"¡Vamos a enseñarles a estos cabrones que no pueden vivir sin nosotros!", gritó Harold Daggett frente a las verjas cerradas del puerto de Nueva York y Nueva Jersey la noche que comenzó la huelga. "La gente va a darse cuenta de cómo de importantes son los trabajos de los estibadores. No van a poder vender coches. No van a poder reponer los productos de los centros comerciales. No podrán hacer nada en este país sin mi puta gente. Y ya es hora de que se empiecen a dar cuenta".
Los 47.000 estadounidenses que forman parte de la Asociación Internacional de Estibadores han decidido dejar de trabajar hasta que no consigan subidas salariales que compensen el daño que la automatización de procesos está suponiendo para el colectivo. Daggett, de 78 años, es el líder del mencionado sindicato que este martes arrancó una huelga seguida por decenas de miles de trabajadores, la primera en más de 50 años en poner de acuerdo a todos los trabajadores del sector de la costa este del país, de Maine a Texas, más el Golfo de México.
El sindicalista, que estuvo en Vietnam con el Ejército antes de conseguir su primer trabajo como mecánico en el puerto, es el presidente de la Asociación desde 2011, y ha escogido este momento para emplear más fuerza que nunca después décadas luchando por mejoras laborales para los estibadores. Por el momento, el resultado es impactante: cuatro de los cinco puertos más importantes del país en lo que a recepción de coches importados se refiere están entre los que han tenido que cerrar. Se espera que el impacto en la economía sea de al menos cientos de millones de dólares cada día, empeorando por cada jornada que los estibadores continúen parados.
El objetivo del colectivo es conseguir un aumento salarial del 77% a lo largo de seis años, lo que aumentaría su salario base del colectivo de 69 a 39 dólares la hora (62 y 35 euros, respectivamente). Las cifras se entienden mejor si se cuenta que en 2020 el sueldo medio de un estibador en Nueva York y Nueva Jersey fue de 160.000 dólares al año (unos 145.000 euros al cambio actual); entre 20 y 39 dólares por hora (18 y 35 euros). Sin contar con bonus.
La última propuesta empresarial, de una subida del 50%, les ha parecido insuficiente, por lo que continuarán haciendo huelga, dicen, hasta conseguir lo que se han propuesto. Su premisa es que sus empleadores, las mayores compañías de transporte oceánico del mundo, han experimentado un enorme aumento de sus beneficios desde que con la pandemia del Covid, cuando los cuellos de botella impulsaron su negocio.
Y su último objetivo no es otro que hacer de su protesta un grito a nivel mundial. Conseguir que se amontonen los contenedores de barco en los puertos del resto de países del mundo y así frenar la automatización que les persigue y amenaza sus empleos. Por el momento, han provocado fuertes problemas en puertos que gestionan más de la mitad de todo el comercio marítimo del país.
"Los robots no pagan impuestos", se lee en las pancartas que llevan los estibadores en las protestas que se están protagonizando en los puertos. "La robotización hace daños a la familias", dice otra de las más repetidas. En China, Singapur y partes de Europa se están generalizando los puertos que cuentan con maquinaria mucho más moderna, y por la que los trabajadores estadounidenses temen perder sus trabajos. "El resto del mundo nos está mirando porque estamos luchando contra la robotización. En esta industria siempre nos hemos adaptado a la innovación, pero no podemos adaptarnos a que los robos nos quiten nuestros empleos", ha dicho Dennis Daggett, hijo del líder sindicalista, este martes a la entrada del puerto de Nueva York y Nueva Jersey.
Según un estudio de Economic Roundtable citado por vario medios estadounidenses, la robotización ha llevado a la eliminación de al menos 570 puestos de trabajo a tiempo completo en los puertos de Long Beach y Los Ángeles, en California, durante 2020 y 2021.
Biden puede parar la huelga
Los estibadores no son los únicos en ir a la huelga. Los sindicatos vienen sacando músculo en Estados Unidos y ya han parado trabajadores sanitarios, del sector aeroespacial y del automóvil, todos en busca de mejores sueldos y condiciones ante la fuerte inflación. Todos esos paros han supuesto riesgos para la economía estadounidense, pero el de los estibadores podría ser la que tenga más impacto.
Ahora, el miedo de los estibadores es que el presidente estadounidense, Joe Biden, invoque una ley federal para obligar a los trabajadores a volver a los puertos, por lo que ya advierten de que si sucede ralentizarán las operaciones todo lo posible. Pero por el momento el presidente ha asegurado que no intervendrá. La incógnita es si aguantará la presión a la que tenga que enfrentarse con una huelga de tal calibre tan cerca de las elecciones, para las que quedan cinco semanas.
"No tengo una bola de cristal entre las piernas, pero esto va a durar mucho, te lo digo", ha dicho el líder sindical de los estibadores. Por eso, Biden va a tener que decidir entre si prefiere cuidar a los millones de estadounidenses que van a verse afectados por la huelga -porque va a repercutir en todo tipo de cadenas de suministros- o a los trabajadores de los puertos, que en cuestión de votos serán menos numerosos, pero tienen detrás a muchos demócratas afiliados a sindicatos que simpatizan con ellos.
La ley Taft-Hartley, aprobada en 1947, permite al presidente terminar una huelga, pero Biden no la ha usado nunca y hacerlo tendría un fuerte impacto en su legado. Biden es el primer presidente estadounidense que ha estado en un piquete, ha reforzado la legislación que protege a los sindicatos y dice ser el líder que más ha defendido a estas organizaciones, lo que no encaja con que obligue a los empleados a volver al trabajo. Además, para ganar las elecciones los demócratas necesitan el apoyo de estados muy industriales como Michigan y Wisconsin, en el norte del país. En esa línea, el propio Gobierno, al ser preguntado al respecto, ha dicho que los beneficios de las compañías navieras han aumentado un 800% desde la pandemia, con lo que considera justas la reivindicaciones de los trabajadores.
"Esta huelga es de justicia", ha dicho la vicepresidenta y candidata demócrata a las elecciones, Kamala Harris, en un comunicado publicado este miércoles. Harris ha pedido que una "parte justa" de los beneficio de las compañías transoceánicas vaya a los trabajadores y ha lamentado que su contrincante, el expresidente y candidato republicano Donald Trump, cuente con un largo historial de conflictos laborales de cuando estaba en la Casa Blanca.
Con todo, ni a Harris ni a Biden les interesa enfadar al país. El impacto que la huelga podría tener para el consumidor final no está claro, pero se da por sentado que la escasez de productos provocaría más inflación, además de retrasos en todo tipo de compras. Hoy por hoy, la demócrata y el expresidente Trump siguen muy cerca en la encuestas. Quedan 34 días para las elecciones.
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