No sé si en la Checoslovaquia de los 80 se podían hacer chistes sobre Carrero Blanco. Allí lo que por entonces preocupaba más a la censura era que se mencionara a Martina Navratilova.
Como a la estrella del tenis se la consideraba traidora de la patria socialista por haber pedido asilo político en Estados Unidos, estaba prohibido siquiera mentarla. Y eso, claro, complicaba el trabajo de los cronistas deportivos porque era la época en la que ella lo ganaba todo.
“En las semifinales de Wimbledon de mañana jugarán…”, escribía un periódico checo de la época. Y sólo citaba tres nombres. Todo el mundo, claro, sabía que Martina era la cuarta. Pero no se podía decir. Lo cuenta Timothy Garton Ash en su magnífico libro Free Speech, donde analiza los límites de la libertad de expresión y la censura.
Conviene releerlo ya que este debate vuelve a estar muy en boga en España ahora que la Audiencia Nacional ha condenado a un año de cárcel por enaltecimiento del terrorismo a Cassandra Vera, una joven de 21 años que tuiteó varios chistes sobre la muerte del militar Carrero Blanco, asesinado por ETA en 1973.
Acabamos de descubrir que en España es constitutivo de delito escribir cosas como "URSS Yuri Gagarin VS SPAIN Carrero Blanco"
Dónde hay que poner los límites a la libertad de expresión, si es que los tiene, también se discutió hace unos días con el autobús de Hazte Oír que hacía apología de la transfobia. El debate es reincidente. Lo tuvimos también el año pasado con los titiriteros encarcelados por el Gora Alka Eta y aquella otra polémica por los tuis del concejal Zapata sobre Irene Villa.
A diferencia de estos otros casos, sin embargo, a Cassandra no la han absuelto. Y eso que en los mensajes de esta chica no hay dinero público, ni menores en escena, ni su mal gusto representa a nadie más que a sí misma. Así que es aún más difícil de entender si cabe descubrir de pronto que en España es constitutivo de delito escribir cosas como "URSS Yuri Gagarin VS SPAIN Carrero Blanco".
De condenar por algo a Cassandra habría que replantearse si no tendría más sentido hacerlo porque en su biografía de Twitter se autodefina como escritora. Ese tipo de enaltecimiento literario lleva demasiado tiempo impune.
La más insidiosa de las censuras contemporáneas se da cuando los límites se le antojan arbitrarios
No, en serio, la más insidiosa de las censuras contemporáneas explica Ash que son las de los lugares donde no hay reglas escritas y los límites se le antojan arbitrarios al Estado. "¡Queremos censura!", escribía también en los 80 el escritor húngaro Itsván Eörsi en un irónico reclamo a las autoridades. Saber a qué atenerse le parecía un avance.
En aquellos mismos años, al otro lado del Telón de Acero, hacía casi una década que España era una democracia y había recuperado el derecho a la libertad de expresión. Y mientras los checos se tenían que conformar con deducir que Navratilova había llegado a la final, en la España camisa blanca de mi esperanza Tip y Coll se desquitaban de los años de la dictadura franquista en los que siempre tenían que dejar para mañana eso de hablar del Gobierno de Franco. A nadie le extrañaba entonces que por fin se publicaran chistes sobre la muerte de Carrero Blanco sin tapujos de otra época.
Los tuits que ha perpetrado Cassandra tienen mucha menos gracia que los de Tip y Coll. Algunos, de hecho, ninguna. Pero si los chistes malos van a estar penados con cárcel la Audiencia Nacional no sabe dónde se ha metido. Resulta inquietante que frivolizar sobre la muerte de un vicedictador, con intención de bromear o sin ella, sea delito en la España del siglo XXI.
Inquietante digo porque cuando la sentencia de la Audiencia Nacional advierte de que la humillación a las víctimas del terrorismo "golpea sentimientos de solidaridad de la comunidad que en todo delito de terrorismo percibe un ataque a la convivencia pacífica construida entre todos" no aclara un límite histórico al que se refiere. Medio siglo, por lo visto, no es suficiente. ¿Estará penado también bromear con el asesinato del general Prim? ¿O tampoco ha prescrito todavía el siglo XIX?
Resulta inquietante que frivolizar de la muerte de un dictador, con intención de bromear o sin ella, sea delito en España
Me gustaría pensar que una cosa es que la ley prohíba el enaltecimiento del terrorismo para perseguir la propaganda yihadista o incitar al odio y otra muy diferente que persiga penalmente la chabacanería. Pero si la frontera entre una y otra cosa no está clara entonces, como el escritor húngaro, prefiero la censura. Urge saber a qué atenerse.
“No se trata de penalizar el chiste de mal gusto”, explica también la sentencia de la Audiencia Nacional. “Sino que una de las facetas de la humillación consiste en la burla, no recreada con chistes macabros con un sujeto pasivo indeterminado, sino bien concreto y referido a una persona a quien se identifica con su nombre y apellidos”.
Lo siento, pero sigo sin entenderlo. Aunque si el problema de Cassandra, además de la falta de gracia, es haber señalado con nombre y apellidos al sujeto en cuestión, siempre podrán otros tuiteros empeñados en explorar los límites del mal gusto esmerarse en hacer chistes un poco más disimulados, como hacían en las crónicas checoslovacas de los partidos de Navratilova. Eso sí, por favor, si quieren bromear sobre Carrero Blanco traten por lo menos de estar a la altura.
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