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El pasado martes tan solo fue necesario que pasasen unas horas para conocer que Donald Trump sería el presidente de Estados Unidos durante los próximos cuatro años. Una semana y un día después, todavía no sabemos qué partido tendrá el control de la Cámara de Representantes los próximos dos ejercicios. De hecho, quedan 16 asientos por asignar y algunos condados apenas han contado el 60% de las papeletas que han recibido. ¿Qué pasa en América, por qué tardan tanto en contar los votos?

En Estados Unidos la Cámara de Representantes -formalmente lo que se conoce como el Congreso abarca a ambas cámaras, la de Representantes y el Senado, a diferencia de lo que sucede en España- está compuesta por 435 escaños. Un partido necesita ganar 218 para tener el control de la institución, y de momento el recuento solo ha revelado que los republicanos cuentan con 214 escaños, frente a los 205 de los demócratas. No está claro cuándo puede conocerse el resultado final. 

A estas alturas hace siete días que se conocía quién gobernaría el país y quién tiene la mayoría en el Senado, que se han llevado los republicanos por 53 escaños frente a 47 -en estas elecciones solo se elegía a un tercio de la cámara-. Sin embargo, de cara a la House son 16 los condados que no han terminado el recuento y por tanto que no han decidido su resultado. 

Nueve de ellos están en California, y el resto pertenecen a estados diferentes: Alaska, Washington, Oregon, Iowa, Colorado, Arizona y Maine. En algunos el conteo de los votos aún no supera el 62% del total -distrito 13 de California, o el 66% en el caso del 21-, mientras que en tres supera el 96% pero la carrera está tan ajustada que no es posible declarar un ganador hasta que no termine del todo, según apuntan los datos que recoge Associated Press, la agencia de noticias que es quien determina quién ha ganado la carrera por cada escaño.

Dos trabajadoras organizan papeletas para que después sean contadas en el Centro de Extracción Electoral de Martinez, California, el pasado martes.
Dos trabajadoras organizan papeletas para que después sean contadas en el Centro de Extracción Electoral de Martinez, California, el pasado martes. | EFE/EPA/JOHN G MABANGLO

Como ya ha podido apreciarse, la mayor parte de la culpa la tiene California, pero eso no es una sorpresa. El estado es conocido por tomarse días o incluso más de una semana para contar todas las papeletas, algo que comúnmente justifican en que tiene 22 millones de votantes registrados, una población mayor que la de otros 47 estados juntos. Pero sus numerosos habitantes no son la razón del retraso, de hecho, estados también muy poblados como Nueva York, Texas y Florida cuentan la inmensa mayoría de sus votos la noche electoral. 

El proceso electoral en el estado que gobierna el demócrata Gavin Newsom tiene particularidades que ralentizan el recuento y obligan a que después de cada elección California sea protagonista de informativos y portadas, llevando a muchos a sospechar de su recuento. El Gobierno de California asegura que es necesaria esta lentitud para asegurarse de que el recuento es preciso y también de que votan todas las personas que sea posible, y opinan que no les perjudica, sino da más credibilidad. En consecuencia no solo se desconoce quién va a llevarse el Congreso, sino también el resultado de iniciativas populares que los californianos votaban como si el salario mínimo debe subir de los 16 a los 18 dólares por hora.

Entremos en las razones que explican esta lentitud.

Una mujer reacciona al resultado de las elecciones estadounidenses en la noche del pasado martes. Centro de prensa de Nieuwspoort, La Haya, Países Bajos.
Una mujer reacciona al resultado de las elecciones estadounidenses en la noche del pasado martes. Centro de prensa de Nieuwspoort, La Haya, Países Bajos. | EFE/EPA/REMKO DE WAAL

El voto por correo y la verificación

California es de los pocos estados que envía a casa de cada votante registrado una carta con las papeletas, como sucede en España, lo que ha conducido a que ahora la mayoría de los ciudadanos voten por correo. Son votos que tardan más en procesarse que los que se depositan en persona porque los trabajadores deben asegurarse de que la firma que aparece en el sobre es la misma que la que está registrada del votante. En caso de que no sea así, se llama a los votantes y se les pide que verifiquen su voto y firma, y hasta que esto no sucede no se cuentan sus votos.

Así, en 2022 algunos escaños de California no se decidieron hasta dos semanas después de las elecciones, justo cuando el 91% de los votos fueron por correo. Esto también sucede en otros estados pero en ninguno se envían tantos votos por correo como en California, donde la mitad vota usando esta vía, lo que hace más tedioso el proceso de verificación. Porque sí, los votos no se cuentan directamente: cada uno de ellos debe verificarse.

Los votos provisionales

California también es uno de los estados que permite que los votantes se registren como tales el mismo día de las elecciones, con lo que el residente puede acudir a las urnas, identificarse y después votar. Es entonces cuando el voto de muchos se clasifica como provisional, siempre que los trabajadores no puedan confirmar en el momento si esas personas tienen derecho a votar o no.

El hecho de que sea el estado más poblado también implica que tiene la tasa más alta de votos provisionales, aquellos que no se pueden confirmar el día de las elecciones y que se cuentan después, si se confirma la identidad del votante. Esta vez California ha registrado más de 1,3 millones de votos provisionales, el 9% de todos los depositados en el estado, según datos de la Comisión de Asistencia Electoral.

Para más inri, este es uno de esos estados que cuenta los votos que le llegan incluso si lo hacen una semana más tarde de las elecciones. Todos los votos que se depositaran en el correo el día de las elecciones son contados, lo que hace que tengan que contar votos que llegan muchos días más tarde que el resto. Y eso, en distritos donde el resultado está muy ajustado y un puñado de votos pueden decidir quién se lo lleva -no decenas de miles de votos ni miles de votos, sino de los mismos que dedos tiene una mano-, es crucial. En Iowa, un estado se ha decidido por una diferencia de seis votos, lo que en según qué casos obliga a contar e incluso a recontar todos los votos. 

Un centro de votación en el Ayuntamiento de San Francisco, California.
Un centro de votación en el Ayuntamiento de San Francisco, California. | EFE/EPA/JOHN G MABANGLO

Festivos, amenazas y la falta de personal 

Otra razón que explica el retraso es que los trabajadores electorales suelen dedicarle la jornada habitual al recuento y tienen los días libres habituales, al contrario de lo que sucede en otros lugares. Por ejemplo, en el condado de Contra Costa dejaron de contar el viernes y no volvieron hasta el martes, ya que el lunes fue fiesta nacional por el Día de los Veteranos. Los responsables del recuento aseguran que hacen todo lo posible por contar rápido, pero que la falta de personal y de tecnología no les permite ir a más. 

Por otro lado están las amenazas de bomba que han recibido y que también han ralentizado el recuento de los votos en algunas oficinas, obligándolos a evacuar antes de que se comprobase que no había ningún tipo de explosivos en los edificios. Estas elecciones se han registrado al menos una decena de avisos de bomba y todos resultaron falsos.

Vía libre a la desinformación

Tanto republicanos como demócratas han utilizado este retraso en el recuento para sembrar la duda y advertir de que podría estar produciéndose algún tipo de fraude, algo que también se temía que sucediese a nivel nacional pero no ha terminado pasando dado que los números le dieron a Donald Trump la victoria por un amplio margen en la misma noche electoral. 

A raíz de la lentitud de California hubo demócratas que al día siguiente de las elecciones acusaron a los republicanos de haber hecho desaparecer 15 millones de votos. La diferencia entre los votos que recibió Joe Biden y los que había recibido Kamala Harris ese día parecía demasiada, pero no estaban teniendo en cuenta que aún quedaban millones de votos por contar en todo el país, especialmente en la costa oeste, un bastión demócrata.