La industria de gestión de activos está atravesando un importante proceso de cambios, lo que está condicionando el restablecimiento de planes estratégicos de muchas firmas en la industria. No solo los cambios regulatorios y la llegada de MiFID II están impactando en el negocio de muchas de ellas, sino también el cambio en la tendencia de gestión. Hablamos del auge de la gestión pasiva frente a la activa. Y es que, solo en 2016, según datos de Morningstar, las suscripciones en fondos pasivos superaron en su gran mayoría a las de fondos activos.
Este dato no nos sorprende, ni tampoco que los fondos de gestión activa batan las sencillas reglas de los índices solo de media un 20% de las veces (en un periodo de 20 años). Las carteras activas de fondos lo hacen incluso peor, batiendo carteras indexadas solo un 5% de las veces. El auge de este tipo de estrategias de inversión parece imparable. En Estados Unidos, la gestión pasiva mueve ya más de un 33% de todo el dinero acumulado en fondos de inversión, en Europa llega al 20% y sin embargo en España no llegamos ni al 1%.
La razón es bien sencilla, pues aquí la distribución de los fondos ha estado en manos del oligopolio bancario y no les ha interesado en absoluto vender fondos índices, porque no tenían margen para pagar a sus redes comerciales.
La principal diferencia entre la gestión pasiva y la gestión activa es que la gestión pasiva se realiza mediante la aplicación sistemática de un conjunto de reglas de inversión específicas, mientras que la gestión activa depende de la aplicación de una política de inversión basada en la discrecionalidad o en el juicio subjetivo de cada gestor.
A lo largo del tiempo, una estrategia de inversión sistemática (gestión pasiva) tiende a presentar mejores resultados que una discrecional (gestión activa), debido a que aplica una mayor disciplina en la gestión del riesgo y al evitar “sesgos emocionales” que pueden inducir a los gestores discrecionales a perseguir decisiones irracionales.
A la hora de construir una cartera, los clientes deberían desconfiar de la complejidad. La gestión pasiva representa una estrategia de inversión cuyo objetivo es replicar un índice bursátil específico, al contrario que la gestión activa, que busca predecir el futuro. La evidencia, cada vez más creciente, muestra que las reglas sencillas baten a las complejas la mayoría de las veces.
A lo largo del tiempo, la gestión pasiva tiende a presentar mejores resultados que la gestión activa
Amplios estudios de toma de decisiones humanas han demostrado que los expertos solo baten las reglas sencillas entre un 5% y un 20% de las veces. Afortunadamente, pronosticar el futuro no es determinante para el éxito de la inversión a largo plazo. Tener la humildad para admitir que no sabemos lo suficiente y reconocer que los mercados son impredecibles, es el primer paso para tener buenos resultados en inversiones.
Creemos que los asesores tienen un importante papel. No tanto en ofrecernos soluciones complejas, sino en guiarnos hacia aquellas sencillas y efectivas. Entender hasta qué punto el riesgo puede quitarnos el sueño, ayudarnos a seguir el plan de inversión cuando las cosas se pongan feas y protegernos de las tendencias autodestructivas que afectan a todos los inversores.
Otra de las principales ventajas de la gestión pasiva es que se reducen las comisiones de forma significativa de forma que permite el acceso de la sociedad de a pie a la inversión. La gestión activa ha castigado al inversor con comisiones altas y, a veces, incluso ocultas cuando realmente la gestión no aportaba valor añadido con respecto a sus índices.
Todo ello no invalida el reconocer que hay buenos gestores, ¡faltaría más!, pero para el común de los inversores no tiene mucho sentido invertir tiempo y esfuerzo en analizarlos y acertar en el largo plazo con ellos y, desde luego, con los productos que nos venden las redes comerciales las posibilidades de no acertar se multiplican exponencialmente.
Si te gusta la bolsa, los fondos, y tienes tiempo y recursos para analizarlos es muy válido que una parte de tu cartera esté invertida en estas estrategias, pero, desde luego, el gran grueso de la misma tiene que estar basada en índices, sin olvidar la importancia de invertir mes a mes, suban o bajen los mercados, compra el mundo sistemáticamente y disfruta de la vida.
En este sentido, los gestores automatizados o roboadvisors tienen mucho que ofrecer. Estas herramientas darán acceso a la inversión al público final, reduciendo de forma significativa las comisiones de gestión y de inversión mínima, haciendo accesible para todo el mundo lo que antes estaba reservado a los grandes patrimonios.
Martín Huete es analista servicios de inversión y Co-Fundador de Finizens
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