Estados Unidos vuelve a mirar a Latinoamérica. Y para dejarlo claro, Donald Trump ha decidido enviar a su recién nombrado secretario de Estado, el descendiente de cubanos Marco Rubio, a la región en su primer viaje en el cargo. Hacía más de cien años que un secretario de Estado no priorizaba en su viaje inaugural a América Latina, pero después de décadas de relaciones diplomáticas más o menos limitadas, Estados Unidos necesita reorientar su política exterior por la crisis migratoria, el tráfico de drogas y, sobre todo, la cada vez más importante presencia de China en el continente. 

La Casa Blanca ha anunciado el viaje de Rubio en términos pacíficos, pero dependiendo del país que visite no lo será tanto. El secretario de Estado planea visitar desde el aliado El Salvador -donde "[el presidente, Nayib] Bukele no solo es el líder más popular del hemisferio occidental sino que ha convertido San Salvador de la capital de los asesinatos a una de las ciudades más seguras del mundo", aplaudió ayer en un encuentro con periodistas Mauricio Claver-Carone, el enviado especial de Estados Unidos para Latinoamérica- a Panamá, cuyo canal Estados Unidos quiere recuperar. También visitará Costa Rica, Guatemala y República Dominicana, a los que buscará convencer de que deben recibir a migrantes deportados de otras nacionalidades.

Rubio es el primer secretario de estado estadounidense de origen latino y el primero que habla español desde niño. Y quiere usar esa posición para con su Departamento ayudar a Trump a conseguir su objetivo de "reducir la inmigración masiva". Durante su primer mandato, el latino, conocido por su dureza contra Cuba y Venezuela, fue clave a la hora de acabar con el acercamiento del expresidente Barack Obama a Cuba y contribuyó a aumentar la presión sobre Venezuela, logrando imponer sanciones contra el sector energético del país. En esta ocasión, la prioridad es la inmigración y en consecuencia Trump firmó en su primer día en el cargo una emergencia nacional en la frontera con México.

"Nuestras relaciones diplomáticas con otros países, especialmente en el hemisferio occidental, priorizarán la seguridad de las fronteras de EEUU, detener la migración ilegal y desestabilizadora, y negociar la repatriación de inmigrantes ilegales", dijo el secretario de Estado en su primer discurso tras jurar el cargo. 

"Esta renovada atención presenta oportunidades tanto económicas como geopolíticas, pero también expone a Latinoamérica a importantes riesgos. Un mayor vínculo con Estados Unidos a menudo implica más presiones externas, más dependencia económica y más vulnerabilidades sociales y políticas. Es un momento que exige examinar con cuidado las complejidades de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica", opina Othon A. Leon, profesor de la Universidad de Montreal y director del Centro Canadiense de Estudios Estratégicos.

Acuerdos de repatriación

En ese marco, uno de los objetivos del viaje es conseguir acuerdos con terceros países, es decir, que algunos presidentes acepten recibir deportados de otras nacionalidades. "Uno de los temas que se discutirán será un programa de repatriación con Costa Rica para que ayuden no solo a aquellos que vienen de Sudamérica, sino a los que vienen de todo el mundo, para ver cómo podrían ayudar con las repatriaciones", explicó este viernes Claver-Carone, el enviado especial americano para Latinoamérica. 

El problema principal es que Cuba y Venezuela han rechazado aumentar el número de deportados que aceptarán, y por tanto Trump necesita que otros países los acepten si quiere cumplir su promesa de sacar de EEUU a más de diez millones de sin papeles. "Si Estados Unidos aplica políticas migratorias más estrictas es probable que más inmigrantes latinoamericanos busquen alternativas en Europa, lo que aumentará la presión sobre los sistemas europeos de asilo y migración", advierte Víctor Muñoz, socio del centro de estudios European Council on Foreign Relations, quien también alerta sobre los amigos de Trump en la región, como el argentino Javier Milei o el salvadoreño Bukele.

"Estas personalidades podrían sentirse más envalentonadas en sus propias políticas de seguridad interna con la reelección de Trump, aunque los beneficios tangibles que podrían obtener siguen sin estar claros". El presidente también mantiene buena relación con el expresidente de Brasil Jair Bolsonaro y el líder de la oposición chilena José Antonio Kast, con quienes coincide en "la primacía de la seguridad nacional sobre los derechos humanos y las políticas sociales", apunta Muñoz.

"Las políticas que buscan bajar la curva migratoria a menudo oscilan entre la colaboración y la coacción. Por ejemplo, la Guardia Nacional de México terminó desplegándose para interceptar a inmigrantes que viajaban al norte, básicamente haciendo la función de agentes fronterizos estadounidenses. Este enfoque añade presión a los recursos de México, además de encender el debate sobre la soberanía del país y los derechos humanos", valora el profesor Othon A. Leon en un artículo publicado en Modern Diplomacy.

Latinoamérica siempre ha tenido importancia geopolítica, pero para la Administración Trump tiene un papel mucho más importante. México, Guatemala, Honduras y El Salvador son los países que Estados Unidos quiere que frenen sus flujos migratorios pero sin prestar demasiada atención a la raíz de ese problema -la violencia, la pobreza, la inestabilidad política y sistemática-. Si esas naciones actúan como pide Trump, opina Leon, corren el riesgo de perpetuar esa inestabilidad y de disparar el descontento popular.

Uno de los catalizadores de este vuelco en la política exterior es la situación del fentanilo en EEUU, razón de que el presidente estadounidense haya pedido medidas contra cárteles de la droga, sobre todo a México. También es la principal razón por la que Trump ha impuesto aranceles del 25% a todos los bienes y servicios que entren en EEUU desde el país a partir de este sábado. Estados Unidos tiene prisa porque se haga frente a esta crisis, pero eso podría dar lugar a más violencia en México o a otros problemas diplomáticos. Canadá también estará sujeta a aranceles del mismo nivel por la misma razón, y China, del 10%.

Trump ya ha acelerado las deportaciones de inmigrantes en aviones militares a países latinoamericanos. Rubio no visitará Colombia, el país con el que Estados Unidos ha mantenido el primer gran choque diplomático de la segunda Administración Trump. El domingo, Trump anunció aranceles a todos los productos procedentes de Colombia que entrasen en EEUU después de que su presidente, Gustavo Petro, ordenase rechazar vuelos con deportados una vez ya estaban en el aire. Sin embargo, en menos de un día ambos países acordaron que aviones colombianos irían a EEUU a recoger a los deportados.

"El mensaje que quiere enviar es que la Administración Trump está deseando usar esas herramientas", ha explicado Kevin Whitaker, ex embajador estadounidense en Colombia y ahora en el think tank americano centrado en asuntos internacionales Atlantic Council, en una llamada con periodistas. Además de los aranceles, Trump también anunció que EEUU paralizaría todos los visados, en un gesto que buscaba ser ejemplarizante para el resto de países, según opina Whitaker.

La presencia de China en Panamá, "una preocupación" para EEUU

La expansión de China en Latinoamérica preocupa a EEUU. Claver-Carone aseguró el viernes que la presencia del país alrededor del Canal de Panamá supone una "preocupación" para la seguridad nacional estadounidense. Para EEUU, la presencia China en el canal se ha ido "completamente de las manos" por culpa de anteriores gobiernos en el país, y ahora el presidente "tiene que hacerse cargo". Porque eso afecta a Estados Unidos y también, "francamente, a la seguridad de todo el hemisferio occidental". Preocupa especialmente el peso de China en "todo, desde los puertos a la logística y las infraestructuras de telecomunicaciones, entre otros".

EEUU cree que la presencia china en el canal se ha ido "completamente de las manos"

"Beijing ha solidificado su presencia a través del comercio, inversiones y proyectos de infraestructuras durante las últimas dos décadas. Las empresas chinas han financiado iniciativas clave como puertos en Perú y redes ferroviarias en Brasil. El comercio entre China y Latinoamérica ha crecido desde los 18.000 millones en 2002 hasta los 480.000 millones en 2023. Washington está pidiendo a los gobiernos que impidan que China entre en sectores sensibles como las telecomunicaciones y la energía, pero esa presión corre el riesgo de provocar que alienar a esos países que ven a China como un socio muy válido para el crecimiento económico se alienen", recuerda el profesor Leon.

Por el momento, EE.UU. y Europa siguen siendo los mayores inversores en América Latina, pero las promesas de Trump de imponer restricciones a las importaciones y establecer aranceles, junto con un viraje general hacia Asia-Pacífico, podrían alentar a América Latina a profundizar los lazos comerciales con China, que ya es el principal socio comercial de importantes economías regionales como Brasil, Chile y Perú. Estados Unidos asegura no pensar así. "Todo el mundo pensaba que China iba a convertirse en la fuerza con más influencia en las américas", ha dicho Claver-Carone. "Sin ninguna duda, este siglo XXI, va a ser el siglo americano".