Cuando en el 2020 el príncipe Harry y Meghan decidieron dejar la Familia Real británica (el famoso “Megxit”), uno de los puntos más controvertidos del acuerdo al que llegaron con Buckingham fue que, a partir de entonces, dejarían de ser protegidos por policías británicos pagados con fondos públicos. Harry intentó hasta el último momento mantener su escolta oficial, pero finalmente tuvo que ceder y comprometerse a pagar él mismo por su propia seguridad y la de su familia.
El acuerdo le ha traído más de un quebradero de cabeza. Sus guardaespaldas estadounidenses no tienen jurisdicción alguna en Gran Bretaña, mucho menos acceso a información sensible, por lo que Harry ha sufrido algún incidente desagradable -y potencialmente muy peligroso- cuando ha visitado su país de nacimiento.
A principios de julio del 2021, por ejemplo, cuando Harry voló a Londres para la inauguración de una estatua de su madre, la malograda princesa Diana de Gales, aprovechó para asistir a un acto de WellChild, una ONG con la que Harry siempre se ha sentido muy unido y que ayuda a niños enfermos y sus familias. El acto fue en los Kew Gardens de la capital británica y, cuando Harry se marchó, su coche fue perseguido a toda velocidad por fotógrafos. Una imagen que, sin duda, le tuvo que recordar a las últimas horas de su madre, muerta en un accidente de coche en París en el 1997 tras ser seguida por paparazzis.
Por si no fuera poco, Harry y Meghan aseguran además que, en los últimos años, su familia ha sido amenazada por extremistas y neonazis.
Para evitar una tragedia, Harry pidió poco en el mes de septiembre al Home Office (el equivalente a nuestro Ministerio de Interior) que revisase los términos de su seguridad y le permitiese tener una protección suficiente cuando él o su familia estuvieran en el Reino Unido. Pagada por él, pero con acceso a inteligencia y con capacidad de maniobra. Pero hasta la fecha no se ha avanzado nada y Harry ha decidido insistir en el tema.
En un comunicado hecho público ayer, Harry aseguraba que “su familia no puede volver a su casa [en Inglaterra]”. “A pesar de que su rol en la institución ha cambiado, su popularidad como miembro de la Familia Real no lo ha hecho. Ni tampoco las amenazas a él o a su familia”, continuaba el texto. E insistía: “Como es ampliamente conocido, otras personas que han dejado sus roles públicos y presentan un riesgo de amenaza inherente reciben protección policial sin ningún coste para ellos”.
La decisión urge porque Harry quiere poder visitar el Reino Unido con sus hijos y no se atreve a llevar a su mujer y a los pequeños. Y eso que nadie de la Familia Real (que sepamos) ha visto a Lilibet, la hija de Harry y Meghan, en persona.
Una factura de seguridad que puede llegar a los cuatro millones de libras
Recordemos que, cuando los duques de Sussex decidieron dejar de ser miembros de pleno derecho de la Familia Real, se mudaron a Estados Unidos. En concreto, a Montecito, en el condado de Santa Bárbara, una localidad en Los Ángeles poblada de famosos de Hollywood. Primero alquilaron una mansión y luego se trasladaron a la suya propia, el Chateau of Riven Rock, una extensa propiedad que incluye una gigantesca casa con 16 baños, bodega, gimnasio, zona de spa, piscina, cancha de tenis y ala separada de invitados. La finca pertenecía a un millonario ruso, Sergey Grishin, y el Daily Mail calculó que los Sussex la debieron adquirir por unos once millones de dólares, aunque la cifra real nunca fue hecha pública. Actualmente, y según varios medios de comunicación británicos, la pareja podría estar pensando en venderla.
En cuanto pisaron suelo estadounidense Meghan y Harry tuvieron que contratar seguridad privada para protegerlos a ellos y a sus hijos (Archie y Lilibet). No se sabe exactamente ni cuántos guardaespaldas tienen ni cuánto les cuesta, pero varios expertos en seguridad consultados por Forbes en marzo del 2021 (justo después de la famosa entrevista de Meghan y Harry con Oprah Winfrey) calcularon que la factura podría ascender a dos o tres millones de dólares anuales.
El tabloide británico Daily Mail fue un paso más allá y aseguró que la cifra debía rondar los cuatro millones de libras esterlinas. Incluso aseveraron que no era Harry, sino su padre, el príncipe Carlos de Gales, quien pagaba los costes.
Sin embargo, este último punto parece discutible. El propio Harry reconoció en su famosa entrevista a Oprah Winfrey que firmó un millonario acuerdo con Netflix justamente para tener dinero suficiente para costear la seguridad privada de su familia.
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