La segunda vuelta de las elecciones legislativas del domingo 18 de junio para la Asamblea Nacional ha dado la victoria a Emmanuel Macron. El político tiene por delante, sin duda, muchos retos. No podrá dormirse en los laureles, más cuando el fuerte respaldo que ha recibido de sus votantes le envía un mensaje claro: hay que llevar a cabo reformas estructurales importantes que hagan que el país retome prosperidad y un crecimiento económico sólido. Y la amplia mayoría recibida le da capacidad para hacerlo.

Habrá de enfrentarse a una situación compleja. Entre otras variables, destacaríamos el peso del sector público en Francia, cercano al 60%, de los más altos de la Unión Europea; y la extrema rigidez de su política laboral, que ha lastrado su competitividad y que castiga a empresas y empresarios vía impuestos y elevados costes laborales.

Partiendo de la más sincera humildad, y aclarando desde el primer momento que no está en mi ánimo de ningún modo decirle al futuro presidente de la República cómo debe llevar a cabo su política, sí siento cierto orgullo al permitirme la licencia de recomendarle que mire hacia la España de los últimos años para tomar aliento y cerciorarse de que, aunque acometer ciertas reformas y cambios necesarios es una tarea difícil y, normalmente, socialmente poco aceptada, el resultado contribuye a la mejora económica del país y del bienestar de sus ciudadanos.

Acometer ciertas reformas es una tarea difícil, pero contribuye a la mejora económica

Los últimos datos de creación de empleo en España son uno de los indicadores que muestran que se están recogiendo los frutos de las complejas reformas estructurales llevadas a cabo durante los últimos cinco años. Y se prevé crear más de 500.000 puestos de trabajo en el ejercicio en curso, con lo que 2017 sería ya el segundo año a este ritmo de creación de empleo. De hecho, es el país que más empleo está creando dentro de la Unión Europea, e independientemente del tirón del sector de la construcción, motor del anterior ciclo alcista. Recordemos que en los años de bonanza se construían en España más de 700.000 viviendas al año; hoy apenas se superan las 100.000 y el sector de la construcción pesa el 10% del PIB cuando llegó a estar en niveles del 20%.

Otro indicador de la buena evolución de España tras las reformas acometidas lo hemos tenido hace apenas unos días, tras la última revisión del PIB por parte del Banco de España para 2017, que se sitúa en el 3,1%. De conseguirse, habremos logrado un crecimiento en PIB por encima del 3% durante tres ejercicios consecutivos, algo impensable en la etapa inmediatamente anterior a este trienio.

Sería, además, un crecimiento “de calidad”, en contraposición con el del anterior ciclo expansivo, que se basó en gran parte en el fuerte impulso del sector inmobiliario y del consumo interno, liderado por el crédito. Recordemos, por ejemplo, que España era el segundo país de la Unión Europea en venta de vehículos Mercedes-Benz. En paralelo, debíamos al exterior casi el 100% de nuestro PIB, haciéndonos muy vulnerables.

Hoy podemos afirmar que, tras ocho años de crisis -recesión incluida- y mucha incertidumbre, España hizo cambios importantes y ha logrado dar un giro de 180º a su modelo de crecimiento. Nos hemos adaptado y, como resultado, se ha ganado en competitividad, tanto por el abaratamiento de los costes laborales como por la mejora de la productividad y de la calidad de productos y servicios.

Tras ocho años de crisis, España ha logrado dar un giro de 180º a su modelo de crecimiento

España es el segundo país de la Unión Europea con mayor peso de las exportaciones en su PIB, por encima del 20% -solo por detrás de una Alemania a la que, en lo económico, cada vez nos parecemos más-. Y, quién lo iba a decir un tiempo atrás, tenemos un superávit comercial consistente y recurrente.

A esto se suma el buen funcionamiento del sector turístico, tan importante en nuestra economía. Este año nos visitarán cerca de 70 millones de turistas, nuestros aeropuertos están ya recibiendo una media de un 8% más de pasajeros que en el ejercicio anterior. Y aún no estamos teniendo el viento de cola de la construcción, que llegará ante las previsiones de construcción de 300.000 viviendas en los próximos cinco años.

A España le queda mucho recorrido y mucho de lo que disfrutar después de años de ajuste y sufrimiento. Macron tiene la oportunidad de brindar a su país un futuro tan prometedor como el nuestro. Nadie dice que su tarea será fácil, pero sí tiene ejemplos cercanos en los que inspirarse.


Jaime Medem es director de Inversiones de Mirabaud & Cie en España

La segunda vuelta de las elecciones legislativas del domingo 18 de junio para la Asamblea Nacional ha dado la victoria a Emmanuel Macron. El político tiene por delante, sin duda, muchos retos. No podrá dormirse en los laureles, más cuando el fuerte respaldo que ha recibido de sus votantes le envía un mensaje claro: hay que llevar a cabo reformas estructurales importantes que hagan que el país retome prosperidad y un crecimiento económico sólido. Y la amplia mayoría recibida le da capacidad para hacerlo.

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