Bajo su apariencia de fragilidad se escondía una mujer fuerte. Asumió responsabilidades desde muy joven y en su manera de hacer política no había doblez, sino sinceridad y compromiso.
Había estudiado derecho y tenía una sólida formación. Podía haberse dedicado a su profesión, como ha venido haciendo en los últimos meses, pero su vocación era y ha sido hasta el final la política.
Carmen Chacón era una buena representante de la Cataluña moderna y abierta de miras. Ella siempre defendió la unidad de España, dentro de un modelo federal. Militó en el PSC y llevó a su partido a lo más alto: en las elecciones de 2008, encabezando la lista de Barcelona, logró 16 escaños y casi la mitad de los votos.
Cuando los periódicos internacionales hagan su obituario, rescatarán de sus archivos su foto, vestida con traje de chaqueta negro, embarazada de siete meses, pasando revista a una compañía, en su toma de posesión como ministra de Defensa. Rodríguez Zapatero -que la quería y apreciaba- tuvo en cuenta ese detalle cuando la nombró: "¡La primera ministra de Defensa y embarazada. Esto será portada del New York Times!" Pero ella era mucho más que un gesto para la galería, o una consecuencia de las políticas de igualdad. Demostró ser una buena ministra. Los altos mandos de las Fuerzas Armadas la respetaban porque ella les escuchó, se dejó aconsejar y supo mandar.
Fue la primera ministra de Defensa y pudo haber sido la primera secretaria general del PSOE. Supo ganarse el respeto hasta de sus más rocosos contrincantes.
Una mujer en un mundo de hombres. Hay que ser siempre un poco más inteligente, más brillante y más trabajador que los demás. Recuerdo una comida con el entonces líder de la oposición, Rodríguez Zapatero (principios de marzo de 2004) y su equipo: José Blanco, Jesús Caldera, Miguel Sebastián, Alfredo Pérez Rubalcaba y Chacón. No era fácil meter baza, pero ella sabía imponer su autoridad. Todos respetaban su criterio, hasta sus sus más rocosos contrincantes.
Se quedó a sólo 20 votos de haber sido la primera secretaria general del PSOE, en aquel 38 Congreso de Sevilla de febrero de 2012 en el que se enfrentó a Rubalcaba. De haber ganado, la reciente historia del Partido Socialista hubiese sido distinta. Tal vez el partido habría afrontado mejor retos como el surgimiento de Podemos. Aunque, claro, eso nunca se sabe.
De lo que sí puedo dar testimonio es de su humanidad, de su cercanía, de sus valores. De forma discreta, decidió cambiar su vida hace unos meses. Quería construir su futuro ajerciendo como abogada en un prestigioso bufete de Madrid, alejada del estrés de la brega política de primera línea.
La última vez que la vi parecía feliz. Nos ha dicho adiós con 46 años y nos ha dejado huérfanos de su sonrisa.
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