Con los resultados electorales recién salidos del horno, escribo un primer análisis sobre las elecciones generales celebradas ayer en el Reino Unido. Hace aproximadamente veinte años el entonces primer ministro Tony Blair nos recibió en su despacho de 10 Downing Street a un reducido número de miembros del Club of the Three. Su impresión era que, apenas comenzada, la globalización estaba produciendo una ola de miedo que invadía, ya por aquel entonces, a las sociedades europeas. Poco después comprobaríamos que el abatimiento de fronteras económicas que la globalización implicaba, suponía un trasvase ingente de recursos económicos desde las economías desarrolladas a los emergentes. Ese trasvase afectaba sobre todo a las clases medias y medias bajas de esas economías desarrolladas, desde luego las europeas. El miedo era explicable aunque no estuviera justificado.
Esa corriente de temor, a veces disfrazada de nostálgico orgullo imperial, es la que, a mi juicio, está atravesando el Reino Unido. Tanto May como Corbyn se presentan y representan dos facetas de ese mismo temor, agravado si cabe por la reciente ola de atentados terroristas que está sufriendo el Reino Unido y, dicho sea de paso, esa ola de atentados está poniendo al descubierto algunas vergüenzas inglesas que ingenuamente creíamos definitivamente superadas.
Es la propia Inglaterra la que pierde su tradicional liberalismo. Liberalismo que le llevó a constituir el penúltimo imperio de Occidente
En un magnífico y demoledor artículo, The Economist equipara a ambos líderes (aun reconociendo que Corbyn es peor) al afirmar que, gane quien gane, el perdedor será el liberalismo. Para muchos de nosotros el Reino Unido representaba la opción más liberal dentro de la Unión Europea, veíamos que el Brexit, además de un desastre para todos y principalmente para Gran Bretaña, era un indicio de pérdida de liberalismo dentro de Europa. Ahora parece confirmarse que es la propia Inglaterra la que pierde su tradicional liberalismo. Liberalismo que le llevó a constituir el penúltimo imperio de Occidente y hacer de ella la campeona indiscutible de Europa durante un siglo, el que va desde la derrota de Napoleón a la 1ª Guerra Mundial.
El resultado electoral parece concentrar el voto británico en los partidos que se han alternado en el gobierno y que, precisamente por esta experiencia, podrían encarnar la moderación y el centrismo. A mi juicio, esta interpretación no es correcta; tanto May como Corbyn parecen haber abdicado de los principios de sus propios partidos: May asumiendo teorías proteccionistas y casi populistas y Corbyn abandonando todo residuo de moderación.
El siglo XXI parece llamado a cambiar la principal división política en los países europeos (desde la Revolución Francesa) entre derecha e izquierda. La aparición del populismo a ambos lados del espectro político parece llamada a sustituir esa división tradicional. Separando los moderados a un lado (tanto el centro derecha como el centro izquierda) y los radicales a otro, haciendo verdad el viejo aforismo de que los extremos se tocan.
Quieren volver a estar aislados del Continente y para ello no dudan en cobijarse bajo las falsas alas protectoras del populismo
Si la política exterior inglesa ha tenido una constante secular, ha sido la de dividir al Continente evitando que ningún país europeo pudiera tener la tentación de invadir las Islas Británicas. Primero fue España (Armada Invencible) y luego la Francia Napoleónica los que forjaron el crisol de la independencia británica. El Breixt y estas elecciones de ayer son a mi juicio una nueva prueba de ese recelo británico: no sólo quieren evitar la dominación, cosa perfectamente justificable, sino también la mera convivencia. Quieren volver a estar aislados del Continente y para ello no dudan en cobijarse bajo las falsas alas protectoras del populismo. Otra vez se volverá a hablar con más énfasis de ellos y nosotros.
May ha ganado las elecciones pero ha perdido la mayoría absoluta. La victoria ha sido pírrica. La primer ministro hubiera estado mejor sin la ocurrencia de celebrar elecciones. Esta pérdida de mayoría absoluta no cabe duda que supone una debilidad de la señora May, que a buen seguro le afectará en sus negociaciones con Europa; puede incluso llegar a suponer la pérdida de su liderazgo dentro del partido Tory. Por el contrario, el resultado parece haber salvado la cabeza de Corbyn, quien ahora puede no ver tan lejano el triunfo. En definitiva, estas elecciones a mi juicio ratifican la mala andadura iniciada con el Brexit que parece abocar al Reino Unido a tiempos convulsos: el proteccionismo, el nacionalismo y el cierre de fronteras (a personas y a bienes) no auguran nada bueno. Temo que el Reino Unido haya empezado la fase de declive y decadencia que a nosotros nos duró tantos años.
Temo que el Reino Unido haya empezado la fase de declive y decadencia que a nosotros nos duró tantos años
Hay un par de puntos adicionales que creo merece la pena destacar: el primero de ellos es el resultado de los nacionalistas escoceses (SNP) que experimentan un serio revés al pasar de 56 a 34 diputados, perdiendo 22 escaños respecto a las elecciones de 2015; de manera que también las ansias independentistas parecen haber sucumbido al miedo aunque ello implique la salida de la Unión Europea. Buen aviso para navegantes.
El último punto se refiere al continente. Al contrario que en el Reino Unido, las últimas elecciones en los países continentales, especialmente Francia, parecen haber apostado por el futuro arrinconando, al menos momentáneamente, el miedo. Es verdad que todavía quedan grandes incógnitas, singularmente las próximas elecciones italianas, pero los últimos resultados, insisto, dejan abierta la puerta a la esperanza. Por lo que respecta a España, si estas elecciones parecen confirmar el Brexit, confirman de paso que hay una vacante en el teamleader de la Unión Europea. España no debería desaprovechar esta oportunidad.
* Eduardo Serra Rexach. Ex ministro de Defensa y presidente de Park Row Digital, empresa editora de El Independiente.
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