Qué nos está sucediendo que como resultado de una noche de procesiones en Sevilla se producen hasta 12 estampidas de ciudadanos que dejan 100 heridos, 17 de ellos hospitalizados.
Entre los que las provocaron hay de todo, unos son delincuentes comunes con antecedentes y con edades comprendidas entre los 45 a 47 años gritando “Gora ETA” mientras golpeaba contenedores con una barra de hierro, otro un senegalés con sus facultades mentales perturbadas viejo conocido del barrio que se pone a gritar “Alá es grande” al paso de una procesión y hasta un grupo de siete chicas, algunas menores de edad, que corrían por la calle chillando para detenerse de pronto y reírse del pánico provocado.
Cualquier suceso cotidiano se percibe amenaza terrorista. Esa noche un conductor ebrio y sin carnet se saltó un control policial y se corrió la voz que era un intento de atentado como el de Estocolmo o Londres.
Lo que nos está sucediendo a los españoles sucede en otras partes del mundo, casi a la misma hora en una estación de trenes de Nueva York se producen 16 heridos tras una estampida de miles de personas al escuchar un disparo de pistola. Era una taser de la policía que detenía a un delincuente común, pero todos creyeron que se trataba de un atentado terrorista.
Es la psicosis colectiva diagnosticada por psiquiatras desde hace más de un siglo. La masa experimenta la histeria de otros y se contagia, no importa la edad, el origen cultural y otros factores. Ha sucedido en el pasado con las apariciones marianas o en octubre con la psicosis de payaso asesino extendida a medio mundo, pero hay un punto de inflexión en España desde el 14 de julio pasado cuando un camión embistió en Niza a más de 300 personas matando a 85 deliberadamente en nombre de Daesh.
Lo que no sucedió con los atentados de París, Bruselas o Londres sucedió con el de Niza por la simplicidad del acto terrorista y la cercanía con nuestro país, apenas 500 kilómetros. Usar un camión de 19 toneladas como arma del atentado y atropellar a la población civil en un acto multitudinario es casi inevitable y para Daesh fue todo un éxito: sin sofisticación ni uso de explosivos se consiguió matar a 85 personas y herir a más de 300.
En Catalunya tras el atentado se multiplicaron los casos de psicosis colectiva, quizá por la cercanía con Niza. En los cines del centro comercial Diagonal Mar de Barcelona la explosión de una máquina de palomitas provocó una estampida general. En Sant Boi un robo por el método del alunizaje provocó de nuevo el pánico. En Platja d´Aro una flashmob de un grupo de alemanes hizo que miles de turistas salieran corriendo en estampida por el Paseo Maritimo, y en el Metro de Barcelona un hombre ebrio saltó a la vía y los gritos de los pasajeros que lo presenciaron provocaron tal psicosis terrorista que miles de personas salieron a toda prisa del andén, algunas pisando a otras y saltando las barras de acceso al suburbano para evitar el supuesto ataque yihadista.
Lo peor es que la mayoría de estos episodios de histeria colectiva fueron grabados con teléfonos móviles y una vez subidas las imágenes a la red se convirtieron en vídeos virales que aumentaron la psicosis colectiva aún más. Hasta tal punto nos afecta este fenómeno que tras el atentado del hotel en Túnez, donde un hombre armado asesinó a 37 turistas, una empleada de un hotel en Fuerteventura se paseó por la piscina con un rifle en la mano buscando voluntarios para una actividad de tiro y decenas de clientes salieron despavoridos a refugiarse.
Daesh está ganando la batalla del miedo, pero no deberíamos ayudarle a ello. Los datos estadísticos demuestran que Europa tiene muchos menos muertos por terrorismo ahora que en la década de los setenta y los ochenta, sin embargo la percepción de inseguridad es mayor.
A ello contribuyen las redes sociales propagando ese miedo a menudo infundado. Redes que a su vez utilizan las fuerzas de seguridad para calmar los episodios de histeria colectiva. Es muy posible que, si previamente no se hubiese producido la estampida de la procesión de Málaga tras una pelea y no hubiésemos visto las imágenes de los penitentes del cortejo del Cautivo corriendo, en Sevilla no hubiese sucedido nada. La psicosis es contagiosa y tanto el uso de redes sociales como de medios de comunicación en el tratamiento de estas imágenes, puede aumentar o disminuir la psicosis colectiva. No permitamos que Daesh gane la batalla.
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