A vueltas con la independencia de Cataluña impulsada por los dispares, dadas sus variadas ideologías políticas, movimientos soberanistas, parece que se están dejando de lado los efectos económicos y financieros que tal evento implicaría. Las declaraciones del presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, advirtiendo de que la entidad podría trasladar su sede en caso de "necesidad" sin tener que someter esta decisión a la aprobación de la Junta General de accionistas, vuelven a recordarnos la trascendencia y repercusión que tendría el episodio de la ruptura con España. La Caixa iría detrás, lógicamente, pues no poder seguir recurriendo a la liquidez del BCE a bajo precio llevaría a la quiebra a las entidades de crédito con sede en Cataluña en pocos meses. Así de simple. Los bancos se sumarían a la cada vez más larga lista de empresas, grandes y pymes, que, temerosas por su negocio, no tendrían otra alternativa para sobrevivir que dejar el territorio catalán. Sin euro y sin las libertades comunitarias (mercancías, personas, servicios y capitales) acabarían quebrando. La falta de confianza asolaría la economía catalana.
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