Nos aproximamos a dar carpetazo al primer semestre de un año 2017 que, antes de dar comienzo, se presentaba como un ejercicio excepcionalmente complejo de gestionar por diversos factores, a cual más relevante.
A inicio de año partíamos en Europa con la incertidumbre, aún presente, sobre las negociaciones del Brexit, y con el temor de que la celebración de elecciones presidenciales en países significativos (Holanda, Francia o Alemania) pudiera suponer la llegada de fuerzas populistas que amenazasen la estabilidad del proyecto de la UE o de la moneda común.
Desde Estados Unidos emergían dudas sobre las políticas que iría implantando la administración Trump (aún queda por plasmar su reforma fiscal), y nos adentrábamos en un entorno de tipos en el que se iba a iniciar un proceso al alza con la incertidumbre de si la economía estadounidense había ganado la suficiente tracción para resistir incrementos de tipos en el precio del dinero. Y a todo esto le añadíamos una dosis de tensión en el panorama geopolítico.
A priori, gran incertidumbre. Y como suele suceder muchas veces, el mercado ha vuelto a hacer bueno el dicho que “el mercado es soberano”, dejándonos a lo largo de los casi cinco primeros meses una sucesión de máximos históricos en varios de los principales índices de renta variable, tales como Dow Jones, S&P-500, Nasdaq Composite o Dax, con un nivel de volatilidad mínima, que ha llegado a alcanzar los mínimos del año 1993 en el caso del VIX (índice de volatilidad del S&P-500). El escenario es idílico para un gestor, mejora de rentabilidades con baja volatilidad. ¿Qué ha soportado al mercado?
El estallido de la gestión pasiva puede elevar los precios de los activos de forma artificial
En mi opinión, dos claves que escapan a todas las incertidumbres comentadas con anterioridad. La primera es que, en un entorno de tipo de interés bajos, la dificultad para obtener rentabilidades suficientes que superen la inflación, ha llevado, de manera convencida o no, a ser más permisivos con la exposición en los activos de riesgo, para llegar a obtener una rentabilidad adicional.
La segunda ha sido el “estallido” de la denominada gestión pasiva, en detrimento de la activa, que en un momento de exuberancia puede llevar a elevar los precios de los activos de manera artificial, al querer ir replicando los índices que sirven como benchmark de la gran parte de productos de la industria, mediante la creación de productos sintéticos (ETF’s, ETN’s, etc).
Obviamente, este tipo de operativa no obedece a ningún criterio de valoración, ni mira los balances de las empresas que forman parte de los diversos índices replicados, lo que, en contra de lo que pueda parecer, generará oportunidades de inversión a todos aquellos gestores que sepan aprovecharlo. Y en nuestro país, a buen seguro que los hay.
Nacho Zarza es Equity Sales en Auriga Global Investors
Nos aproximamos a dar carpetazo al primer semestre de un año 2017 que, antes de dar comienzo, se presentaba como un ejercicio excepcionalmente complejo de gestionar por diversos factores, a cual más relevante.
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