Exceptuando a George Bush padre, todos los presidentes americanos desde 1980 han renovado su mandato y, por tanto, han estado en la Casa Blanca durante ocho años. Es un período suficientemente largo para abarcar años buenos y años malos, pues el promedio de un ciclo completo (de pico a pico o de valle a valle) es de 10 años, de forma que se puede evaluar la gestión económica presidencial, más allá de la buena o mala suerte cíclica.
Con frecuencia se hace esta valoración comparando el nivel de empleo o de renta al llegar y al salir de la Presidencia. Pero no es una comparación justa. El empleo y la renta nacional son variables que tienen tendencia. Es decir, su estado natural es el crecimiento, y no tiene mérito que sus niveles hoy sean significativamente más elevados que los de hace ocho años. Para evitar este efecto de las variables con tendencia, se suelen comparar períodos analizando las tasas de crecimiento promedio o las medias de diferentes ratios.
Es verdad que a Obama se le recordará por su programa de asistencia sanitaria, Obamacare, que dio cobertura a casi 25 millones de personas, tres de ellas niños. Y también por su gestión de la crisis financiera que en EEUU empezó en 2007 y que requirió el saneamiento del sistema financiero, una política monetaria expansiva heterodoxa (Quantitative Easing), el rescate del sector del automóvil y la ARRA (American Recovery and Reinvestment Act) de 2009, el equivalente a nuestro Plan E, con una magnitud del 0,6% del PIB, excesiva para muchos, insuficiente para otros, con sus obras de dudosa productividad y con sus carteles anunciándolas, aunque dichos carteles recibieron muchas menos críticas que los de aquí (véase foto).
Esta actividad monetaria y fiscal frente a la crisis se tradujo en un extraordinario déficit público que en el bienio 2009-10 superó en promedio el 12% del PIB cada año, muy por encima del 10,3% del Reino Unido o el 10,2% del manirroto Zapatero.
Pero, más allá de su gestión de la crisis, que se vio en su caso acompañada de la complicidad de la Reserva Federal (tanto de Bernanke como, posteriormente, de Yellen), ¿cuál ha sido el balance de las principales variables macroeconómicas sin tendencia, esto es, de sus tasas de crecimiento o sus ratios sobre PIB? Por el mismo argumento que antes, la comparación justa es hacer el promedio de los ocho años de Obama con el promedio de los ocho años anteriores, en este caso los de George W. Bush, hijo, que también tuvo sus años malos y buenos. Los principales resultados de esta comparación se resumen en la tabla siguiente:
- Crecimiento del PIB.- En materia de crecimiento económico, el ciclo completo de Obama ha sido inferior en más de medio punto al crecimiento promedio de su predecesor, Bush hijo. Es verdad que esta comparación es injusta, pues a Obama le tocó vivir la peor recesión desde la Gran Depresión de 1929, con el PIB real cayendo un 2,8% en 2009, mientras que el peor dato del período Bush fue apenas una caída del 0,3% en 2008. Así, quitando esos dos años de crisis, el crecimiento promedio de los siete años de Obama ha sido superior en medio punto al crecimiento de la era Bush.
- Inflación.- En este caso, la comparación no tiene dudas, pues la inflación se ha reducido a la mitad en la era Obama, un resultado que se mantiene aunque se excluyan los años de la deflación asociada a la crisis. El resultado puede resultar chocante si se tiene en cuenta la expansión monetaria llevada a cabo en los últimos años. El misterio sobre la ausencia de correlación inmediata entre cantidad de dinero y precios va a estar, sin duda, presente en el debate económico de los próximos años.
- Paro.- Quizás resulte sorprendente comprobar que la tasa de paro fue inferior, en promedio, en los mandatos de Bush que en los de Obama. Este dato, lógicamente, está muy condicionado por los años duros de la crisis, 2009-2011, en los que la tasa de paro superó o estuvo rozando el 9% de la Población Activa (PA), una tasa inusualmente elevada para los EEUU. Si, atendiendo a que el paro es una variable stock, nos fijamos solamente en el dato de tasa de paro al terminar su mandato, de nuevo Obama gana a Bush, pues la tasa de paro al abandonar la Casa Blanca se sitúa en el 5%, frente al 7,8% que se encontró a su llegada. Pese a esta mejora de la tasa de paro, y según los datos del reciente Economic Report of the President 2017 , los salarios reales han crecido significativamente más en los años de Obama (+0,8% anual) que en el periodo de Bush (+0,3% en promedio anual).
- Déficit Exterior.- Uno de los desequilibrios crónicos de los EEUU es su déficit por cuenta corriente. Y éste ha mejorado significativamente en los años de Obama, que en promedio lo ha reducido a casi la mitad del déficit exterior de la era Bush. Es verdad que el déficit por cuenta corriente tiene un importante componente cíclico: se reduce en las recesiones y crece en las expansiones, por el carácter fuertemente procíclico de las importaciones. Pero, sin duda, ha habido una mejora estructural de la competitividad de la economía americana en los años de la Administración Obama, en parte por haber mantenido un dólar relativamente depreciado frente al euro hasta hace dos años: el tipo de cambio euro-dólar se mantuvo en promedio en 1,36 durante todo el período 2008-14. Ahora está en 1,06.
- Déficit y Deuda Pública.- Si en el resto de las variables macroeconómicas el balance ha sido, en general, favorable a la Administración Obama, en materia fiscal gana Bush por bastante diferencia. En promedio, el déficit público se ha situado en el 7,2% del PIB, más del doble del déficit promedio de la era Bush (3,5%). Ello, como se ha mencionado antes, se explica en parte por los programas de expansión fiscal durante la crisis, que dispararon el desequilibrio fiscal incluso superando el 13% del PIB en 2009. Pero esta explicación no es suficiente, pues Obama abandona la Casa Blanca dejando un déficit superior al 4% del PIB, incluso por encima del promedio de la era Bush en su conjunto. Este comportamiento del flujo fiscal se ha traducido en un importante deterioro del stock de deuda pública. En el gráfico con el que arranca este artículo se presenta el ratio de deuda pública de EEUU a lo largo de toda su historia (desde 1790 hasta nuestros días). EEUU siempre ha utilizado la deuda como mecanismo de financiación del gasto público, sobre todo durante las guerras: la de Secesión y la Primera y Segunda Guerras Mundiales, así como la Guerra del Golfo. Pero, seguidamente, se hizo un esfuerzo para corregir, o al menos estabilizar, dicho exceso de endeudamiento. Curiosamente, casi todo el esfuerzo de reducción del ratio de deuda pública ha correspondido a Administraciones del Partido Demócrata. Así, los presidentes Kennedy y Johnson, pese a los gastos de las Guerras de Corea y de Vietnam, redujeron en casi 90 puntos del PIB el ratio de deuda pública acumulado durante la Segunda Guerra Mundial. Y Clinton se encargó de recortar en casi 20 puntos los excesos fiscales de Ronald Reagan y Bush padre. Obama, sin embargo, ha sido el primer presidente demócrata que no sólo no ha conseguido recortar la expansión fiscal de la era Bush (hijo), sino que la ha llevado mucho más lejos, aumentando el ratio de deuda en 35 puntos del PIB y situándolo hoy cerca de sus máximos históricos, pese a que la economía lleva, como le gusta decir a la Administración saliente, “75 meses creciendo y creando empleo”.
Sin duda esta es la parte más negativa del legado de Obama. Sobre todo porque no tiene mucha pinta de que el hoy 45 presidente, Donald Trump, vaya a abordar este desequilibrio. Lo más probable es que incluso lo empeore.
*Miguel Sebastián es ex ministro de Industria, Turismo y Comercio, y profesor de Macroeconomía en la Universidad Complutense de Madrid.
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