El primer semestre de 2017 ha estado marcado por varios factores. En Europa, el riesgo institucional se redujo gracias a la aceleración de la actividad económica y la victoria en Francia de un candidato pro europeísta. Estos dos acontecimientos contribuyeron a desplazar la incertidumbre política desde Europa hacia EEUU, donde se aplazó el aumento del gasto público, continuó la normalización de los tipos de referencia de la Reserva Federal y se depreció el dólar.
De cara a la evolución de los mercados financieros en lo que resta de año, consideramos cinco puntos determinantes:
El primero de ellos entronca con la macroeconomía de EEUU, donde se espera alcanzar en septiembre un acuerdo sobre las condiciones del aumento del gasto público que facilitaría la normalización de los rendimientos de los bonos del Tesoro. No obstante, el ejercicio 2017 seguirá estando limitado por el escaso margen de maniobra presupuestaria que deja el elevado nivel de endeudamiento público del país.
La revalorización del euro frente al dólar y la corrección del petróleo deberían desacelerar la tasa de inflación
Un segundo factor clave radica en que, en Europa, esperamos que el programa de compra de activos del BCE, aunque a un ritmo de compras mensuales inferiores a los 60.000 millones de euros actuales, tendrá continuidad en 2018 lo que sostendrá la entrada de capital en las bolsas europeas y contendrá la subida de los tipos de la renta fija.
Pero no perdamos de vista que, durante el primer semestre del año, la inflación subyacente en la zona euro se mantuvo baja (1,1% interanual) por la atonía del crecimiento de los salarios y los precios en el sector servicios.
Los cuatro criterios necesarios para alcanzar la estabilidad de los precios, como los define el BCE, no se cumplen actualmente: la subida de los precios no es duradera, no se observa a medio plazo, no es autosuficiente (el programa de compra de activos sigue contribuyendo positivamente a la tasa de inflación) y sigue siendo escasamente homogénea entre los países miembros.
El mercado duda entre un escenario de pausa en el movimiento reflacionista y otro de crecimiento moderado e inflación baja
Por otro lado, la revalorización del euro frente al dólar y la corrección del precio de petróleo -que tocaremos a continuación- deberían provocar una desaceleración de la tasa de inflación de la eurozona durante los próximos meses.
Como tercer factor de interés, las negociaciones acerca del Brexit en el Reino Unido darán lugar a las primeras conversaciones en materia de acuerdos comerciales, lo que creará más incertidumbre, algo que podría afectar negativamente al clima empresarial y a la moneda británica.
En paralelo –cuarto factor-, en Oriente Medio, la escalada de las tensiones geopolíticas podría mantener el precio del petróleo por encima de la cota de 50 dólares por barril, lo que contribuiría a una revisión generalizada de las previsiones de inflación.
Por último, la desaceleración de la demanda china con destino a los países exportadores de materias primas sería perjudicial para la recuperación cíclica de estas economías.
La evolución observada estas últimas semanas pone de relieve la indecisión del mercado, que duda entre un escenario de pausa en el movimiento reflacionista, definido por una aceleración de la actividad y la inflación, y un escenario ni frío ni caliente, caracterizado por un crecimiento económico moderado y una inflación baja.
Por consiguiente, los inversores son más sensibles en estos momentos a la comunicación de los bancos centrales, un ejercicio difícil para estos últimos, que siguen centrados en garantizar la estabilidad financiera y avanzar con la normalización gradual de su política monetaria.
Raimundo Martín es director general de Mirabaud Asset Management para España, Portugal y Latinoamérica
El primer semestre de 2017 ha estado marcado por varios factores. En Europa, el riesgo institucional se redujo gracias a la aceleración de la actividad económica y la victoria en Francia de un candidato pro europeísta. Estos dos acontecimientos contribuyeron a desplazar la incertidumbre política desde Europa hacia EEUU, donde se aplazó el aumento del gasto público, continuó la normalización de los tipos de referencia de la Reserva Federal y se depreció el dólar.
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