China es el país del mundo con el que Estados Unidos tiene un mayor déficit comercial. EEUU exportó a China productos por valor de 131.000 millones de dólares el año pasado, pero importó de allí bienes por valor de 401.000 millones, con lo que la diferencia a favor del país asiático es de 270.000 millones. Este aparente desequilibrio viene provocado por que los americanos, como tantos otros países del mundo, compran (voluntariamente) un sinfín de productos procedentes de China. 

Pero cuando Donald Trump insiste en decir que los países extranjeros y en concreto China están “destrozando” a Estados Unidos se refiere a que el país subvenciona con fuerza su industria y además devalúa su moneda, y eso hace imposible que las empresas americanas puedan competir en precios.

Es cierto que China ha llenado Estados Unidos y un sinfín de otros países con sus productos baratos, y también es cierto que esa deslocalización está costando millones de empleos. Lo que no está tan claro es que imponer aranceles del 145% a sus productos -sí, la tasa que tienen que pagar las empresas chinas que lleven sus productos a EEUU es del 145% desde el miércoles- vaya a dar la vuelta a ese déficit comercial, ni que vaya a disparar el empleo en EEUU. 

De hecho, la medida podría poner en riesgo la estabilidad de los mercados a nivel internacional y conducir a que el dólar pierda su posición de liderazgo entre las monedas refugio.

La razón es que China es el segundo país del mundo que invierte más en bonos estadounidenses. Según datos del Tesoro de EEUU, en enero China tenía 761.000 millones de dólares invertidos en bonos americanos, solo superada por Japón, con más de un billón (un trillón anglosajón). Y eso da a China un gran poder a la hora de presionar a Estados Unidos.

Los economistas vienen advirtiendo esta semana de que Pekín ha visto en la deuda pública estadounidense una oportunidad para presionar a Estados Unidos. Y es lo que podría haber conducido a que Donald Trump decida pisar el freno de la guerra arancelaria. El presidente estadounidense paralizó el miércoles todos los aranceles que habían entrado en vigor solo horas antes, y lo hizo después de ver cómo se hundía el mercado de los bonos, como también hizo la primera ministra británica Liz Truss en 2022, cuando que sus planes fiscales repercutieron con fuerza en el mercado de la deuda pública.

No está claro si los inversores asiáticos han decidido empezar a desprenderse de la deuda americana como represalia por los aranceles de EEUU, si simplemente han decidido frenar sus compras o si la caída de los bonos tiene otro origen -y los datos oficiales aún tardarán en revelar la historia-, pero sí es evidente que cualquiera de las dos primeras opciones dispararía los tipos de interés de la deuda estadounidense, lo que supondría un duro golpe. China tiene un gran botón nuclear, la pregunta es si está dispuesta a usarlo.

Este jueves, el mercado de los bonos no se había recuperado de las fuertes caídas de los últimos días, cuando pasó de ser el refugio de los inversores en medio de las fuertes caídas de la bolsa a convertirse en un activo que todo el mundo estaba liquidando. El rendimiento del bono de EEUU a diez años el miércoles subió más de 20 puntos y se situó en el 4,51%, registrando su mayor repunte en una semana en más de una década, y la deuda con vencimiento en 30 años sumó más de 20 puntos, activando todas las alarmas de inversores y empresarios, que trasladaron su preocupación al presidente americano. Un día después, el bono a diez años cotizaba al 4,27%.

Porque si la deuda pública americana, sea por obra de China o simplemente porque los inversores empiezan a desconfiar de sus bonos como valor seguro, el terremoto en EEUU sería de proporciones bíblicas. Una venta masiva de deuda pública desplomaría su valor, dispararía la rentabilidad y encarecería con creces el coste del endeudamiento americano, asestando un complicado golpe en sus cuentas públicas, como sucedió en Grecia durante la crisis financiera.

¿Puede suceder? Hay economistas que lo ven complicado, porque China no solo perjudicaría a Estados Unidos con su movimiento, sino también a sí misma. “Sería como lanzar una granada de mano a alguien que está sentado enfrente de ti en una habitación”, ha dicho Mark Williams, economista jefe de Asia en Capital Economics, a The Telegraph. Es así porque de caer la deuda pública americana también caería el valor de los bonos en posesión de China, además del valor del dólar, asestando un golpe, como de bumerán, a las valiosas exportaciones chinas.

Por otro lado, de producirse una fuerte caída en el valor de la deuda americana, la Reserva Federal se vería obligada a intervenir para parar los daños antes de que sea demasiado tarde, lo que contendría los daños antes de que empezasen a ser irreversibles. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que un movimiento agresivo de la Fed podría suponer pérdidas importantes para el banco central. Por no hablar de las medidas en respuesta que Estados Unidos podría tomar para castigar aún más a China, como sanciones, elevando aún más la guerra comercial.

Un castigo que repercute en todo el mundo

El aumento de los rendimientos de los bonos del Tesoro americano hace subir inmediatamente el coste de los de todo el mundo, un problema especialmente graves para aquellas economías que ya tienen un volumen de deuda desproporcionado. Esta semana, el bono a 30 años japonés subió a máximos de 21 años y el británico marcó su mayor valor desde 1998, ha recogido Reuters, aunque ambos relajaron su escalada el jueves. El frenesí de la semana recordaba a muchos, además de a Reino Unido en 2022, a marzo de 2020, cuando una fuerte caída en el mercado de los bonos estadounidenses llevó a la Reserva Federal a intervenir comprando 1,6 billones de dólares en bonos a modo de rescate.