Con la satisfacción de haber aguantado mejor que ninguno de sus competidores este año de "decisiones inesperadas y sobresaltos políticos", Mariano Rajoy ha ofrecido, tras el último Consejo de Ministros, su particular balance sobre 2016 y las perspectivas para 2017.
Centrémonos en lo segundo. El presidente mira el próximo año con cierto optimismo. No desveló si cuenta con apoyos para la probación de los presupuestos, pero todo hace pensar en que confía en los partidos que dieron luz verde, junto al PP, al techo de gasto para sacar adelante las cuentas del Reino y despejar así la única incógnita sobre la duración de esta legislatura.
Rajoy mostró su voluntad de agotar el mandato y, por tanto, hará todo lo que esté en su mano para evitar un adelanto electoral. Los elementos juegan a su favor. Unos nuevos comicios en 2017 no le interesan ni al PSOE, ni a Ciudadanos y ni siquiera a Podemos. Por tanto, la clave de la gestión del Gobierno consistirá en no desairar demasiado a Albert Rivera mientras le sigue suministrando respiración asistida (en forma de pactos) al PSOE para evitar su hundimiento.
La fortaleza de Rajoy radica en la debilidad de sus contrincantes. Ahora toca pactismo y unidad para hacer frente al reto catalán.
Se presenta así una legislatura muy pastelera. Hemos pasado de las líneas rojas a la tinta china. La ley de educación marca el camino a seguir. Después, vendrá la reforma laboral y, más adelante, la llamada 'ley mordaza'. Los ministros tendrán que aprovechar las vacaciones de fin de año para releer a Lampedusa: "Cambiarlo todo para que nada cambie".
Aunque todo está cogido con alfileres, Rajoy rema con el viento a favor. A ninguno de los grandes partidos le interesa el naufragio del Gobierno. Y eso vale mucho más que la mayoría absoluta.
En Europa puede pasar de todo en 2017, pero el presidente puede presumir de haber salido indemne de los embates del populismo. Angela Merkel le mira con ojos arrobados. La economía seguirá yendo bien y en el horizonte se intuye una gran coalición de la que nadie quiere hablar. Probablemente, éste sea el mejor escenario posible para un país que no quiere más sobresaltos.
La gran duda para 2017 es qué pasará en Cataluña. Rajoy no quiso entrar en detalles sobre el Plan B del Gobierno (si fracasa la operación diálogo de Sáenz de Santamaría), pero, aquí sí, no dio lugar a malentendidos: "No habrá referéndum". El presidente endureció su gesto cuando abordó este asunto. Nos esperan momentos de tensión y, como ya hemos advertido desde El Independiente, el choque de trenes está servido.
En el caso catalán, el gran tema político de 2017, va a ser esencial la colaboración del PSOE y de Ciudadanos. ¿Tendrá Rajoy que pagar el precio de abrir la reforma de la Carta Magna para que sus aliados hagan bloque si hay que recurrir al artículo 155 de la Constitución? Nadie se atreve a dar una respuesta. En el Gobierno hay opiniones para todos los gustos. Al final, se optará por la alternativa que suponga un menor riesgo. 2017 será el año del posibilismo.
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