La nueva política es imagen. Eso Podemos lo sabe muy bien. Necesita como el aire para vivir la relevancia, salir en los medios, ya sea porque una de sus dirigentes se lleva al bebé al Congreso, porque su jefe de filas se da un beso en la boca con otro líder político, o porque se ha arrancado a cantar en un mitin rememorando, coleta morada, a Javier Krahe. Pero, la campaña del 'tramabús' a mí se me hace pobre, además de poco original. Los de Hazte oír deben estar que trinan ante ese plagio propagandístico.
La utilización de autobuses para hacer campaña es algo casi tan viejo como la política. Lo que sí es nuevo es utilizar este medio de transporte para poner en solfa a los contrincantes políticos: lo que un publicitario llamaría 'campaña negativa'. Algo que pusieron de moda los hermanos Saatchi en Reino Unido cuando diseñaron la primera campaña de Margaret Thatcher bajo el lema: "Labour isn't working".
La campaña del 'tramabús' a mí se me hace pobre, además de poco original. Los de Hazte oír deben estar que trinan ante ese plagio propagandístico
Claro que una cosa es decir que el programa de tu competidor no funciona y otra situar a otros líderes políticos mezclados con investigados por corrupción. Naturalmente, se trata de una provocación disfrazada. La casta ha dado paso a 'la trama'. El concepto utilizado por Podemos en su primera etapa de asalto a los cielos se quedaba corto por cuanto define un núcleo de poder sin más. La trama implica un complot, una manera de actuar torticera, al margen de todo control. Es pretendidamente sofisticada: ¿quién no ha oído en la barra de un bar hablar de alguna trama? A todos nos reconforta pensar que hay alguien contra nosotros al que culpar de nuestras desdichas. ¡Ponga una trama en su vida!
Pero, insisto, esta vuelta al cole de Podemos me sabe a poco. El autobús tiene unas connotaciones épicas, románticas, que Podemos no ha sabido explotar. Recuerden los que ya peinan canas el Blues del autobús, entonado por Miguel Ríos en alguna plaza de toros. Vivo en la carretera, dentro de un autobús...
Pablo, ¿qué te ha ocurrido? ¿Dónde has dejado tu vena de cantautor? Con un poco más de imaginación podías (y tú puedes) haber hecho alguna letrilla acorde con la temática: El blues de la corrupción; o El rock de la trama.
Dice el líder de Podemos que, con esta iniciativa, se trata no sólo de recordar casos y personajes ya conocidos, como Rato, Pujol o Bárcenas, sino de animar en distintos pueblos y ciudades de la geografía española a que sus militantes denuncien casos inéditos. Esta segunda fase promete. Nos dará la oportunidad de comprobar hasta dónde llega la capacidad para la condena no ya de telediario, sino de autobús. Imagínense las fotos de alcaldes o concejales del PP o del PSOE situadas en el bus de la vergüenza junto a los más famosos corruptos.
En la época de Mao en China se castigaba a los 'enemigos del pueblo' no sólo con duras penas de prisión, sino sometiéndolos a la mofa y a la burla del populacho, expuestos en la plaza pública y vestidos con ridículas ropas y un estrafalario capirote. La táctica del autobús va un poco en esa línea, muy coherente con la del escrache. Todas esas prácticas tienen un denominador común: el descrédito del estado de derecho, que, por cierto, ha hecho posible que algunos de los retratados estén ya sentados en el banquillo.
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