La candidata a presidenta de Estados Unidos Kamala Harris anunció quién sería su compañero de ticket y candidato a vicepresidente en Pensilvania. Allí es donde presentó su agenda económica, y donde también el expresidente Barack Obama ha comenzado la intensa gira que tiene por delante este mes. De su lado, el candidato republicano Donald Trump ha dado más rallies en Pensilvania que en ningún otro lugar, justo donde lo intentaron asesinar en julio y a donde volvió hace dos semanas para subirse al escenario junto al multimillonario empresario Elon Musk.
No solo eso: Pensilvania es el estado donde ambas campañas han invertido más dinero en publicidad, con 180 millones en el caso de los demócratas y 170 los republicanos, entre lo aportado por las propias campañas y los comités de acción política o PACs, en todo lo que va de año. En total, se espera que Trump emplee 350 millones solo en anuncios televisión en Pensilvania, el lugar donde ambos candidatos se centrarán esta semana, cuando quedan 23 días para las elecciones.
¿Qué tiene Pensilvania? La clave está en que el estado limítrofe con Nueva York votó republicano en 2016, cuando Trump ganó las elecciones, y demócrata en 2020, cuando se las llevó Joe Biden, pero además reparte más votos electorales que ningún otro estado clave (19). Esto, teniendo en cuenta que las encuestas están muy, muy ajustadas en todo el país -se contempla la posibilidad de que las elecciones terminen en empate- otorga una importancia posiblemente sin precedentes a Pensilvania, y ha obligado a ambos partidos a dedicarle más energía, tiempo y dinero que a ningún otro otro territorio de todo Estados Unidos.
Pensilvania es el estado más importante de estas elecciones y no está nada claro quién puede llevárselo. "Es casi un microcosmos de América", ha dicho el segundo del gobernador del estado, el demócrata Austin Davis, al New York Times. La frase resume bien por qué la batalla está ajustada en el lugar donde, por cierto, nació la superestrella del pop Taylor Swift, quien ya ha anunciado que votará a Harris.
El estado tiene una composición en la que se entremezcla una importante población rural, en la que predominan los votantes blancos sin formación superior, con importantes feudos negros como Filadelfia, y suburbios blancos, así como de trabajadores industriales y una creciente población latina. Esta mezcla hace complicado orientar los discursos y la medidas que buscan convencer a un grupo concreto, porque aquí hay que convencer a todo tipo de votantes que todavía no han decidido a quién van a votar.
Con ese objetivo, la campaña de Harris dice que solo el fin de semana pasado ha tocado en las puertas de 100.000 casas de Pensilvania, más que en ningún otro lugar en lo que va de año, pero no se quedarán ahí. Esta semana ambos candidatos volverán al estado. Ella, a Erie, donde ya estuvo Trump, una ciudad de mayoría demócrata de menos de 10.000 habitantes donde proliferan suburbios y zonas rurales, y también pasará por pequeños negocios regentados por afroamericanos, mientras que el expresidente ha decidido regresar este lunes a Oaks, en el Condado de Montgomery, después de estar la semana pasada en Scranton y en Reading, que son su octava y novena parada en el estado.
Además, los republicanos han enviado a su candidato a vicepresidente, el senador por Ohio JD Vance, a dar en Pensilvania más mítines que en ningún otro lugar, y los demócratas han lanzado a quien todavía es la estrella de su formación, el expresidente Barack Obama, además del gobernador del estado, Josh Shapiro. El carismático fiscal general es el tercer gobernador demócrata que el estado ostenta de manera consecutiva, y gobierna en un momento en el que los dos senadores que corresponden a Pensilvania también son demócratas. Sin embargo, es el único estado donde los demócratas controlan una cámara estatal y republicanos la otra.
En sus siguientes intervenciones, ambos candidatos hablarán de la industria energética y del fracking, intentando convencer a los 7 millones de personas que votarán en el estado. En las últimas diez elecciones, los demócratas se han llevado Pensilvania siete veces. Que Trump ganase en 2016 fue un hito, porque los republicanos no ganaban en el estado desde 1988. Sin embargo, ese año Trump sacó 44.000 votos más que Hillary Clinton, y cuatro años después Joe Biden ganó por 80.000.
Según la media de encuestas que elabora la web especializada FiveThirtyEight, hoy por hoy Kamala Harris ganaría en Pensilvania pero solo por 0,7 puntos (ella se llevaría el 48,1% del voto y Trump el 47,4%). Lo que dice la historia es que quien se lo quede lo hará por muy, muy poca diferencia.
"Estáis sacando todo tipo de excusas", dijo Obama a los votantes negros en su mitin en Pittsburgh, "tengo un problema con eso". "Parte de mí piensa que, bueno, no os hacéis a la idea de tener a una mujer como presidenta y estáis inventándoos otras alternativas y motivos para justificarlo". Las encuestas apuntan a que Kamala Harris es la candidata favorita de las mujeres estadounidenses, con 16 puntos de ventana, mientras que Donald Trump lidera la carrera de los hombres por 11 puntos. Por eso, la campaña de Harris y en particular el expresidente Obama están tratando de cambiar el que fuese el lema de su campaña en 2008, el Yes, we can, por el Yes, she can (ella puede).
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