Primero fue el escándalo del caso Nadia, la niña que no iba a morirse pero sus padres, anunciando una y otra vez sus últimos meses de vida, consiguieron cerca de un millón de euros en diez años. Más tarde la confesión televisada de Frank Serpa, el venezolano que simuló tener un cáncer inexistente y sacar miles de euros a sus compatriotas. Y ahora Paco Sanz, cerca de 200.000 euros conseguidos para viajar a Estados Unidos a tratarse el síndrome de Cowden cuando se trata en España con una medicación que funciona. ¿Cuántos vividores más siguen abusando de la buena fe de los españoles?
Somos, posiblemente, el país más solidario de Europa. Las cifras de donaciones de órganos lo demuestran, pero quizá también uno de los más desorganizados para coordinar tanta solidaridad. Ninguna institución nacional, autonómica o municipal vigila que una petición de ayuda por enfermedad sea cierta. Las fundaciones legalmente constituidas y registradas en el Ministerio no señalan a los impostores, no es su deber hacerlo. La mayoría de los estafadores se conforman con abrir una página web y moverse en redes sociales sin ni siquiera crear una asociación. Tanto los padres de Nadia como Paco Sanz, ahora detenido, tenían una asociación de la que formaban parte ellos mismos y sus padres, sin patronos, ni control de las cuentas, ni presentación de balances o auditoría alguna.
Tanto los padres de Nadia como Paco Sanz, tenían una asociación de la que formaban parte ellos mismos y sus padres
Es una estafa de nueva generación auspiciada por las nuevas formas de comunicación social. Personajes públicos, famosos y youtubers con millones de seguidores simplemente retuitean sus mensajes como un acto reflejo de solidaridad divulgando a millones de personas el engaño. Con eso les basta para seguir viviendo una vida fácil que les ofrece relevancia social, empatía del prójimo e ingresos suficientes para vivir más que bien.
Cada uno emplea su técnica perfeccionada con los años. El padre de Nadia se inventó sufrir él mismo un falso cáncer para simular dejar huérfana a la niña enferma; Serpa se afeitaba el pelo y las cejas para divulgar en redes que era el efecto de la radioterapia y Paco Sanz llamaba personalmente a los que iban a hacerle donaciones. Les tenía de dos a tres horas al teléfono hasta que cedían una y otra vez a sus necesidades económicas. Éste último rizó el rizo y aprovechó el caso Nadia para erigirse en portavoz de los enfermos honrados creando el hashtag #NoTodosSomosIguales.
¿Cuántos más hay en España? Nadie lo sabe, pero llevamos tres casos en tres meses y está por ver la eficacia judicial en castigar estos actos porque afectan más a la ética y la moral que al código penal que no sabe de sentimientos. En unos casos será estafa, en otros puede que falsificación de documentos pero si un médico certifica que esa persona efectivamente puede tener pocos meses de vida a causa de la enfermedad, o que la enfermedad de su hija le trastornó mentalmente será difícil que ningún tribunal les condene. No se recuperará el dinero de las donaciones que se gastó y la inmensa mayoría de donantes ni siquiera van a denunciar la estafa porque las cantidades pagadas son pequeñas. Hay casos en los que cuesta más pagar la minuta del abogado que dar por perdido el dinero y es difícil entre desconocidos agruparse en una causa común.
Sólo nos queda defendernos con sus mismas armas y que sean las redes sociales con la ayuda de la policía quienes nos abran los ojos ante tanto estafador que a nosotros sí nos pone enfermos.
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