La estrategia que Donald Trump está llevando a cabo se llama ‘inundar la zona’. Consiste en aprobar tantísimas órdenes ejecutivas, hacer tantas declaraciones y bombardear a los medios de comunicación con tanta información que sea complicado discernir unas decisiones de otras, pararse a documentarse sobre todas ellas y, por tanto, elegir qué es aquello a lo que merece la pena prestarle atención.
En la práctica se traduce en que este miércoles en la ciudad de Washington había al menos tres grandes protestas convocadas en diferentes horas y lugares, pero muchos no sabían si todas tendrían lugar, si recibirían atención o a cuál era preferible acudir. Una, contra el desmantelamiento de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID); otra, contra el Gobierno de Trump en general y una tercera contra la injerencia de Elon Musk en particular. Las tres convocatorias se sumaban a otras tantas protestas que tuvieron lugar el pasado fin de semana, el lunes y el martes, con lo que en las redes sociales nadie tenía claro cuáles saldrían adelante, si iría la suficiente gente o si valía la pena desplazarse desde ciudades del cinturón. Los que no lo veían claro, refunfuñaban online. “¿¡Cómo puede ser que no nos estemos organizando mejor?!”, lamentaba un usuario en la red social Reddit. “Protestar de forma pacífica no va a parar un golpe de estado”, comentaba otro, desesperado.
Pese al caos y al pesimismo, al menos una protesta sí ha tenido éxito este miércoles: la que buscaba revertir el desmantelamiento de la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID), en la que cientos de personas se han unido para mostrar su rechazo al desmantelamiento del mayor proveedor de ayuda humanitaria del mundo. En los jardines del Capitolio, una multitud ha mostrado por tercera vez su rechazo a la idea de Elon Musk de vaciar una agencia que desde fuera puede parecer prescindible, pero garantiza la seguridad del país y del mundo, así como el control de las enfermedades en todo el planeta, clamaban sus funcionarios.
Estados Unidos es el mayor proveedor de ayuda humanitaria en el mundo, con el 47% del total.
“Para mí, lo más importante es el tema sanitario, es lo que salva vidas. Al principio de los 2000, cuando el VIH estaba devastando África y muchísima gente estaba muriendo, eso afectó a los militares de muchos de esos países africanos. Eran militares que ayudaban a los cuerpos de paz, y de repente estaban en peligro. USAID está muy relacionada con la seguridad. Otro ejemplo: muchos de nuestros programas están orientados a promover que las personas puedan cubrir sus necesidades, y que no se vean tentados por actividades como el terrorismo”, explica a este periódico una trabajadora de la agencia de unos 60 años de edad, que prefiere no revelar su nombre por miedo a posibles represalias.
El Gobierno de Trump anunció este martes que suspenderá los contratos de todos los trabajadores no esenciales de USAID, tanto de las oficinas del país como en el extranjero, a partir de este viernes. “Todo el personal contratado directamente por USAID será puesto en licencia administrativa en todo el mundo, con la excepción del personal designado responsable de funciones críticas para la misión, el liderazgo central y los programas especialmente designados”, informó la agencia en un comunicado. Desde el lunes, las oficinas de la agencia están cerradas y los trabajadores están obligados a quedarse en casa. Trump ya congeló en su primer día en el cargo toda la ayuda al exterior, con la única excepción de la destinada a Israel, Egipto y a alimentos de emergencia.
Este lunes, algunos congresistas demócratas intentaron entrar en el edificio de la institución, pero se les bloqueó el acceso. Los representantes creen que Trump no puede modificar a su antojo ni a golpe de órdenes ejecutivas instituciones que forman parte del Gobierno federal , y prometen pelear la decisión en los tribunales. Los críticos con la iniciativa aseguran que es una prueba más del poder que Elon Musk está ganando en la Administración Trump, que le permite hacer a su gusto y su necesidad de recortar todo lo posible el gasto público estadounidense.
Trump, por su parte, no ha detallado qué piensa hacer con la agencia, pero sí ha dicho a los periodistas que el cierre de USAID es algo que “debería haberse hecho hace mucho tiempo”. Al preguntarle si no debería aprobarlo el Congreso, ha contestado que no lo cree así. Además, el fin de semana la página web y las cuentas en redes sociales de la agencia quedaron desactivadas. En este contexto, han florecido los rumores sobre que el presidente ya podría haber decidido cerrar la institución, que fue fundada en 1963.
“He pasado el fin de semana mandando a USAID a la trituradora de madera”, ha fardado el CEO de Tesla y SpaceX en su red social, X (antes Twitter). USAID provee de fondos clave para la educación, la lucha contra el hambre, las epidemias y la pobreza en países de todo el mundo, pero para Musk, el elegido de Trump para luchar contra el gasto público superfluo en innecesario, la agencia es un estorbo, un gasto innecesario, woke y un nido de progresistas. A día de hoy, USAID cuenta con casi 10.000 empleados y un presupuesto de 50.000 millones de dólares, según datos que ha recopilado la agencia EFE.
“Te diré otra cosa: la agencia es muy, muy, muy, pero que muy estricta con el dinero. Hacemos auditorías a todos los beneficiarios, no es que estemos dando dinero y haciendo la vista gorda. De hecho, muchos de los beneficiarios se quejan a menudo de que somos tan estrictos que no son capaces de usar los fondos”, dice la misma trabajadora. Corrobora su opinión otro manifestante, que prefiere igualmente ocultar su nombre.
“Cualquier persona del Ejército está a favor de USAID. A EEUU no le interesa usar la violencia como primera respuesta a los problemas”
“Yo ahora estoy jubilado, pero era militar en el Ejército y he trabajado para el Departamento de Defensa toda mi vida adulta. Si hablas con cualquier persona relacionada con el Ejército estadounidense, especialmente con alguien que haya luchado en estas guerras sin fin de los últimos 23 años, todos están a favor de USAID. Porque, sí, tenemos un ejército fuerte, y gastamos mucho dinero en él, pero a Estados Unidos no le interesa usar la violencia como primera respuesta a los problemas. USAID es una cosa barata, es una inversión para el resto del mundo y representa menos del 1% del presupuesto americano, que es algo que la mayoría de estadounidenses no saben”, explica desde el anonimato.
Si algo ha cundido entre los empleados de la agencia, además del enfado, es el miedo. Muchos de los manifestantes se disculpaban con amabilidad por preferir no hablar con la prensa, y otros accedían a hacerlo con la condición de que no apareciese su nombre. Un número elevado de los presentes llevaba mascarillas FFP2, como en lo peor de la pandemia, o polainas que les tapaban hasta la nariz, y además usaban gafas de sol y gorros para taparse la cabeza.
El miedo corre días después de que se conociese que Musk está teniendo acceso a todo tipo de información confidencial, como listas de empleados, incluso de espías de la CIA, pese a no haber sido elegido en las elecciones. El empresario tampoco ha pasado el tradicional chequeo de seguridad al que se somete a los empleados públicos, ni ha pasado por el examen del Senado, como hacen los integrantes del gabinete de Trump. Esta misma tarde, Musk compartía en su perfil de X un vídeo parodia en el que se aseguraba que el Gobierno estadounidense está gastando más de un millón de dólares de los contribuyentes en una iniciativa para la suavidad de las almohadas y en un gabinete para los estándares de la música de ascensor, y en un estudio sobre el sonido del velcro.
“Es absurdo decir ‘mira, como hemos encontrado un par de ejemplos de programas que eran estúpidos o que parecen ridículos pues nos lo cargamos todo’. Por supuesto que cualquier programa en el que se gastan miles de millones al año va a haber algo de eso, algo en lo que se debería gastar menos. No tenemos ningún problema en que se revise el gasto, no hay nada malo en eso. Y bueno, lo de Musk en concreto, es alguien a quien no hemos elegido”, resalta el militar jubilado.
Entre los presentes en la manifestación que no temían a dar su nombre, en parte porque no son funcionarios públicos, son los jóvenes Greg Sternberg y Matt Zanger, camarero y biólogo, a quienes también les preocupa Elon Musk: “Forma parte de esa especie de oligarquía tecnológica que lleva intentando hacerse con el Gobierno de Estados Unidos décadas”, dice el Zanger. “Y lo quieren hacer desmantelando los sistemas del Gobierno y usando su tecnología de manera que puedan tener un monopolio sin ser elegidos, sin que tenga que ser una democracia”.
“Van a usar su dinero y su influencia con los políticos. Es un movimiento claro hacia el fascismo”
“El problema es que no ha sido elegido, ni ha sido nombrado para ninguna cartera del gabinete. Pero aún así en la inauguración él, y Jeff Bezos y Mark Zuckerberg se sentaron justo detrás de Trump. Están dejando claro que el dinero influye más en la política que las personas, y que van a usar su dinero y su influencia con los políticos. Creo que eso da mucho miedo, y que es un movimiento claro hacia el fascismo”, lo apoya Sternberg.
Los congresistas presentes en la protesta iban en la misma línea, calificándolo de una “toma del poder ilegal” y “un abuso de poder corrupto” en palabras del senador Chris Van Hollen, de Maryland. “No solo es un regalo para nuestros adversarios, cerrar la Agencia con una orden ejecutiva es simplemente ilegal”. Para algunos de los presentes, esa descripción de la situación no es suficiente. “Ya sabemos lo que está pasando, ahora mi pregunta es QUÉ VAN A HACER AL RESPECTO”, gritaba con insistencia un hombre en medio de las declaraciones de los senadores. Muchos lo aplaudían. “¿Cuál es el plan?”, lo apoyaban. “¡¡No tenéis ninguno!!”.
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