Pedro Sánchez (su proyecto y su equipo) ha salido de este 39º Congreso con el respaldo del 70% de los delegados. El susanismo, por tanto, mantiene firme su porcentaje de apoyo, que tiene como centro Andalucía. Un tercio del PSOE, más o menos, se la tiene jurada al secretario general y ha decidido atrincherarse en sus cuarteles de invierno hasta que las circunstancias permitan una nueva ofensiva.
La actitud de Susana Díaz en las horas que ha durado el cónclave no ha podido ser más explícita: distante, con cara de circunstancias y deseosa de abandonar cuanto antes el pabellón que ella misma llenó de fieles hace menos de tres meses. Sin maquillar, alejada de los focos (ocupó un puesto en la fila doce del Pabellón Municipal de Congresos el sábado), en actitud doliente, como quien acude más a un funeral que a un acto del que se supone que el partido debe salir reforzado.
La mayoría de los delegados del PSOE andaluz se han movido como un bloque, haciendo ver a todo el mundo que para nada éste era su Congreso. Cuando venían el viernes a Madrid en el AVE desde Sevilla, un dirigente del PSOE-A se permitió la siguiente chanza: "Dicen que van a nombrar a un tal Puente portavoz de la Ejecutiva. Pero ¿ese quién es?"
Susana Díaz sigue contando con el respaldo del 30% del partido, la ayuda de Prisa y la complicidad del mundo empresarial
Nada más concluido el Congreso, algunos barones (unos on the record, otros off), se han quejado del "sectarismo" con el que han sido confeccionadas las listas tanto de la Ejecutiva, como del Comité Federal, órganos de los que han sido excluidos. La llamada "integración" se ha reducido a la inclusión de Patxi López en el núcleo duro del nuevo poder socialista.
Decía Maquiavelo que hay dos tipos gobierno: uno, en que los príncipes se rodean de fieles; y otro, en el que se apoyan en barones que gozan de un poder propio. En el primero de estos modelos, se gobierna con más autoridad, dice el florentino. Y eso es lo que ha pretendido Sánchez: una dirección homogénea en la que la única fuente de poder es el secretario general.
Sánchez ha diseñado una dirección homogénea en la que la única fuente de poder es el secretario general
La integración que algunos reclaman, como si fuera un derecho adquirido, sólo es posible cuando los que la solicitan desean de verdad colaborar con la dirección del partido. Pero Sánchez es consciente de que su puesto es eventual y que tiene plazo de caducidad: las próximas elecciones autonómicas y municipales, si es que antes Rajoy no adelanta las generales.
Si el PSOE no consigue mejorar sustancialmente sus resultados, el susanismo volverá a la carga, justificando su ofensiva en que Sánchez nunca será capaz de llevar, como prometió en su discurso de cierre del 39º Congreso, al partido a la Moncloa.
Si el PSOE no consigue mejorar sustancialmente sus resultados, el susanismo volverá a la carga
Escribía el domingo Carmen Torres que Felipe González ha decidido dar una tregua de unos meses a Sánchez. Pero la sensación que tiene el equipo del secretario general es que esa tregua (utilizando la terminología de Jaime Mayor Oreja respecto a ETA), no es más que una "tregua trampa".
Sánchez no sólo tiene en contra al poderoso PSOE de Andalucía, que controla Díaz, sino a la mayoría de los barones, que ahora ven en peligro su poder regional, y, sobre todo, a un poderoso grupo mediático (Prisa) que tiene detrás a las grandes compañías de este país.
Aunque tenga el respaldo del 70% de su partido, Sánchez sabe que sólo el triunfo en las urnas podrá salvarle.
En su discurso de clausura se comprometió a conformar mayorías parlamentarias (con el apoyo de Podemos y Ciudadanos) que tumben leyes impulsadas por Rajoy. Como un ensayo a una moción de censura que él mismo sabe que no será posible. Pablo Iglesias y Albert Rivera podrán votar juntos en el Congreso determinadas iniciativas parlamentarias, pero nunca irán juntos a una moción de censura impulsada por el PSOE.
Por tanto, Sánchez tiene claro que su capacidad de resistencia se medirá tarde o temprano en las urnas.
Quedan casi dos años para las municipales y autonómicas, aunque es probable que en Cataluña se convoquen en invierno.
Sánchez tiene claro que su capacidad de resistencia se medirá tarde o temprano en las urnas
Para dar un salto cualitativo inapelable, el secretario general dejó ayer dibujada su hoja de ruta: defensa de la España plurinacional, pero oposición clara y rotunda al referéndum independentista que propone Carles Puigdemont; apelación al voto de los jóvenes que protagonizaron el 15-M con una lucha decidida contra la corrupción, y, sobre todo, un programa nítidamente socialdemócrata.
En paralelo, habrá una guerra interna en las federaciones lideradas por barones susanistas. Sobre este asunto, Maquiavelo sostenía: "Los hombres quieren ser acariciados o reprimidos y se vengan de las ofensas cuando ellas son ligeras. No puede hacerlo cuando ellas son graves; así, pues, la ofensa que se hace a un hombre debe ser tal que le inhabilite para hacerlos temer por su venganza". Algunos conspicuos susanistas se arrepienten ahora de no haber refrescado antes las enseñanzas de El Príncipe.
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