. Aquí, no hay duda alguna de que Marruecos está detrás de todo esto con la ayuda técnica y estratégica de Israel, con la financiación de Emiratos Árabes Unidos”, desliza. “Esto también forma parte del plan de Marruecos para ampliar su influencia en el Sahel y en África en general”.

El Sahel se ha convertido en uno de los campos de batalla de Marruecos y Argelia, las dos potencias del norte de África que batallan por su hegemonía en el Magreb. “Argelia se enfrenta actualmente a tiempos difíciles en el Sahel. Esto se debe a cierta negligencia por su parte, durante la era de Bouteflika. Probablemente Argelia no sintió (erróneamente) ningún peligro de reorganización geopolítica en su puerta. Es difícil decir que ha perdido influencia en el Sahel. Pero con certeza, está siendo desafiada violentamente”, admite Abderrahmane.

Zoubir coincide en que Argel “perdió algo de su influencia bajo Bouteflika, que descuidó África”. “Pero ha recuperado terreno bajo Tebboune. Ha invertido en el Sahel, ha ayudado a los estados sahelianos, ha cancelado sus deudas... Argelia es mucho más activa en la Unión Africana. Tebboune asiste a sus cumbres. Air Algérie ha abierto nuevas rutas: Addis, Abuja... Creo que Argelia ha recuperado su influencia en el continente”, esboza.

Restos del dron maliense derribado.

La junta de Mali carece de legitimidad y lo compensa con la guerra en el norte y la tensión con los vecinos

Para Akram Kharief, analista experto en temas militares en el Magreb, la raíz del actual conflicto procede de “un problema interno de Malí”. “La junta carece de legitimidad y lo compensa con la guerra en el norte y la tensión con los vecinos, especialmente Argelia y la CEDEAO. La otra cuestión es que, al salir de los acuerdos de Argel, Bamako empezó a considerar a todos los grupos, ya fueran políticos o armados, como grupos terroristas, sin tener en cuenta el proceso político anterior”, arguye quien ve detrás de los últimos eventos a “Rusia, Marruecos y Emiratos Árabes Unidos, también Turquía”.

“Argelia se enfrenta a las juntas en el Sahel porque traen inestabilidad y guerra, pero sigue ayudando humanitariamente a la población, incluso a través de los diferentes gobiernos que disputan su hostilidad. Argelia envió cientos de toneladas de suministros a Mali, Níger y Burkina Faso para mantener su influencia en la región. Argelia también está construyendo una central eléctrica en Níger y tiene intereses petroleros en el norte de Malí. En Argel creen que estas juntas pronto desaparecerán y las cosas volverán a la normalidad”, añade.

El presidente interino de Mali, el coronel Assimi Goita. | EP

Inestabilidad y fragilidad

Algunos expertos pronostican incluso que la alianza de los tres países -que Mali domina- corre el riesgo de colapso en mitad de una realidad interna marcada por la inestabilidad. “Las juntas militares que han surgido en los últimos años en el Sahel están teniendo un mal desempeño. La pérdida de influencia de Argelia, aunque real, no se ha traducido en ganancias para nadie más; hay poco que mostrar en los últimos años”, recalca Harchaoui.

Estos regímenes del Sahel muestran solidaridad entre ellos porque surgieron aproximadamente al mismo tiempo y comparten rasgos similares, pero ninguno está prosperando. En consecuencia, la perspectiva de suma cero es engañosa. Nadie está ganando realmente, ni siquiera Rusia”.

“Si a corto plazo, Argelia seguirá teniendo dificultades en el Sahel, creo que las autoridades argelinas sabrán cómo maniobrar a largo plazo, por el bien tanto de Argelia como del Sahel. La reciente elección de Selma Haddadi como vicepresidenta de la Unión Africana (frente a un candidato marroquí) es un claro indicio de que la influencia de Argelia en el continente africano sigue siendo fuerte, a pesar de los numerosos desafíos a los que se enfrentan algunos países, entre ellos viejos amigos, como Mali”, concluye Abderrahmane.