A vueltas con la independencia de Cataluña impulsada por los dispares, dadas sus variadas ideologías políticas, movimientos soberanistas, parece que se están dejando de lado los efectos económicos y financieros que tal evento implicaría. Las declaraciones del presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, advirtiendo de que la entidad podría trasladar su sede en caso de "necesidad" sin tener que someter esta decisión a la aprobación de la Junta General de accionistas, vuelven a recordarnos la trascendencia y repercusión que tendría el episodio de la ruptura con España. La Caixa iría detrás, lógicamente, pues no poder seguir recurriendo a la liquidez del BCE a bajo precio llevaría a la quiebra a las entidades de crédito con sede en Cataluña en pocos meses. Así de simple. Los bancos se sumarían a la cada vez más larga lista de empresas, grandes y pymes, que, temerosas por su negocio, no tendrían otra alternativa para sobrevivir que dejar el territorio catalán. Sin euro y sin las libertades comunitarias (mercancías, personas, servicios y capitales) acabarían quebrando. La falta de confianza asolaría la economía catalana.
Rating y deuda
En la última revisión de la agencia Standard&Poor's de la calificación crediticia de las Comunidades Autónomas de España se indica que el rating de Cataluña es el más bajo que han asignado nunca a nivel regional. La calificación de la deuda catalana es de B+, rating hundido en la categoría de bono basura, lo que le impide financiarse a tipos de interés razonables con el entorno macro actual.
De no haberse producido las transferencias de dinero del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), hace varios años que las cuentas públicas catalanas no habrían podido soportar la tensión financiera y la Comunidad Autónoma habría dejado de atender sus deudas, desde los intereses del saldo vivo de bonos patrióticos emitidos (Cataluña es la comunidad con más deuda de España) hasta los salarios de los funcionarios. ¡Imaginen los quebrantos en los planes de pensiones de entidades financieras catalanas y las colas en los cajeros! No olvidemos que Cataluña ha recibido 63.000 millones del FLA desde 2012 (el 30% del total), lo que supone una cantidad de dinero que supera ya con creces el déficit total del Estado. El valor de la Deuda emitida por Cataluña casi duplica el de la siguiente comunidad más endeudada que es Valencia.
El ejemplo de California
En 2009, tras el colapso de Lehman Brothers y en plena crisis financiera e inmobiliaria, el Estado de California suspendió pagos y comenzó a imprimir pagarés para atender los pagos que el Estado adeudaba a particulares y a empresas privadas y públicas. Lo elevado de su déficit y el peso de la deuda llevaron a esta situación al Estado más rico por generación de PIB de Estados Unidos. Acuciado por la presión mediática, el entonces Gobernador, el actor y político Arnold Schwazeneger, inició un proceso de reducción del gasto público comenzando por bajar el salario a los funcionarios.
El sucesor del actor fue el demócrata Jerry Brown quien admitió que California debía afrontar medidas de austeridad más duras y, a base de una reordenación impositiva y un gasto público en continua disminución, logró que las cuentas públicas del estado de California registraran superávit en 2014. Esto se consiguió gracias al aumento de la recaudación de impuestos por la mayor actividad económica, la mejora de los mercados financieros, la recuperación del sector inmobiliario y la reconducción de muchas inversiones públicas. En definitiva, merced a una buena gestión y a la recuperación de la confianza global y del propio Estado. Analizando el actual contexto económico, vemos que todo ello está, en estos momentos, al alcance de cualquier región española.
¿Habría sucedido lo mismo en Cataluña?
Es imposible aseverar cómo se habrían desarrollado los acontecimientos si el Gobierno español no hubiera ayudado a Cataluña como describo más arriba. Sin embargo, considero innegable el hecho de que si la Comunidad Autónoma catalana hubiera llegado a una situación como la de California en EEUU, una vez superados los cantos al victimismo, el modelo de gestión de la cosa pública catalana habría experimentado muchos cambios, sin duda la mayoría de ellos enfocados hacia una gestión más centrada en los ciudadanos y no en la glorificación de determinadas ideas.
Es cierto que el Reino de España, como emisor de Deuda e interviniente en los mercados financieros, ante tal trance en una Comunidad Autónoma de la importancia de Cataluña, habría padecido menoscabos varios en forma de encarecimiento de su coste de financiación y reducción de la confianza que ofrece hacia terceros financiadores. A mi juicio, en unos meses, el shock inicial se hubiera podido superar sin excesivos daños para las cuentas del Estado y, en su caso, el estatus de Cataluña dentro de España hubiera podido redefinirse de manera más real y pragmática.
Concienciarse de la situación
Para empezar a afrontar con rigor la gravedad de la situación financiera de Cataluña, no vendría mal instalar, como sucede en EEUU, un reloj de la deuda (inserto el enlace de California, también lo hay de todo EEUU) que recordara la riqueza que se genera, los ingresos y gastos públicos, la deuda que se soporta y cómo se distribuye el peso de ésta entre cada ciudadano. Sólo que, en lugar de ponerlo junto a la calle 42 de Nueva York, habría que situarlo en la Plaza de Cataluña de Barcelona. Y, por supuesto, otro debt clock debería estar en la Puerta del Sol de Madrid para recordarnos a todos los españoles lo endeudado que está nuestro país y la necesidad de mejorar la gestión del dinero público. Es de todos y es por todos.
A vueltas con la independencia de Cataluña impulsada por los dispares, dadas sus variadas ideologías políticas, movimientos soberanistas, parece que se están dejando de lado los efectos económicos y financieros que tal evento implicaría. Las declaraciones del presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu, advirtiendo de que la entidad podría trasladar su sede en caso de "necesidad" sin tener que someter esta decisión a la aprobación de la Junta General de accionistas, vuelven a recordarnos la trascendencia y repercusión que tendría el episodio de la ruptura con España. La Caixa iría detrás, lógicamente, pues no poder seguir recurriendo a la liquidez del BCE a bajo precio llevaría a la quiebra a las entidades de crédito con sede en Cataluña en pocos meses. Así de simple. Los bancos se sumarían a la cada vez más larga lista de empresas, grandes y pymes, que, temerosas por su negocio, no tendrían otra alternativa para sobrevivir que dejar el territorio catalán. Sin euro y sin las libertades comunitarias (mercancías, personas, servicios y capitales) acabarían quebrando. La falta de confianza asolaría la economía catalana.
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