“Prometo que siempre os escucharé aunque no me votéis, que siempre os diré la verdad aunque sea difícil de escuchar y que trabajaré todos los días para construir consenso y sacar el trabajo adelante”. Con esas palabras la vicepresidenta del Gobierno y candidata demócrata a las elecciones presidenciales del próximo martes, Kamala Harris, enmarcó su “alegato final” en los jardines frente a la Casa Blanca, en el que se centró en mostrarse como una figura conciliadora que se dejará la piel en mejorar las vidas de los americanos, frente a un Donald Trump que lleva una década intentando “mantenerlos divididos”. “Eso no es lo que somos. No tiene que ser así”.

“Si Trump resulta elegido entrará al Despacho Oval con una lista de enemigos, yo entraré con una lista de trabajo de lo que quiero conseguir para los americanos”, ha dicho señalando a la residencia y lugar de trabajo del presidente, justo detrás de ella. La afroamericana ha escogido un lugar especialmente representativo para el evento: la Elipse de Washington, el sitio exacto donde el 6 de enero de 2021 Trump, entonces presidente, se animó a sus seguidores a intentar frenar la ratificación de la victoria electoral de Joe Biden. Bajo el argumento de que los demócratas le habían robado las elecciones, el magnate lanzó a una turba al Capitolio, que intentó dar un golpe de estado y provocó seis muertos. A día de hoy, Trump está imputado por haber instigado el asalto y sigue sin reconocer que perdió las elecciones de 2020.

Asistentes del mitin de Kamala Harris frente al monumento a Thomas Jefferson.
Asistentes del mitin de Kamala Harris frente al monumento a Thomas Jefferson. | EFE/EPA/JIM LO SCALZO

“Sabemos quién es Donald Trump. Es la persona que estuvo en este espacio y que quiso dar la vuelta a la voluntad popular. 140 personas resultaron heridas en ese ataque, y ahora insiste en que quiere usar el Ejército contra los ciudadanos estadounidenses que estén en desacuerdo con él. Eso no es un candidato a la presidencia que esté pensando en mejorar vuestras vidas”, ha recordado Kamala Harris ante más de 75.000 personas, según la organización, que se han reunido para verla tanto dentro como fuera del recinto. Mientras,  la organización expulsaba a varios asistentes que portaban banderas contra la guerra en Gaza y de fondo se escuchaban las protestas propalestinas de la calle “¡Del río al mar, Palestina será libre!”.

El lugar no solo tenía un significado simbólico por Donald Trump, también porque es un punto clave de la capital del país. Facilitaba un plano de tinte muy presidencial y para la historia, porque detrás de Harris se encontraba la Casa Blanca, iluminada en la noche; y delante, el obelisco o monumento a George Washington y el monumento a Thomas Jefferson, ambos padres fundadores de la nación. A su izquierda descansaba el Capitolio, sede del Congreso y el Senado, más el Tribunal Supremo, y algo más alejado, a su derecha, brillaba el monumento a Abraham Lincoln con su estatua de mármol.

La vicepresidenta no se ha salido del guion, no ha llevado a ninguna superestrella del pop como ha hecho en anteriores mítines -de Bruce Springsteen a Beyoncé, pasando por John Legend o Pink- ni a ningún político brillante, ni al presidente de la nación. No ha sido un discurso para la historia, no ha tocado la fibra sensible al público, y en su mayor parte ha repetido palabras que ya ha pronunciado en un sinfín de ocasiones. Ha recordado los ejes de su campaña: del aborto y el derecho a que las mujeres decidan lo que sucede con sus propios cuerpos a la inflación y los costes de la vida, que pretende compensar bajando impuestos. Ha repasado sus valores, siempre comparándolos con los de Donald Trump: ella siempre honrará a los veteranos de guerra, jamás los llamará “perdedores”; defenderá la libertad en la tierra que la lleva por bandera desde hace siglos y peleará por los derechos de las minorías, ha afirmado, porque es lo que lleva haciendo toda la vida. 

"Desde que tengo uso de razón he tenido el instinto de proteger a los más débiles"

“Desde que tengo uso de razón he tenido el instinto de proteger a los más débiles, es lo que mi madre me enseñó”, ha recalcado. “No hemos llegado hasta aquí para ver cómo se desvanecen nuestros derechos fundamentales. No vamos a volver atrás”. Y como aval, su pasado: ha presumido de que como fiscal general de California luchó contra grandes bancos, pederastas, violadores y cárteles que traficaban con seres humanos. “Sé que muchos de vosotros aún estáis preguntándoos quién soy”, ha admitido ser una desconocida. “Pero es momento para una nueva generación de liderazgo en América y estoy preparada para ofrecer ese liderazgo como la próxima presidenta de EEUU”. Vítores, aplausos y hurras que no han escatimado en volumen.

La candidata de la justicia, la decencia y un futuro mejor

“Es el momento de dejar de señalarnos con el dedo. Es el momento de parar todo este drama, y conflicto, y miedo y división”, ha insistido Harris, recalcando una vez más su propuesta: ella será la candidata de la justicia, de la decencia, quien luche por un futuro mejor no solo para sus votantes, sino para todos los estadounidenses. En su opinión, los padres fundadores de la nación que esta conmemora en los edificios que la rodeaban no se dejaron la piel para conseguir unos derechos que ahora caigan en el olvido por culpa del “tirano de pacotilla” de Donald Trump.

El discurso de este martes de Kamala Harris se conoce como “alegato final” pese a que en Estados Unidos no existe la jornada de reflexión, de hecho los candidatos pueden seguir pidiendo el voto incluso el día de las votaciones. Sin embargo, los presidenciables suelen escoger un lugar clave para dar su último gran acto de campaña, aunque después participen en otros mítines y eventos. Pero no será como el de este martes, en el que decenas de miles de personas se han reunido en el centro de la capital del país con carteles con las siglas USA (EEUU) y pulseras luminosas que mostraban los colores rojo, blanco o azul de la bandera estadounidense al ritmo de la música.

Kamala Harris besa a su marido, Doug Emhoff, al terminar su discurso frente a la Casa Blanca.
Kamala Harris besa a su marido, Doug Emhoff, al terminar su discurso frente a la Casa Blanca. | EFE/EPA/JIM LO SCALZO

Antes del discurso de Harris, y como es habitual en sus mítines, un sinfín de anónimos subieron al escenario para contar por qué han decidido votarla. Un pequeño empresario, un veterano de guerra, una mujer que sufrió un aborto, una pareja republicana y la madre de un pequeño con diabetes fueron algunos de los emocionados votantes que compartieron sus historias. “Mi hermano era un policía que falleció en el asalto al Capitolio”, declaró uno de ellos, “el discurso de Trump tiene consecuencias reales y peligrosas para todos. Bryan, te echamos de menos cada día”, recordó. “Donald Trump estuvo a un voto de tumbar la ley que permite a mi hijo acceder a la insulina. Para mi hijo, la diferencia entre un candidato y otro es la diferencia entre la vida y la muerte”, dijo una madre en paro mientras aguantaba las lágrimas.

Las elecciones estadounidenses son el próximo martes y, si las encuestas están en lo cierto, serían las más ajustadas del último siglo. Hoy por hoy, Kamala Harris y Donald Trump están empatados tanto en la intención de voto a nivel nacional como en los estados clave que decidirán el resultado. En las elecciones de 2016, la demócrata Hillary Clinton obtuvo un mayor número de votos que el republicano Trump, pero él venció gracias al sistema electoral americano, y es lo que los expertos creen que podría suceder de nuevo, dependiendo de cómo se comporten los estados clave de Pensilvania, Carolina del Norte, Georgia, Míchigan, Wisconsin, Arizona y Nevada.