El Brexit lleva siendo una batalla contra el tiempo desde el referéndum del 23 de junio de 2016, cuando ganó la opción que abogaba por salir de la Unión Europea. Este miércoles 16 de octubre se ha hecho realidad más que nunca esta presión para hacer posible que se lleve a cabo la salida del Reino Unido de la Unión Europea el 31 de octubre.
Todas las miradas están puestas en los unionistas norirlandeses. Boris Johnson, que viaja a primera hora del jueves a Bruselas, y los 27 tienen al alcance de la mano el acuerdo a falta de resolver la cuestión del IVA. Pero aún habrá que esperar.
Los escenarios de este pulso han sido Bruselas y Londres. En Bruselas, los equipos negociadores de los Veintisiete y del Reino Unido avanzaron el martes hasta la madrugada sin llegar a concluir el principio de acuerdo. Han seguido este miércoles desde primera hora, con el fin de que el negociador-en-jefe de la UE, el francés Michel Barnier, pudiera presentar ante los embajadores de los Veintisiete un texto consensuado y con garantías del Reino Unido.
Lo hizo finalmente, con cinco horas y media de retraso sobre la hora inicial, las 14 horas. En su encuentro, les informó que solo quedaba por resolver la cuestión relativa al IVA, según informa Tony Connelly, editor para Europa de la televisión pública irlandesa (RTE) y coautor de Brexit & Ireland.
En el Consejo Europeo del jueves y el viernes se daría el visto bueno al acuerdo, si se supera este último escollo. Previamente, el presidente del Consejo Europeo saliente, Donald Tusk, había señalado en la cadena polaca TVN24, antes de la reunión con los embajadores comunitarios, que las "bases" del acuerdo sobre el Brexit estaba ya listas, pendientes de que Londres disipara sus últimas dudas.
Desde Toulouse, el presidente francés, Emmanuel Macron, daba por hecho que el jueves los jefes de Estado y de gobierno darían luz verde a un texto consensuado.
El poder de los unionistas norirlandeses
En Londres, el primer ministro británico, Boris Johnson, además de convocar al gobierno, se ha vuelto a reunir varias veces con los unionistas de Irlanda del Norte (DUP), quienes hasta ahora se han opuesto a que el Mar de Irlanda fuera allí donde se estableciera la frontera después de la salida de la UE. Irlanda del Norte se quedaría alineada con las normas del mercado único para bienes, y se atendría a los estándares sanitarios y fitosanitarios.
En la práctica aplicaría las normas de la unión aduanera. La UE cedería en lo referido a que la Asamblea norirlandesa tendría posibilidad de dejar la salvaguarda cada cierto tiempo, siempre que haya un consenso amplio. La líder del DUP, Arlane Foster, decía en su cuenta de Twitter tras la última de las reuniones que aún quedaba mucho por hacer para lograr un "acuerdo sensato" que puedan apoyar nacionalistas y unionistas.
Sus diez votos son cruciales para lograr el necesario visto bueno en el Parlamento. Cuando Theresa May convocó elecciones anticipadas en junio de 2017, los conservadores tuvieron que apuntar su mayoría con esos diez diputados unionistas.
Los unionistas, primer partido en el Ulster aunque seguido de cerca por los católicos del Sinn Féin, argumentaban que Irlanda del Norte no puede estar separada del Reino Unido por la frontera del Mar de Irlanda. Los diputados del Sinn Féin, proirlandeses, no se sientan en Westminster. Boris Johnson está dispuesto a fijar compensaciones económicas para superar el rechazo de los unionistas. Pero se hacen de rogar. Fueron ya una pesadilla para May.
Los brexiters del European Research Group (ERG) ya empezaron a mostrar señales de optimismo el martes. Steve Baker, su líder, reafirmaba su confianza en el primer ministro y su convicción de que sería posible la salida consensuada. Era una señal clara de que el último escollo eran los unionistas.
La antecesora Boris Johnson en el 10 de Downing Street, Theresa May, llegó a decir que ningún primer ministro británico aceptaría colocar la frontera en el Mar de Irlanda, debido en gran parte a su lealtad a los unionistas norirlandeses, reforzada porque sus diez diputados en Westminster son más que necesarios para un Partido Conservador con una frágil mayoría de un diputado.
Sin embargo, en líneas generales el Acuerdo de May es lo que ahora tiene visos de salir adelante en los Comunes con algún retoque como que no será todo el Reino Unido el que permanezca en la unión aduanera. Para satisfacer a los unionistas May aceptaba esta premisa, que ni siquiera había pedido la UE, que siempre ha defendido que la frontera estuviera entre una y otra isla porque así es más asumible. Los barcos han de pasar controles para embarcar y desembarcar, y los aviones también. La frontera terrestre es lo que no estaban dispuestos a aceptar los irlandeses, que siguen en la Unión Europea.
No puede haber frontera entre las dos Irlandas ni aranceles comerciales", ha remarcado el primer ministro irlandés, Leo Varadkar
Fue decisiva para desperar la esperanza la reunión que celebraron el pasado viernes Boris Johnson y el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. Fue entonces cuando resurgió la esperanza de que había posibilidades de llegar a una salida consensuada.
En un mensaje previo a la cumbre de este jueves y viernes, Leo Varadkar, primer ministro irlandés, ha señalado: "Estamos en vía de conseguir un acuerdo pero aún queda trabajo por hacer. En primer lugar, en lo que se refiere a consentimiento y democracia... y en segundo lugar sobre la cuestión de las fronteras, ya que no puede haber frontera entre las dos Irlandas ni aranceles comerciales". Los Acuerdos de Viernes Santo, que pusieron fin en 1998 al conflicto violento en Irlanda del Norte, así lo establecen.
Calendario contrarreloj
Después de insistir una y otra vez en que el Reino Unido saldrá sí o sí el 31 de octubre de la Unión Europea, como manera de presionar al Parlamento británico, el ministro del Brexit, Stephen Barclay, ha asegurado que en caso de que los Comunes rechacen el principio de acuerdo, Boris Johnson enviará una carta a la Unión Europea para solicitar una prórroga.
Barclay ha comparecido este miércoles por la mañana ante los Comunes. Al ser preguntado si el primer ministro iba a obedecer la ley Benn, que dictamina que ha de solicitar una prórroga en caso de que no haya consenso sobre cómo llevar a cabo la salida, Barclay ha dicho que "cumplirá con el texto". Ha asegurado: "Puedo confirmar que el primer ministro va a respetar la ley, como ha dicho en reiteradas ocasiones. Y va a respetar lo que han dicho los tribunales en este sentido", según informa The Guardian.
El Parlamento británico, a petición del Gobierno, se reunirá este sábado 19. Es la fecha límite establecida por los Comunes para que salga adelante una salida consensuada. Si no la hubiera en esa fecha, Johnson tendría que pedir una prórroga.
Para que el principio de acuerdo obtenga luz verde en Westminster, Johnson necesitará 320 votos a favor. Los conservadores, en el gobierno, tienen una mayoría muy frágil y necesitan el apoyo de los unionistas.
Además, no todos los conservadores apoyan a Johnson, quien se deshizo de 21 disidentes por votar en su contra para evitar una salida sin acuerdo. Unos 260 diputados tories darían su apoyo al plan de Boris Johnson, según los cálculos de The Guardian. Están en duda los brexiters duros, que parecen apoyarle, unos 28, y los 21 expulsados.
El número mágico: 320
Para sumar 320 Boris Johnson necesita que los conservadores hagan piña, que los unionistas se sumen o al menos se abstengan y que se sume una veintena de laboristas. Es previsible que la votación sea muy ajustada. Pero una derrota le haría parecerse en extremo a su predecesora, Theresa May.
Los Liberal Demócratas, liderados por Jo Swinson, han presentado una enmienda para que se vote en referéndum cualquier acuerdo sobre el Brexit. Tendría que aceptarla el speaker (presidente del Parlamento), John Bercow. Es probable que los laboristas la apoyaran para que Boris Johnson no se atribuya el éxito de una salida consensuada.
Los nacionalistas escoceses rechazan los planes de Boris Johnson y además han planteado en su reciente congreso que van a poner en marcha la celebración de un segundo referéndum de independencia de forma legal. Los escoceses votaron a favor de la permanencia en el Reino Unido en junio de 2016, y en la primera consulta sobre su independencia perdieron los independentistas por el temor a salir de la Unión Europea.
También habría de votar el acuerdo el Parlamento Europeo. En caso de que no se pueda cerrar el acuerdo, pero los avances sean sustanciales, como parece, es posible que los líderes europeos celebren una nueva cumbre antes del 31 de octubre, den luz verde a una prórroga técnica para que se pudiera aprobar el texto en los Comunes y en el Parlamento Europeo.
Mientras tanto, el último informe sobre un Brexit sin acuerdo, realizado por la Oficina Nacional de Auditoría (NAO), señala que la mayoría de las empresas no están preparadas para esta contingencia. En el peor de los casos el flujo de transportes a través del Canal de la Mancha quedará reducido entre un 45% y un 65%, y se tardará aproximadamente un año en recuperar la normalidad. Según este organismo oficial, solo entre el 5% y el 20% de las empresas.
Boris Johnson sabe que los efectos en el Reino Unido serán dramáticos. Por eso esta lucha hasta última hora y contra sus propias palabras para contener los daños.
Como decía su admirado Winston Churchill, "a menudo he tenido que comerme mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada». Boris Johnson está dispuesto a someterse a ese plan siempre y cuando cuente con suficiente respaldo en Westminster.
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