Hace unos días, intentando encontrar la salida de una conocida librería barcelonesa, por puro despiste circulatorio, por distracción o por capricho del destino, me di de involuntarias bruces con la sección de autoayuda de la misma. Entre la ola de ayuda que ante mis ojos apareció y que se me ofrecía en una estantería de superficie inabarcable, destacaba un mamotreto en blanco y negro firmado por un tal Kiyosaki.
En la contraportada del libro, amablemente aclaraban que Robert Kiyosaki es un escritor, divulgador y conferenciante estadounidense de origen japonés empeñado, a partir de sus particulares postulados como “orador motivacional”, en difundir la importancia de la educación en finanzas como premisa imprescindible para ganar dinero y a la vez libertad económica.
Una frase entrecomillada me llamó la atención ya que aparecía en destacada tipografía: “Los títulos académicos son importantes y la educación financiera también. Los dos son importantes pero las escuelas están olvidando uno de ellos”.
“Más razón que un Santo, amigo Kiyosaki”, pensé para mis adentros. En cualquier caso, no compré el libro, pues siempre he desconfiado de fórmulas que hagan del paciente su propio sanador, pero sí la idea, pues desde hace mucho años yo también he defendido la imperiosa necesidad de la educación como principal remedio para evitar los sangrantes episodios financieros nacionales que a todos nos han sobresaltado en los últimos años.
La semilla inicial de la educación financiera debe ser plantada en los planes académicos
La responsabilidad de la educación en finanzas de la población es un asunto que requiere del concurso tanto de las administraciones públicas como de iniciativas y entes privados pero la semilla inicial debe ser plantada en los planes académicos y en las aulas de colegios e institutos.
En el plano púbico me consta que desde la CNMV, el Banco de España y el Ministerio de Educación no cesan en su empeño de fatigar estrategias para intentar paliar la preocupante ignorancia en materia financiera de los alumnos españoles y de la población en general. A través de varios planes estratégicos que finalizan este 2017 el regulador ha puesto hilo a la aguja para paliar la situación de ignorancia generalizada en términos financieros que secularmente ha acompañado a la población española y es de agradecer y debe ser reconocido el que así lo haya hecho.
La evolución más reciente de nuestra sociedad, caracterizada por la progresiva complejidad de los mercados, de las relaciones financieras entre los individuos y las empresas y de los propios productos y servicios financieros, está poniendo de manifiesto una creciente necesidad de prestar atención a la educación financiera de los ciudadanos, consumidores y demandantes, actuales o potenciales, de tales productos y servicios.
El aumento de la cultura financiera tiene beneficios significativos para todos los ciudadanos, usuarios actuales o potenciales de productos y servicios financieros, con independencia de la edad y del nivel de ingresos.
La vida está llena de decisiones con trascendencia financiera (la formación de una familia, la adquisición de una vivienda, la compra de un automóvil, la jubilación) y es importante que todos los ciudadanos, ante esas decisiones, puedan ser conscientes de sus consecuencias financieras y aprendan a valorarlas.
Una buena cultura financiera, por tanto, ayuda a los individuos y a las familias a aprovechar mejor las oportunidades, a conseguir sus objetivos y a contribuir a una mayor salud financiera de la sociedad en su conjunto. Los cambios sociales, económicos y demográficos que se han ido produciendo en los últimos años han causado una creciente complejidad en la toma de decisiones con trascendencia financiera.
Entre los factores determinantes de estos cambios cabe mencionar el aumento de la renta per cápita, que viene acompañado de un mayor volumen de ahorro; el nivel de endeudamiento creciente durante las últimas décadas y, sobre todo, durante los años previos a la actual crisis; el aumento de la esperanza de vida y, más recientemente, la elevada inestabilidad del mercado laboral.
También los mercados financieros han ido aumentando paulatinamente su complejidad a causa, básicamente, de la existencia de nuevos canales de distribución y el desarrollo, especialmente durante los últimos 20 años, de nuevos productos financieros. Los consumidores ya no se limitan a elegir únicamente entre tipos de interés o entre préstamos y planes de ahorro diferentes, sino que se enfrentan a un amplio abanico de opciones, con una gran variedad de instrumentos financieros, algunos muy complejos, para ahorrar o financiarse. Y todo ello en un contexto de transferencia creciente de riesgos a los consumidores financieros.
Por tanto, la tarea de administrar y distribuir los recursos financieros de los individuos y de los hogares de forma adecuada es cada vez más compleja y las aptitudes y conocimientos necesarios son mayores que en generaciones anteriores.
La reciente crisis financiera ha puesto de manifiesto algunas situaciones que posiblemente se hubieran podido mitigar mediante un mejor conocimiento financiero de los individuos. En este sentido, la educación financiera está adquiriendo cada vez más importancia, al favorecer una mejor asignación de recursos, reducir los riesgos asociados a episodios de inestabilidad financiera y, por tanto, contribuir al aumento del bienestar social.
El analfabetismo financiero produce monstruos que la educación financiera domestica
Una mayor educación financiera sin duda reconducirá el dislate al que hemos llegado y si incide en sus aspectos éticos la balanza de los comportamientos delictivos sin duda se inclinará hacia su imperiosa y necesaria desaparición. El analfabetismo financiero produce monstruos que la educación financiera doméstica.
Por todos estos motivos, uno de los retos fundamentales que debe encarar España sin más demora es el de la incorporación de la educación financiera al sistema educativo. Hay que centrar el foco de la educación financiera en la juventud y en la escuela y en ella introducirla tan pronto como sea posible. El Euribor debe entrar en las aulas.
La calcopirita es un mineral del cobre. Los estudiantes españoles aprenden sus propiedades, pero no saben qué es el euribor o cuál es la diferencia entre un depósito y una cuenta corriente. Y les puedo asegurar que en el futuro tendrán más relación con los productos y servicios bancarios que con la pirita. Los niños y los jóvenes de hoy son los consumidores de productos y servicios financieros de mañana y, por tanto, el grupo poblacional donde la inversión en educación financiera normalmente tendrá un mayor período en el que rendir sus frutos.
Y no nos faltan inspiradores modelos internacionales en que basarnos: en Australia, desde el año 2005 se imparte educación financiera en las escuelas de manera obligatoria, desde los 3 a los 10 años aproximadamente, y se integra en las asignaturas de Matemáticas, Ciencias, Humanidades y Tecnología, entre otras.
En Escocia, la educación financiera está incluida en el currículum de manera obligatoria desde septiembre de 2008.
En Inglaterra se imparten programas de bienestar económico y capacitación financiera en la asignatura de PSHE (Personal, Social, Health and Economic Education). Además, los programas de Ciudadanía y Matemáticas hacen referencia explícita al dinero y a la capacitación financiera. A partir de septiembre de 2014, la educación financiera se convirtió en obligatoria y quedó incluida en el currículum escolar.
Esperemos pues que en España las diferentes administraciones profundicen y armonicen de una vez por todas, un encaje adecuado de la educación financiera en los programas de estudio sin detrimento de otras materias y con una adecuada dotación de recursos. Muchas de éstas son ideas y propuestas recogidas en el Plan de Educación Financiera 2013-2017 impulsado por la CNMV y el Banco de España, entre otras fuentes.
Si quienes deben hacerlo colaboran como deben, si no se anestesian las urgencias en afrontar la tarea y si nada extraño interfiere los planes del regulador, puede que al final todo salga bien y de una vez por todas las finanzas dejen de ser algo que solo se aprende en la vida adulta y a base de visitar oficinas bancarias. La baja cultura financiera en un país donde más del 90% de los productos financieros se venden en las redes bancarias es una combinación explosiva que ha demostrado sus letales efectos reiteradamente.
La educación financiera no puede seguir siendo la eterna asignatura pendiente de España
La educación financiera no puede seguir siendo la eterna asignatura pendiente de España cuya solución se fíe a voluntariosas pero insuficiente iniciativas del sector privado, al aluvión de apps o webs financieras o al autoconsumo de autoayuda financiera personal (ya me perdonará Mr. Kiyosaki).
Se trata de un encargo histórico frente a la jungla de ahí afuera. Un reto apasionante que la población demanda y una inversión que sin duda pagará con grandes creces lo que en ella invirtamos haciendo de nuestro país un lugar más libre, más seguro, más culto, más igualitario y menos expuesto a unos mercados que devoran sin miramientos a los inversores y los individuos con menor formación financiera.
Carlos de Fuenmayor es director ejecutivo de la delegación de Mutuactivos en Cataluña
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