Allá por octubre de 1974, en Suresnes, se reunió el congreso del PSOE en el que como ahora se enfrentaron el aparato del momento, encabezado por Rodolfo Llopis, Secretario General en el exilio, y un sector renovador encabezado por Felipe González, un joven militante del interior. En esos momentos la disputa política giraba en torno a la estrategia del partido ante la inminente muerte de Franco, sobre si el partido debía ser liderado desde el interior donde el PSOE, al margen de la Junta Democrática, estaba dejando un gran campo de juego a sus rivales, el PCE de Carrillo y el PSP de Tierno Galván, o si la dirección debía seguir en el exterior, a la espera de un retorno triunfal tras la muerte del dictador. En aquel congreso ganó la renovación y eso supuso la ruptura del PSOE con el pasado y con la dependencia del exilio y dio a luz el liderazgo de Felipe González, la persona que en la palestra o desde la trastienda ha ido tejiendo la historia de los últimos 40 años del partido.
De una forma u otra no ha habido movimiento interno en el PSOE en el que Felipe y sus allegados, al modo de dioses del Olimpo, no hayan estado moviendo los hilos. Unas veces controlando directamente el partido, siendo secretarios González, Almunia y Rubalcaba, otras promoviendo candidatos, como Bono, Madina, ahora Susana Díaz o, en cierta forma, Patxi López y otras engullendo alternativas, bien por embaucamiento como ocurrió con Zapatero, o bien mediante acoso y derribo, como ocurrió en los casos de Borrell o Sánchez.
No ha habido movimiento interno en el PSOE en el que Felipe y sus allegados, al modo de dioses del Olimpo, no hayan estado moviendo los hilos
Obviamente y como no puede ser de otra forma, cuando alguien tiene esa capacidad de liderazgo deja la impronta de su propia personalidad en la institución y esa impronta, en el caso de Felipe González, se llama realpolitik. La realpolitik es una estrategia política que consiste en ir optando por medidas concretas acordes con la realidad del momento sin tener en cuenta el posicionamiento ideológico. La misma es muy propia de la política alemana y Felipe González, influido por Willy Brandt y el SPD de los 70, y por extensión el PSOE durante los últimos 40 años ha sido un ejemplo evidente de su aplicación.
Es por la realpolitik felipista por la que cuando el PSOE tuvo que abandonar el marxismo en 1979 para intentar ganar las elecciones lo hizo, por la que se mantuvo el concordato preconstitucional con la Santa Sede para evitar problemas con la Iglesia Católica, por la que se renunció a la República para pactar la Transición, por la que España se mantuvo en la OTAN para no enfrentarse a Estados Unidos, por la que no se hizo una revisión histórica del franquismo para no soliviantar a la derecha, por la que se privatizaron las empresas públicas para estar a bien con la élite empresarial o por la que se fueron haciendo reformas laborales y económicas para contentar a los mercados internacionales.
Todo ello a cambio del desarrollo del Estado del Bienestar y de ir introduciendo derechos y libertades de carácter individual, que han permitido mejorar la calidad de vida de los españoles. Esta combinación de realpolitik y Estado del Bienestar es el que ha permitido al PSOE gobernar más tiempo y en más lugares de España que ningún otro partido y por tanto puede considerarse un éxito político.
La 'realpolitik' es una especie de droga: el éxito hace que la uses cada vez más a menudo y te importe menos la ideología
Desgraciadamente, la realpolitik es como una especie de droga, el éxito electoral hace que la uses cada vez más a menudo y que cada vez te importe menos la ideología, de forma que llega un momento que te nubla (“bajar impuestos es de izquierdas” o “la mejor política industrial es la que no existe” son frases famosas de socialistas señeros en ese estado) y en algunos casos puede hacerte perder completamente el rumbo y romper el anclaje ideológico (el “cueste lo que cueste, me cueste lo que me cueste” de Zapatero es el ejemplo más evidente).
Eso fue lo que pasó en el bienio 2010-2011, cuando Zapatero y el PSOE por realpolitik sucumbió ante el ultraliberalismo europeo y aplicó sin rechistar cualquier ocurrencia procedente de los liberales ministros de economía europeos (Ecofin), de la Comisión, del BCE y del FMI. En ese momento, con la reforma laboral y la reforma del artículo 135 de la Constitución, nuestros votantes, masivamente enviados al desempleo por la crisis, pensaron que los habíamos dejado a merced de los poderosos en los peores momentos, que los habíamos traicionado y que ya no éramos de izquierdas. A partir de ahí comenzó la sangría de los casi 6 millones de votos perdidos y el nacimiento y auge de Podemos, el competidor que ha estado a punto de conseguir el sorpasso.
Esa sensación de traición se ha acrecentado más cuando, en el último acto de alucinación por sobredosis de realpolitik, a modo de truculento drama de locura colectiva de una secta maníaca camino del suicidio, nos hemos dado un autogolpe de estado y hemos depuesto a nuestro Secretario General para hacer posible un gobierno de la derecha con la abstención de los diputados del PSOE.
Pues bien, la foto del acto de presentación de Susana Díaz, con todo el que ha sido referente en los últimos 40 años del partido allí sentado, es la foto de la realpolitik, que fue un éxito en su momento, pero que ahora es el lastre que hunde al PSOE.
Cuando llegan tiempos de crisis, en los que las familias lo pierden todo, los trabajadores no quieren un PSOE que les ofrezca un gobierno de derechas, resignación cristiana y 420 euros de solidaridad. Quieren que ni por acción ni por omisión permitamos gobernar a la derecha, quieren que recuperemos sus derechos laborales, quieren que consigamos que no haya trabajos que te hacen pobre o semiesclavo, quieren que consigamos que los culpables no se vayan de rositas, quieren que hagamos que sus hijos puedan formarse y procurarse una vida mejor a la suya, quieren que cambiemos la Europa de los mercaderes antes de que se hunda. En definitiva, quieren un PSOE que aspire a cambiar la realidad en lugar de ofrecer conformismo y adaptación a la miseria, quieren un PSOE socialista y no realpolitik.
Por eso Pedro Sánchez debe ser el próximo Secretario General, porque ha sido el que ha conseguido no caer en el delirio de la realpolitik y es el que puede salvar al PSOE y hacer que el pasado deje de ser pasado y se convierta en historia, como ocurrió en Suresnes.
Luis Ángel Hierro es el secretario de Economía del PSOE de Sevilla.
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