En Estados Unidos, dejar propina es una de las costumbres más arraigadas -y también polémica-. La costumbre surgió de la esclavitud, cuando los empresarios descubrieron en las propinas una manera de evitar pagar sueldos suficientes a los antes esclavos, y hoy día se ha extendido a la comida rápida, a las cafeterías donde uno solo adquiere una bebida para llevar, a los taxis, los supermercados e incluso a las máquinas expendedoras. El cliente ya no tiene claro en qué empleos este plus es una parte esencial del sueldo de quien le atiende, y se ve obligado a elegir si abona un 15, un 20 o un 25% más, unas cifras que se han disparado con la inflación. Preferir aportar menos puede llevar a que los empleados pidan explicaciones, pregunten qué fue mal en el servicio y, si nada se reclamó durante el mismo, a que exijan que se deje al menos ese 15% de la consumición total.
Es en este ámbito donde tanto Donald Trump como Kamala Harris han lanzado su mayor propuesta en lo laboral de la campaña electoral: eliminar los impuestos a las propinas con el objetivo ganarse a la clase trabajadora. Una propuesta que ha sido recibida con dureza por los expertos, quienes opinan que no mejorará las condiciones laborales de los trabajadores sino que posiblemente las empeorará, a la vez que critican que los candidatos deberían estar lanzando propuestas relacionadas con subir los salarios, o abordando otros derechos laborales.
"Cuando sea presidenta subiremos el salario mínimo y eliminaremos los impuestos en las propinas para los servicios", dijo la vicepresidenta Kamala Harris a principios de agosto, ante un pabellón abarrotado por 12.000 personas en Las Vegas (y otras 4.000 se quedaron fuera). Harris estaba calcando una propuesta que el expresidente Donald Trump ya había hecho en junio, pero escogió para lanzarla en una ciudad donde miles de trabajadores de casinos dependen de las propinas, y donde el sindicato Culinary Workers ha establecido el fin de los impuestos para las propinas como prioridad. La organización tiene 60.000 afiliados, sobre todo trabajadores de casino y de hotel.
La medida ya había registrado apoyos de congresistas republicanos y demócratas. Aun así, tras el anuncio de Harris el expresidente publicó en su red social que ella lo había copiado. "Esta era una idea de TRUMP", escribió. "No tiene ideas, solo sabe robármelas". Según su relato, la idea se le ocurrió cenando en un hotel también en Las Vegas, donde una camarera que le atendía se quejó de la carga que supone tener que pagar impuestos por las propinas que recibe. Trump cuenta que se sorprendió, como si no lo hubiera pensado antes, y rápidamente decidió hacer frente al problema con un nuevo eslogan para su campaña No impuestos en las propinas (No taxes on tips).
Es una muestra más del carácter improvisado de las políticas que Trump suele proponer. De hecho, los economistas que asesoran al expresidente han confesado a varios medios que no conocían la idea hasta que su jefe la anunció públicamente. Pero desde entonces confiaban en ella para conseguir atraer a estadounidenses de clase trabajadora, al menos hasta cuando Harris anunció lo mismo. La estrategia de pedir a los votantes republicanos que corriesen la voz por los restaurantes de que una presidencia del magnate supondría no pagar ningún tipo de gravamen de tipo federal sobre las propinas se venía abajo.
Hay que recordar que alrededor de cuatro millones de estadounidenses tienen empleos donde las propinas son habituales, lo que rápidamente ha disparado la popularidad de la medida. La mayoría lo ven como más dinero para cubrir necesidades básicas, para cuidar a sus hijos, pagar sus facturas. Los expertos no la entienden así.
"Es un cambio mal orientado con potencial para provocar consecuencias no buscadas tanto para los consumidores como para el bolsillo del Gobierno federal", opina Alex Muresianu, analista de política económica en Tax Foundation, un centro de estudios internacional con sede en Washington y de centro derecha. "Si el objetivo es aliviar los bolsillos de los contribuyentes que menos impuestos pagan, subir las deducciones lo conseguiría, sin importar el tipo de trabajo que tengan. Porque quitar los impuestos a las propinas puede sonar como una buena idea de campaña, pero crearía muchos dolores de cabeza, de la aparición de propinas en servicios que antes no las tenían a pérdidas inesperadamente grandes de ingresos para el Gobierno".
Todavía existen muchas dudas alrededor de las propuestas de ambos partidos. Por ejemplo, si aplica a todas las propinas, porque si solo quedan fuera los impuestos sobre los ingresos, la medida podría tener efectos limitados, ya que muchos estadounidenses de clase trabajadora y especialmente los camareros a día de hoy no ganan lo suficiente como para pagar este gravamen. "La edad media de los trabajadores que no cobran propinas es de 41 años. La de quienes sí las cobran es diez años menor: 31 años, y sus ingresos suelen ser más bajos: los ingresos medios semanales de este tipo de ocupaciones es de 538 dólares, frente a los 1.000 del resto de trabajadores (...). Esto sugiere que el efecto directo de la ley sería pequeño", escribe Ernie Tedeschi, director de Economía en el centro de investigación Yale Budget Lab.
Otra opción es que también estén exentos de pagar el impuesto sobre las nóminas, que va destinado a financiar la Seguridad Social y Medicare, el seguro sanitario para quienes no pueden permitirse uno mejor o tienen graves problemas de salud. En ese caso los camareros recibirían más dinero en neto, pero tendría un coste, porque no tendrían los mismos derechos en lo que a Seguridad Social y Medicare se refiere, o incluso podrían pasar a no tener derecho a ningún tipo de prestación, si quedan por debajo de cierto límite.
La iniciativa suscita más preguntas. Si el incentivo es solo sobre las propinas, esto podría llevar a que otros trabajadores intenten clasificar parte de sus ingresos como propinas, sobre todo aquellos que tienen gestores capaces de hacerlo. Además, la propuesta llega en un momento en el que la administración tributaria del país (Internal Revenue Service) viene haciendo esfuerzos para intentar recaudar más de las propinas, porque estima que los estadounidenses declaran menos de lo que realmente reciben (38.000 millones de dólares en 2018, los últimos datos disponibles). Por otro lado, hay economistas que creen que la medida podría enfadar a los trabajadores que también tienen salarios muy bajos, pero no reciben este tipo de "extra".
Pero lo que más llama la atención a otros expertos es que se tire de un tema que siempre ha sido controvertido en EEUU para tratar de tapar problemas importantes. En algunos estados el salario mínimo de profesiones con propinas es de dos dólares la hora, y un 15% de esos trabajadores viven en la pobreza. De ahí que sea preocupante porque la idea no va al corazón de eliminar los salarios que están por debajo del salario mínimo, sino que más bien busca institucionalizarlos. Un informe de Human Rights Watch ahonda en el impacto que eliminar estos sueldos tendría en reducir la pobreza y la desigualdad, pero esta es una medida que no parece haberse considerado, al menos por el momento. Harris ha prometido que se centrará en la economía como piedra angular de su campaña.
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