El que no se consuela es porque no quiere. Y si no, miren al incauto lider de Izquierda Unida Alberto Garzón que, después de haber puesto su partido en las fauces de Podemos y de que Podemos haya engullido a IU está tan satisfecho que se siente triunfador porque, dice, "hemos ganado la hegemonía discursiva". Eso quiere decir que los de Pablo Iglesias se han hecho con los planteamientos del partido comunista, se los han merendado y luego los han regurgitado como cosa propia.
Aunque hay que decir que los ejemplos que pone el señor Garzón para demostrar su victoria en el llamado "discurso" de Podemos no son como para que se paren las rotativas ante esos logros, al parecer los mayores que vieron los siglos: la iniciativa que pedía suprimir las misas católicas de la televisión pública u otra sobre la eutanasia presentada por el grupo. Con qué poco se conforma.
La realidad, sin embargo, es que en ese proceso de fusión tras su alianza electoral Izquierda Unida ha desaparecido como partido con entidad propia. Es verdad que a Alberto Garzón lo suelen sacar en esas fotos plurales a las que tan aficionado es el líder de la formación morada. Pero que no se engañe: él es uno más de los que componen el atrezzo que se monta sistemáticamente para mayor gloria y lucimiento de Pablo Iglesias. Y no le vamos a quitar la razón cuando nos hace notar que, dado que los componentes de Podemos no son lo que se dice muy duchos ni muy aplicados en las tareas parlamentarias, "nos necesitan". Les necesitan, efectivamente, pero se los han comido como formación diferenciada a la hora de la percepción de la opinión pública que ya no habla nunca de Izquierda Unida ni tampoco de Unidos- Podemos sino simple y llanamente de Podemos.
Ya no hay dos partidos sino uno sólo y el hecho de que en el debate de los Presupuestos Generales tres de los cuatro intervinientes del grupo parlamentario pertenecieran a IU no hace más que ratificar lo dicho: les están suministrando poso y solvencia parlamentaria a cambio de nada si por nada se entiende el hecho de haberse subsumido en las siglas del partido de Iglesias. Porque se equivocará el señor Garzón si piensa que los ciudadanos se molestaron en apreciar quiénes de los diputados del grupo que tomaron la palabra en el debate de Presupuestos traía denominación de origen. No, para la opinión pública todos eran diputados de Podemos.
El líder de la formación morada se ha quitado de enfrente sin esfuerzo alguno a un adversario que podría obstaculizar su camino hacia su gran objetivo político"
Probablemente, Pablo Iglesias no se sienta molesto sin todo lo contrario, esté encantado, viendo la satisfacción de Alberto Garzón ante lo que éste considera un éxito rotundo. Y eso es así porque el líder de la formación morada se ha quitado de enfrente sin esfuerzo alguno, e incluso con el agradecimiento de su víctima, a un adversario que en las líneas de la izquierda podría obstaculizar o por lo menos incordiar en su camino hacia su gran objetivo político, que es el PSOE. Porque es ahí adonde se dirige la mirada y las fauces, en sentido figurado, del señor Iglesias. Por eso está dispuesto a aplazar el fantoche de su propuesta de moción de censura para la que no ha encontrado ni socios ni candidato.
Pero lo cierto es que él no los necesita, lo único que necesitaba desde el primer momento era que su invitación-coacción al PSOE para que fijara posición ante la posibilidad de desalojar a Mariano Rajoy del poder agudizara hasta el límite de lo posible las disensiones internas del Partido Socialista. El propósito de Iglesias, tan aficionado a las tácticas de corto alcance, era por un lado el de colocar a los actuales dirigentes en la tesitura de decirle que no le secundaban en la propuesta y, por otro, el de colocar de nuevo en los labios de Pedro Sánchez la miel de su sueño aún no realizado: alcanzar por fin el poder. Lo cierto es que Sánchez ha sido sensible a esos cánticos, tanto que acaba de declarar que "no descarta nada" en esta materia.
Y, dado que la victoria de Sánchez no está ni mucho menos descartada en estas primarias, Pablo Iglesias, que usa una iniciativa parlamentaria de tanta trascendencia política como es la moción de censura como si fuera un klínex -un papel para sonarse y luego tirar- está pensando ahora en retirar su propuesta y esperar a Sánchez. Y, si Sánchez llega, entonces sí, entonces asistiremos a un cortejo nupcial con el fin de conquistar al socialista y embarcarlo en la aventura conjunta de sacar al PP del Gobierno. Del precio que un PSOE de nuevo liderado por su antiguo secretario general tendría que pagar por ver cumplido su sueño no hace falta hablar de momento. Ya habrá tiempo, ya.
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