En los últimos tiempos y al calor de la gigantesca magnitud de los vencimientos de fondos garantizados y de la caída de la rentabilidad de los depósitos -la mayoría con intereses por debajo del 1%- se hacía necesaria una alternativa de inversión que se adecuase al mayoritario perfil conservador de sus tenedores.

Dicho y hecho. La factoría bancaria ha tirado de su chistera financiera para hacer aparecer uno de esos productos que ya en su nombre combinan letal y eficazmente conceptos atractivos con adjetivos inocuos pero calculadamente equívocos. Me estoy refiriendo a los fondos con rentabilidad objetivo, también llamado Buy & Hold.

Estos fondos existen desde el año 2012, pero ha sido ahora en un entorno de tipos de interés paupérrimos y de ahorro de costes en términos de consumo de capital de los Balances bancarios, cuando se están colocando masivamente.

A cierre de octubre de este 2016, el saldo acumulado en productos de este tipo alcanza ya los 3.790 millones de euros, por detrás de los 4.800 millones colocados en fondos de renta fija a corto plazo.

No digo que sean un mal producto ni que puedan tener su público, pero en muchos casos su atractiva denominación induce a confusión, por lo que requiere de unas mínimas aclaraciones.

Siendo el objetivo de cualquier clase de fondo la obtención de rentabilidad positiva y siendo eso lo mínimo que se le puede exigir, tener como objetivo obtener una determinada rentabilidad final no significa conseguirla. Tampoco en esta clase de fondos. Estamos ante una declaración de intenciones de rentabilidad que se alcanzará o no en función de diversas circunstancias económicas.

Como producto financiero, su estructura es simple: un bono a vencimiento de igual fecha al de la caducidad del fondo  y una opción sobre un sinfín de subyacentes que –esta es una mala noticia- en su mayoría están vinculados a renta variable y por lo tanto a posibilidades de pérdidas.

Siendo su enfoque conservador, los fondos con rentabilidad objetivo no son garantizados. No garantizan un rendimiento determinado y asegurado al inversor, tan solo se comprometen a obtener una determinada rentabilidad pero no de manera obligatoria y menos aún garantizada.

Presentan también riesgos de pérdidas si se quieren reembolsar antes del vencimiento y durante ese período ha habido subidas de tipos de interés y el precio del bono ha caído.

Están penalizados con  elevadas comisiones por reembolso anticipado, que en algunos casos superan el 5% con el objeto de mantener cautivo al inversor hasta la fecha final. Sus plazos de vencimiento son largos: cinco años de media.

Además son bastante caros. Las comisiones de gestión se mueven en el entorno del 2% ( 2,25% de media ) para un producto cuya gestión es mínima y pasiva.

Que cada uno saque sus conclusiones, pero, en todo caso, los fondos con rentabilidad objetivo no son la alternativa ineludible y masiva para depósitos y fondos garantizados. Todo nos hace recordar la historia de aquel otro producto cuyo nombre era, si cabe, aún más atractivo: los fondos monetarios dinámicos.

Algunos de estos fondos fueron tan dinámicos que para arañar rentabilidad en un entorno de mercado monetario utilizaron estrategias como la compra de titulaciones hipotecarias. Y no creo que haga falta recordar el lugar de honor y las devastadoras consecuencias que las titulaciones hipotecarias subprime ocupan en la reciente historia financiera mundial.


Carlos de Fuenmayor. Director Kessler&Casadevall AF Barcelona @cdefuenmayor