En 2006 había 45 Cajas de Ahorros. Y competían con los bancos nacionales, grandes y pequeños, que alguno subsistía, como el Guipuzcoano o el Pastor. Y también competían con sucursales españolas de gigantes internacionales, como Citi, Deutsche o Barclays. Podemos decir que había unos 60 jugadores activos en el negocio de la banca comercial. Y ahí no incluimos otras entidades que participaban en negocios adyacentes como los mercados de capitales o banca privada.
En aquella época, las entidades financieras estaban centradas en crecer en balance, eran los años en los que el Banco Popular era el mejor del mundo, un ejemplo por su eficiencia y un modelo a seguir. Años en los que el balance de las Cajas crecía a doble dígito a medida que salían a competir fuera de sus territorios tradicionales. En buena parte, ese crecimiento en el activo se financió gracias al acceso a los mercados de capitales de muchas de estas entidades. Eran los años en los que se presumía de que el sistema financiero español era el mejor de mundo. Y en los que los precios de los pisos siempre subían. Eran un activo seguro, el activo.
En cuanto a la financiación vía bonos, excluyendo los bancos, no había más de media docena de empresas españolas que emplearan esa alternativa para obtener recursos.
Las entidades nacionales resistieron bien los primeros coletazos de la crisis, no tenían en su balance subprime ni ningún tipo de crédito estructurado imposible de valorar. Seguíamos jactándonos de la resistencia de nuestras entidades financieras. Pero la crisis se extendió. Ya no sólo eran productos ininteligibles para el común de los humanos, sino que la preocupación era la explosión de la burbuja inmobiliaria. Resulta que aquellas entidades que eran la envidia del mundo, estaban muy expuestas al sector de la construcción en cualquiera de sus variantes (suelo, promotor, etc). Y la morosidad empezó a crecer. Y también la desconfianza sobre lo que había en los balances de las entidades financieras.
Entonces, los grandes reguladores tuvieron dos grandes iniciativas:
- Aumentar los requisitos de capital a las entidades financieras.
- Fomentar las fusiones entre Cajas de Ahorros con el objetivo de un balance mínimo de 100.000 millones de euros.
Simplificando, la primera medida tenía el objetivo de reducir el riesgo de los bancos en tanto tuvieran que disponer de más recursos por cada crédito concedido. En mi opinión, las medidas deberían ser más anticíclicas, es decir, mejor prevenir que curar.
Y la segunda tenía el objetivo de facilitar la financiación vía mercados de capitales a las nuevas entidades. Objetivo que resultó claramente falso, en tanto en cuanto en la cresta de la crisis los mercados estaban totalmente cerrados tanto para las grandes (BBVA o Santander), como para los medianos o pequeños. En definitiva, el objetivo real era facilitar la labor de regulador que era el que promovía estas fusiones, sin tener en cuenta el más mínimo criterio financiero.
Lo malo de las Cajas no es su idea original, sino la politización y la falta de escrúpulos como extensión de lo que es el país
Y se cargaron el sector de las Cajas de Ahorros, que otro día podremos hablar largo y tendido de lo que hemos perdido. Porque lo malo de las Cajas no es su idea original, instituciones de crédito sin ánimo de lucro y con un potente componente social y arraigo a su territorio de origen. Sino que lo es la politización de las mismas y la falta de escrúpulos de una serie de individuos que no son más que una extensión de lo que es el país, y que perpetraron una serie de actos absolutamente execrables (preferentes, tarjetas black, sueldos millonarios autofijados, etc. etc.).
Pero continuemos. Esa famosa crisis se llevó por delante miles de empleos, el sector financiero ha sufrido una reconversión como la de la minería o la siderurgia en los 80. Pero como los que trabajamos en el sector éramos los enemigos número 1 de la sociedad, todos ladrones que ganábamos millones de euros y carecíamos del mínimo de ética y estética… pues no hay consciencia de lo duro que ha sido a nivel humano. En paralelo, es indiscutible que ha habido cierta mala praxis en la venta de determinados productos; preferentes, cláusulas suelo o hipotecas multidivisa, pero también es cierto que mucha gente se ha subido al carro y ha tratado de aprovechar para arrimar el ascua a su sardina, muchos no tan indocumentados que antes se jactaban de recibir duros por cuatro pesetas. ¿Quién no tiene un vecino o un amigo que se reía de ti por pagar un 4% en la hipoteca cuando él estaba pagando un 1% por una hipoteca en yenes? Y que cuando le explicabas que cuando se deprecie la moneda puedes tener un riesgo importante al tener que devolver el principal y la deuda sea mayor que al principio te miraba como si fueras un ignorante.
Los que trabajamos en el sector éramos los enemigos números 1 de la sociedad y carecíamos del mínimo de ética y estética
¿Dónde estamos hoy? Los tipos de interés están en mínimos, el ROE de los bancos es inferior a su coste de capital, los requisitos regulatorios cada vez más exigentes. Parece un negocio ruinoso, pero quizás es una cuestión cíclica. Nos hemos quedado con un sector financiero en el que aguantan no más de 10 jugadores, muy grandes, en el que todas las entidades internacionales han desaparecido (Barclays lo compró Caixa; Citi, Popular y Deutsche está en venta). Por supuesto, las Cajas también han desaparecido, y las que quedan se han transformado en Bancos. Tarde o temprano, este oligopolio provocará que los clientes suframos los efectos de la falta de competencia.
Afortunadamente, hay una tendencia a la desintermediación bancaria, a que aparezcan nuevos jugadores y mercados que faciliten alternativas a la canalización del ahorro/financiación. Por ejemplo, MARF, mercado creado en 2013 con el objetivo de facilitar el acceso a financiación a empresas. Desde la primera emisión, protagonizada por COPASA en diciembre 2013, han sido muchos los nombres que la han acompañado, y no sólo bonos senior, también titulizaciones o project bonds. Por no mencionar los 15 programas de pagarés vivos en este momento. Es cierto que todavía hay muchas limitaciones en lo que se refiere a la liquidez, al universo de inversores, etc., pero es una tendencia que viene para quedarse. Otros fenómenos en la misma dirección son el Direct Lending y algunas plataformas que se han creado en los últimos años que permiten a pequeños inversores financiar directamente a empresas. En los últimos años, numerosos proyectos de infraestructuras se han financiado vía bono, algo que hace años era absolutamente impensable.
¿Hacia dónde vamos? El miedo es a lo desconocido, y con la digitalización nuevos competidores entrarán
Para que esto funcione es imprescindible potenciar y facilitar el acceso a estos productos sin dejar de lado la protección de los inversores. Sin olvidarnos que la competencia en estos casos son los propios bancos, entidades cuyo apalancamiento les otorga una ventaja evidente a añadir a muchas otras.
¿Hacia dónde vamos? Es claro y generalmente reconocido que la desbancarización es un proceso imparable a imagen y semejanza de lo que ocurre en otros países como Estados Unidos o Inglaterra. Sin embargo, el miedo es a lo desconocido, y con la digitalización nuevos competidores entrarán. Los de mi generación vamos menos a la sucursal que mis padres. Los millennials se relacionan vía digital… ¿Conocemos a los futuros competidores de los bancos? ¿Serán capaces las redes sociales de capitalizar su penetración y competir en el sector financiero? ¿Los robo-advisors sustituirán a los asesores financieros?
Muchas dudas. Pensemos en ello. Suerte.
Kike González es director de Renta Variable y Advisory de Ahorro Corporación.
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