A Jordi Sevilla se le pasó por la cabeza una idea feroz: no estrecharle la mano en público a Pablo Iglesias. Es más, sopesó negarle el saludo en un encuentro programado, precisamente, para acercar posturas y buscar un acuerdo que desbancara a Mariano Rajoy. La reunión tuvo lugar el 7 de abril de 2016 en Madrid, a las 5 de la tarde, con tremenda atención mediática. Acudieron primero las delegaciones del PSOE y Ciudadanos, que ya habían negociado largo y tendido meses atrás con idéntico objetivo y rotundo fracaso. La última en llegar fue la de Podemos, con Iglesias a la cabeza. Había decidido elevar el nivel de representación de su partido en un encuentro al que no tenían previsto acudir ni Pedro Sánchez ni Albert Rivera. Iglesias entró en la sala… y Sevilla le dio la mano. El gesto invitaba al borrón y cuenta nueva, a dinamitar muros. Pero el ex ministro no tardaría en asumir que el líder de Podemos no estaba por la labor de derribar ninguna pared fronteriza con el PSOE. Lo vio claro esa misma tarde.
Iglesias atacó a Sevilla en la campaña, aludiendo a su empleo en una gran consultora
Lo que ocurrió el 7 de abril era un aperitivo de lo que quedaba por venir: un largo terremoto que acabaría elevando de nuevo a Rajoy a la presidencia del Gobierno y que destronaría a Pedro Sánchez. Jordi Sevilla lo cuenta en su nuevo libro, Vetos, pinzas y errores (Deusto), con los detalles que sólo puede manejar quien lo ha vivido –o sufrido- desde dentro. “Había barajado la idea de negarme a saludar a Pablo Iglesias, quien, en un gesto diferencial con el resto de líderes, iba a encabezar la delegación de Podemos, sustituyendo a Errejón”, narra el ex ministro de Administraciones Públicas. Había resquemor en el socialista, a quien Sánchez había encargado cocinar el programa económico. Y es que Iglesias había intentado desprestigiarle con “insultos” en el debate de investidura y aludiendo durante la campaña electoral a su empleo en la consultora Price Waterhouse Cooper (PwC), a la que el candidato de la formación morada había llamado “multinacional House Water Watch Cooper”.
“Con muchos años de vida pública a mis espaldas, he llegado a aceptar las críticas, malamente las descalificaciones y nunca los insultos. Es más, siempre me he negado a aceptar como inevitable que la política sea así”, asegura Sevilla en el libro. Y añade: “La política la hacen así, un barrizal, algunos políticos que se manejan bien en el barro”.
La política la hacen así, un barrizal, algunos políticos que se manejan bien en el barro”
El autor, que hizo de ministro de Economía en la sombra de Pedro Sánchez, acabó saludando a Iglesias “sin mayores entusiasmos”. “Seguro que él ni percibió mis reticencias”, confiesa. Inmediatamente arrancó la reunión, con una escena que auguraba un final pésimo. Iglesias intervino y dijo: “Una cosa es lo que tenemos que decir en público y otra cosa lo que tenemos que decir en privado. Y yo vengo con la mejor de mis disposiciones”. “Si hay un ejemplo del cinismo de la vieja política –cuando no hay micrófonos se dicen cosas distintas-, me pareció que era esa afirmación”, escribe Sevilla.
Lo que pasó en el resto del encuentro es bien sabido. Que PSOE y Ciudadanos le vendieron a Podemos las virtudes de su pacto. Que le animaron a apoyarlos de dos maneras (sumando sus diputados o facilitando con su abstención que gobernara Sánchez). Y que Iglesias respondió con un documento de veinte propuestas, dos de las cuales eran totalmente inasumibles para los promotores del acuerdo: el derecho a decidir y cerrar un Gobierno de coalición, sin Ciudadanos, del que formarían parte PSOE, Podemos, En Comú Podem, En Marea, IU y Compromís.
Iglesias: “Una cosa es lo que tenemos que decir en público y otra cosa lo que tenemos que decir en privado"
La conversación concluyó con rifirrafe dialéctico. “Dos de los máximos dirigentes de Podemos” defendieron que Iglesias hubiera pedido meses atrás a Sánchez una vicepresidencia y varios carteras de ministro, porque “la política es poder y el poder son los ministerios y el Gobierno". “Confieso que ver a dos jóvenes representantes de la nueva política, ambos todavía por debajo de los treinta años, más obsesionados por los sillones que por el programa, me deprimió”, lamenta Jordi Sevilla, “reafirmándome en mi intuición de que con esa gente sería difícil hacer algo en común”.
La intuición del ex ministro era la correcta. Iglesias daría seis portazos seguidos al PSOE, que acabó desgarrándose en una trifulca interna. Casi un año después de la cita en que Sevilla casi negó el saludo a Iglesias, Pedro Sánchez es un rebelde en el PSOE, Albert Rivera pugna por que el PP no incumpla más puntos de su acuerdo y el líder de Podemos tiene más poder (¿y más enemigos?) que nunca en su partido. Y Rajoy está tan afianzado en el poder que hasta prepara ya unos presupuestos sin tener garantizados los apoyos parlamentarios.
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