El expresidente Donald Trump ha ganado las elecciones estadounidenses y volverá a la Casa Blanca en enero. Lo conseguirá gracias a que se ha llevado los delegados necesarios en el colegio electoral, pero si se confirma la tendencia que ahora lleva el recuento también habría conseguido el voto popular, algo muy poco común en un presidente republicano e inédito desde hace 20 años. Para muchos, su regreso es más que sorprendente después de que rechazase aceptar su derrota hace cuatro años -a día de hoy sigue sin reconocerla-, de que estuviese detrás del intento de golpe de Estado que fue el asalto al Capitolio y de que haya resultado condenado por 34 delitos criminales, además de tener varias causas abiertas por, de nuevo, intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020. Además, Trump ha sobrevivido este verano a dos intentos de asesinato.
"Cuando ganas Nueva York, Illinois y California ya lo tienes automáticamente, es bastante ridículo, pero automáticamente va para el demócrata, es muy complicado ganar el voto popular porque son tres estados muy grandes", lamentaba Trump hace tan solo unos días con respecto a lo difícil que es en Estados Unidos ganar el voto popular como republicano, algo que sus adversarios utilizaron hace ocho años para deslegitimar su victoria. Pero esta vez lo ha conseguido.
Según los datos del recuento aún provisional recopilados por Associated Press -a falta de un conteo más oficial-, Trump ha ganado las elecciones en número de votos (lo que se conoce como voto popular) con más de 72 millones de papeletas frente a las 67 millones de la actual vicepresidenta Kamala Harris. Hay que tener en cuenta que el recuento aún no ha terminado en la costa oeste -California va por el 54% del recuento; Arizona, por el 61%; Alaska, por el 76%; Nevada, por el 85%-, pero todo apunta a una importante sorpresa para los estadounidenses e incluso para el propio presidente, ya hecho a la idea de que lo perdería.
Una precisión: en Estados Unidos quien consigue la mayoría de votos no se lleva la Casa Blanca, puesto que el sistema electoral se organiza de otro modo. Para ganar es preciso llevarse la mayoría de delegados del colegio electoral. Cada estado tiene un número de delegados asignados dependiendo de su tamaño y divisiones de condados, y quien gana en un estado se lleva todos los delegados del mismo (lo que se conoce como winner takes it all o el ganador se lo lleva todo), con la excepción de Nebraska y Maine, que sí los distribuyen proporcionalmente. Por eso, un presidente puede ganar las elecciones por número de delegados pero no hacerlo por votos, especialmente si es republicano, ya que los feudos demócratas son las zonas con más habitantes del país.
De acuerdo con las estimaciones, Trump se ha llevado los estados clave de Georgia y Carolina del Norte, pero también ha sorprendido llevándose el llamado "muro azul" compuesto por Wisconsin, Míchigan y Pensilvania, tal y como hizo en 2016. Y si el recuento continúa el ritmo que lleva, también se hará con Arizona y Nevada, lo que situaría a Trump como el presidente que se llevó todos los estados clave que parecían tan ajustados. En las anteriores elecciones que ganó, las de 2016, Trump se llevó seis de esos sietes estados, con la excepción de Nevada, mientras que en 2020 -cuando ganó Joe Biden- Trump solo ganó Carolina del Norte, consiguiendo Biden el resto.
Las diferencias son más sangrantes si se atiende al número de votos: en 2020 Biden sacó a Trump 7 millones de votos, alcanzando un total de 81 millones votantes, y Trump consiguió 74 millones de votos. En 2016, Hillary Clinton sumó casi 66 millones de votos y Trump casi 63, pero ganó él tras conseguir una amplia victoria de 304 delegados en el colegio electoral. Si se mira más atrás, George Bush es el último presidente republicano que en 2004 se llevó el voto popular cuando resultó elegido venciendo al demócrata John F. Kerry. El anterior fue, 16 años antes, su padre George H.W. Bush, que ganó en 1988 a Michael S. Dukakis. Lo llamativo es que durante el siglo pasado lo normal era que quien ganase las elecciones se llevase el voto popular: así pasó en todas las elecciones de 1900 a 1996.
El de este martes es un resultado que pocos pronosticaban. En ningún momento antes de las elecciones los mercados de apuestas daban a Donald Trump más de un 43% de posibilidades de ganar el voto popular, y en agosto eran de menos del 20%. Es una muestra de que las elecciones a veces sorprenden, esta vez la opción poco probable es la que ha sucedido.
¿Por qué ha ganado Trump el voto popular?
Donad Trump ha ganado en grupos de población que de siempre le son favorables como los hombres y los votantes blancos sin estudios universitarios, pero también ha tenido buenos resultados en grupos tradicionalmente demócratas como los latinos y los jóvenes, según los primeros recuentos, aún provisionales. Lo habitual es que la mayoría de los latinos y los jóvenes apoyen sobre todo al Partido Demócrata, y eso ha seguido sucediendo así en estas elecciones, pero todo apunta a que en estas elecciones ambos grupos se han movido hacia la derecha.
Para sorpresa de muchos, a los hispanos no les han asustado las proclamas de Trump sobre la inmigración ilegal, dando señales de que las comparten. En el condado de Miami-Dade de Florida, donde la mayor parte de la población es latinoamericana, Trump ha conseguido el 54% de los votos, mientras que en 2016 Hillary Clinton ganó allí por el 63% del total, al igual que Biden en 2020, con el 53%. Lo mismo ha sucedido en otros condados de Texas y California.
Harris, por su lado, ha fracasado a la hora de distanciarse del presidente Joe Biden, al que reemplazó en la carrera presidencial hace apenas tres meses y después de un debate televisado en el que se mostró muy perdido. La vicepresidenta ha intentado hacer del aborto el tema principal de su campaña, ha luchado por venderse como la candidata del cambio generacional, quien iba a dar un portazo a los últimos años de la historia de EEUU, marcados por la división, pero no lo ha conseguido. Sus errores se estudiarán con detalle en las próximas semanas, pero en un primer momento los analistas apuntaban a que debería haber marcado la diferencia con su antecesor -en numerosas ocasiones ha dicho que no hay nada en lo que esté en desacuerdo con él- y haber señalado algunos de sus errores.
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