La visita del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a Washington ha provocado un enorme polvorín en la capital estadounidense. El líder ha comparecido en el Congreso, pero varios representantes demócratas se han ausentado en protesta por sus ataques a Gaza y la policía ha terminado arrestando a cientos de jóvenes que han entrado al Capitolio pidiendo un alto al fuego. A las afueras del edificio, otros cientos de jóvenes se han manifestado pacíficamente con pañuelos palestinos y gritos de “sois una vergüenza”, “genocida” y “criminal de guerra”.
En medio de todo el huracán, una ausencia especialmente relevante: la de la probable candidata demócrata a las elecciones de noviembre, Kamala Harris. La vicepresidenta ha renunciado a presidir el discurso de Netanyahu, como es típico que haga quien ostenta dicho cargo, excusándose en problemas de agenda -estaba dando mitin en Indianápolis, Indiana-. Es la única demócrata de perfil alto que no ha estado presente en la cámara, algo que podría no ser casual en un momento en el que está intentando ganar apoyos como nominada de su partido para los comicios, a la vez que parte de la formación pide más contundencia con Israel.
La congresista Alexandria Ocasio-Cortez, representante demócrata de Nueva York, dijo claramente que no asistiría al discurso de Netanyahu porque piensa que es un "criminal de guerra" por cómo ha dirigido el conflicto, que ya ha provocado la muerte de decenas de miles de palestinos en Gaza, además de provocar un desastre humanitario. En la misma línea se ha posicionado Rashida Tlaib, demócrata por Michigan y la única representante de orígenes palestinos. "Es una desgracia que líderes de ambos partidos lo hayan invitado a hablar en el Congreso. Deberían arrestarlo y enviarlo al Tribunal Penal Internacional", ha lamentado en un comunicado. Es muy triste para nuestra democracia que mis compañeros sonrían en una foto con un hombre que está cometiendo un genocidio".
Tlaib terminó asistiendo al discurso del primer ministro israelí, pero llevando un pañuelo palestino al cuello y una pequeña pancarta que por un lado decía "criminal de guerra" y por otro "culpable de genocidio". La lista de demócratas que planeaban boicotear el discurso de Netanhayu creció rápidamente estos últimos días, mientras que solo un republicano dijo que no asistiría. Incluso la exportavoz del Congreso Nancy Pelosi comunicó este miércoles por la mañana su ausencia, explicando que se reuniría con israelíes afectados por los secuestros y ataques de Hamás del 7 de octubre.
Otros demócratas que han explicitado su ausencia y protesta por la invitación al israelí han sido Jim Clyburn, representante de Carolina del Sur; Steve Cohen, de Tennesse; Becca Balint, de Vermont; Maxwell Alejandro Frost, de Florida; Pramila Jayapal, de Washington, y Bennie Thompson, de Misisipi, entre muchos otros. Con todo, su protesta no tuvo repercusión en términos de imagen, porque el Congreso suele ofrecer los sitios libres a otros invitados, con lo que en televisión el discurso de Netanyahu pareció que fue respaldado por todos los congresistas y senadores, que le aplaudieron y vitorearon casi sin descanso.
Una invitación que pone en un aprieto a Harris
Netanyahu había sido invitado por dos dirigentes del Congreso: el senador demócrata Chuck Schumer y el republicano Mike Johnson, líder de la Cámara de Representantes y también cristiano evangélico, confesión que apoya al estado de Israel. La visita venía bien al líder israelí, ahora en el punto de mira del Tribunal Penal Internacional de La Haya y por tanto más interesado de lo habitual en tener una buena relación con Estados Unidos, especialmente mientras un buen número países le piden cuentas por los muertos en Gaza.
Sin embargo, su llegada pone en un aprieto a la vicepresidenta, que en cuestión de cuatro días desde la renuncia de Biden debe decidir cómo enfocar políticamente la guerra en Oriente Medio. Harris aquí podría optar por endurecer la postura del presidente, quizá buscando atraer el voto más joven y sensibilizado con el conflicto de Gaza; por tomar la línea de la continuidad con su Gobierno o por, quizá lo menos probable, redoblar su apoyo a Israel, que no deja de pedir más armas a Estados Unidos.
Sea cual sea su decisión, deberá tomarla antes de este jueves, cuando se reunirá con Netanhayu en la Casa Blanca, junto con el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris. En otras ocasiones, Harris ha pedido un alto el fuego, que la guerra termine, y la liberación de los rehenes, así como el fin del sufrimiento palestinos en Gaza. No será, no obstante, la última reunión del israelí en el país.
Trump recibe a Netanyahu el viernes en su mansión
Quien no aparenta tener dudas sobre su posición en el conflicto israelo-palestino es el expresidente Donald Trump. El magnate ha anunciado que recibirá al primer ministro israelí este viernes en su mansión de Mar-a-Lago, en Florida. "Durante mi primer mandato tuvimos paz y estabilidad en la región, incluso firmamos los históricos acuerdos de Abraham. Y lo tendremos de nuevo", ha dicho en un comunicado.
"Tal como he mencionado en conversación con el presidente Zelenski y otros líderes mundiales en las últimas semanas, mi agenda de paz a través de la fuerza demostrará al mundo que estas horribles y mortales guerras y conflictos violentos deben terminar. Millones están muriendo, y Kamala Harris no es en absoluto capaz de detenerlo", añadió. En su discurso en la convención de su partido, Trump ya culpó a Biden de que el mundo estuviera "lleno de guerras" y prometió pacificar el planeta si llega a un segundo mandato, como aseguró que hizo durante su primer paso por la Casa Blanca, ignorando un sinfín de guerras activas.
Pero es cierto que durante esos cuatro años Trump y Netanyahu mantuvieron una relación muy cercana, en la que el segundo consiguió el reconocimiento de la soberanía de Israel sobre los territorios de los Altos del Golán, el traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén o el restablecimiento de relaciones diplomáticas con varias naciones árabes.
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